Tensión entre miles de vecinas de Vicálvaro y un núcleo gitano presuntamente dedicado al robo

Durante siete días consecutivos, miles de vecinos del barrio de Vicálvaro han cortado, en diferentes puntos y divididos en grupos, las dos carreteras más frecuentadas del acceso a la zona, y manifiestan que lo seguirán haciendo en tanto las autoridades no se comprometan a resolver el motivo de sus quejas: la presencia de un contingente de gitanos que se han ido instalando a lo largo de la avenida de Daroca y que, según las denuncias presentadas reiteradamente, han hecho del robo su principal medio de vida. Esta contundente afirmación ha sido corroborada por el propio alcalde del núcleo gitano,...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Durante siete días consecutivos, miles de vecinos del barrio de Vicálvaro han cortado, en diferentes puntos y divididos en grupos, las dos carreteras más frecuentadas del acceso a la zona, y manifiestan que lo seguirán haciendo en tanto las autoridades no se comprometan a resolver el motivo de sus quejas: la presencia de un contingente de gitanos que se han ido instalando a lo largo de la avenida de Daroca y que, según las denuncias presentadas reiteradamente, han hecho del robo su principal medio de vida. Esta contundente afirmación ha sido corroborada por el propio alcalde del núcleo gitano, atemorizado por las supuestas prácticas delictivas de muchos de los de su raza.

Un amplio descampado situado entre las carreteras que conducen desde Vicálvaro al barrio de Bilbao y al de Canillejas ha sido, desde muchos años atrás, lugar de aposento de grupos de gitanos que sobreviven gracias al negocio de la chatarra y empleos ocasionales. El señor Manolo, el alcalde del núcleo gitano primitivo, es un hombre respetado por todos, también por los vecinos del barrio. El Ayuntamiento dio facilidades para que disfrutaran de servicios de agua y de luz e incluso los niños gitanos cuyos padres lo desean asisten a una escuela-barracón instalada en el centro del poblado.El pacífico clima de convivencia se vio roto progresivamente a partir de 1980, cuando varios cientos de familias de raza gitana, expulsadas de otros barrios y pueblas madrileños, decidieron aposentarse allí. Una tercera ola de gitano; esta vez procedentes de Portugal, considerados como los más peligrosos y dados a 1a violencia, vino a sumarse a los dos grupos anteriores.

En estos tres años, la avenida de Daroca se ha convertido, a lo largo de más de un kilómetro, en un inmenso bazar al aire libre -guarrerías preciados lo llaman los vecinos-, en el que, desparramados en todas direcciones, se pueden comprar recambios de coche;, ruedas, utensilios de saneamiento, muebles, frigoríficos, lavadoras, sonrieres, etcétera, en un revoltijo del que sobresalen más de 100 coches desguazados. Muchos de los productos citados son totalmente nuevos.

Los vecinos de Vicálvaro sostienen que gran parte de lo que allí se exhibe a la venta les ha sido robado previamente a ellos. El jueves, durante la diaria manifestación acompañada del corte de carreteras, numerosas personas testimoniaron haber padecido en sus propiedades los ataques de los gitanos. La ropa colgada a secar desaparece, así como las baterías, las ruedas, las herramientas guardadas en el maletero de los vehículos, los coches enteros, que luego se pueden hallar desguazados en barrios extremos o en el mismo mercadillo al aire libre, amén de aguantar improperios a diario por hechos tan simples como negarse a dar limosnas.

Algunas de las historias de los vecinos rozan el sainete, si no fuera porque son reflejo de una situa

ción muy tensa, que en cualquier momento puede desembocar en enfrentamientos físicos. Ya ha habido amenazas mutuas de tomar represalias al menor incidente por parte de los individuos más exaltados de ambas comunidades. A un vecino -ninl;uno de ellos desea facilitar su nombre completo- le robaron las cuatro ruedas del coche y, al ir a comprar otras al mercadillo, le quisieron vender las suyas propias. Avisó a la policía y pudo recuperarlas después de una larga discusión con el vendedor en cuestión, que alegaba que a él se las había vendido alguien a quien no conocía.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Otro caso curioso es el de un vecino al que robaron una furgoneta tres veces, y que apareció en dos ocasiones semi-desguazada. A la tercera pudo recuperarla cuando circulaba en un taxi por la circunvalación M-310 y la reconoció, aun con la matrícula cambiada, conducida por un gitano. Posteriormente, en la comisaría, donde rescató su vehículo, escuchó las explicaciones del conductor relativas también a que la había comprado a un desconocido, al precio de 60.000 pesetas.

Los vecinos narran el ambiente tenso de la zona, reflejado cuando un conductor que no quiso respetar uno de los cortes del tráfico casi atropella a una muchacha. Los manifestantes se enfrentaron con él, y volvió al lugar del incidente amenazando con una pistola. Finalmente, le detuvo la Policía.

"No hay sentimiento racista"

Juan José Soriano, presidente de la asociación de vecinos, afirmó que "no hay un sentimiento racista". La petición que han hecho a las autoridades gubernativas se centra en la intensificación de la vigilancia policial y la investigación de las formas de vida del poblado gitano, con la expulsión del campamento de aquéllos respecto a los que se pueda comprobar que se dedican a actividades ilegales. La mayoría de los vecinos no exigen la erradicación indiscriminada de todo el núcleo.En el centro del poblado, ocupando una de las chabolas más antiguas, vive el alcalde, conocido por todos como el señor Manolo. El alcalde gitano no puede mostrarse partidario de que sus convecinos del núcleo sean, sin más, expulsados del distrito, pero también pide que haya vigilancia. Estas fueron sus palabras:

"Lo que dicen los vecinos es verdad. Yo llevo aquí más de 10 años y nunca he tenido problemas con nadie. A los gitanos que han venido los últimos, los portugueses, los que han cogido los sitios de la carretera, hay que echarlos de allí, obligarles a que se instalen más en el centro del descampado, donde no molesten a nadie. Aquí no hay respeto. Yo estoy encargado también de la escuela, y aquí todo funcionaba perfectamente. Mire, le voy a poner un ejemplo. Suponga que yo tengo un chavalín de entre 11 y 12 años, y esos gitanos le encandilan y le dicen que le van a dar dinero si les trae ruedas de coche o cualquier otra cosa, que es lo que hacen. No quiero tener un hijo en la cárcel o que le den un tiro por esa gente. Yo quiero que les echen de donde están".

Al lado de la carretera, dos gitanos portugueses reciben con sequedad a los periodistas. Ante las acusaciones de los vecinos de ser los culpables de gran número de los robos cometidos en el barrio, su respuesta es lacónica: "Todo eso es mentira. Lo que tiene que hacer el Ayuntamiento es preocuparse más por nosotros, que mire cómo vivimos. Y si la gente dice que nosotros les robamos los coches, a ver si vamos a ir a prenderles fuego, para que digan".

Archivado En