Crítica:VISTO / OIDO

'Un altre Espriu, si us plau'

¿Quién es Salvador Espriu? Para los catalanes es un señor serio y enfermizo, que periódicamente es propuesto como candidato al premio Nobel -ese premio Nobel que jamás aterrizará en unas coordenadas totalmente descolocadas de la geopolítica-, autor de un montón de poemas que los catalanitos empiezan a conocer de carretilla, de otro montón de versos que Raimon fue esparciendo por todo el mundo, de algunos textos teatrales maravillosos -como Primera historia d'Esther- o de algunas narraciones de una fuerza irónica y humorística casi judía, y por encima de todo es el símbolo de la resisten...

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¿Quién es Salvador Espriu? Para los catalanes es un señor serio y enfermizo, que periódicamente es propuesto como candidato al premio Nobel -ese premio Nobel que jamás aterrizará en unas coordenadas totalmente descolocadas de la geopolítica-, autor de un montón de poemas que los catalanitos empiezan a conocer de carretilla, de otro montón de versos que Raimon fue esparciendo por todo el mundo, de algunos textos teatrales maravillosos -como Primera historia d'Esther- o de algunas narraciones de una fuerza irónica y humorística casi judía, y por encima de todo es el símbolo de la resistencia en el terreno de la lengua -la catalana, por supuesto- y de la literatura.Para los españoles en general el señor Espriu, que se encerró en los Capuchinos de Sarrià con los estudiantes antifranquistas y que enfermó en aquel cerco histórico, es uno de los más importantes profetas literarios de la convivencia democrática en España y es casi también, él sólo, una imagen, la imagen positiva, de la Cataluña culta y tolerante.

Para la teletonta, Salvador Espriu es algo muy distinto. ¿Un cura apocalíptico? ¿Un militante antínuclear? ¿Un objeto de adulación? ¿Un pedante escudado en la falsa modestia? ¿Un humilde franciscano? ¿Un tímido orgulloso? ¿Un personaje distanciado e incomprensible? ¿Un 'señor mayor' que contiene su irascibilidad? ¿Un no se sabe qué turbulento, como le espetó la entrevistadora? ¿O nada más y nada menos que todo un caballero del barcelonés Paseo de Gracia, culto, fino y educado?

La razón de la imagen

El ojo voraz de la televisión es capaz de producir imágenes irreconocibles de quienes se sitúan en su ángulo de visión. Imágenes que quizás son más auténticas que las que producimos diariamente, a través de la modestia tecnológica de mantener nuestro cuerpo frente a los otros, o de la escritura y de la misma voz desnuda. Imágenes que quizás ya no son nuestras sino del Otro, un sujeto nuevo que la propia tecnología audiovisual inventa. La imagen electrónica debe tener razones que la razón desconoce -aún-.Según Espriu, el público de Buenas noches debe saber quien dijo aquello de que "Dios se comprende a sí mismo con un amor intelectual infinito". Pero para Éspriu este mismo público exige una mirada directa a la cámara y un agradecimiento al despedirse.

El resultado es que, merced a la electrónica y a sus usuarios, nadie que desconociera a Espriu antes del programa sabe quien es Espriu después del programa. Nadie que no hubiera leído a Espriu antes del programa lo leerá después gracias al programa. El Espriu dibujado por el invento fosforescente nada tiene que ver ni con el Espriu de los catalanes de cada día, ni con el Espriu de las grandes ocasiones de celebración civil democrática y culta.

Quizás es una radiografía cruel, que interesa principalmente a quienes mejor conocen al gran poeta y que contenta a quienes de cualquier historia hacen mito.

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