José Luis Sampedro,

economista y escritor, se propuso hacer, en una conferencia que pronunció el viernes en el Liceo Francés, una reflexión humorística sobre su propia experiencia de escritor. Dijo haber luchado con una sola de sus obras, Octubre, octubre, a lo largo de casi veinte años: "Me costó lo que el parto de la burra. Y así, creo, no compensa escribir", aseguró a los asistentes. José Luis Sampedro tenia que hablar sobre La novela como bricolaje, y, desviándose de su programa, reveló alguno de sus trucos. "La única razón para escribir es que uno no lo ha podido evitar", afirmó. "La nov...

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economista y escritor, se propuso hacer, en una conferencia que pronunció el viernes en el Liceo Francés, una reflexión humorística sobre su propia experiencia de escritor. Dijo haber luchado con una sola de sus obras, Octubre, octubre, a lo largo de casi veinte años: "Me costó lo que el parto de la burra. Y así, creo, no compensa escribir", aseguró a los asistentes. José Luis Sampedro tenia que hablar sobre La novela como bricolaje, y, desviándose de su programa, reveló alguno de sus trucos. "La única razón para escribir es que uno no lo ha podido evitar", afirmó. "La novela es casi como un tumor que, insertado en la cabeza, empieza a crecer y empujar hasta que uno no tiene más pensamiento que eso y, o la escribe o le da algo". Sampedro definió al novelista como "un bicho de cuidado" que, además de curioso, inventivo e imaginativo, "es exhibiciónista, porque se desnuda en sus escritos; sádico, ya que tortura al lector con sus obras, y m asoquista, pues trabaja hasta hartarse". Y más poéticamente, como "un albañil de sueños". Sobre su estilo personal dijo que es "como el de los cuentos de los niños", y en cuanto a los trucos para recoger material ajeno novelable, citó el de hacerse pasar por dibujante en la calle para observar tranquilamente, o el de la sordera, que utilizó en un café donde se reunían varias señoras a charlar y, para que hablaran tranquilas, compró un audífono que ponía encima de la mesa donde él se sentaba, haciendo creer que era sordo. "No tuve valor", dijo, "para meter en mis novelas lo que contaban aquellas señoras".

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