Crítica:

Negro gris

Esta película, rodada a mediados de los años sesenta, sigue casi con primor el esquema tradiciohal del relato negro norteamericano. De ahí que su trepidante intriga se siga con interés, dado que la novela en que se basa, The moving target, fue escrita por Ross MacDonald, uno de los maestros del género y un brillantísimo, austero y penetrante escritor.A la fuerza argumental del guión, lleno de personajes y situaciones que cantan la solvencia del relato originario, hay que añadir un excelente reparto, en el que dos grandes nombres del cine norteamericano, *los de Lauren Bacall y Pa...

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Esta película, rodada a mediados de los años sesenta, sigue casi con primor el esquema tradiciohal del relato negro norteamericano. De ahí que su trepidante intriga se siga con interés, dado que la novela en que se basa, The moving target, fue escrita por Ross MacDonald, uno de los maestros del género y un brillantísimo, austero y penetrante escritor.A la fuerza argumental del guión, lleno de personajes y situaciones que cantan la solvencia del relato originario, hay que añadir un excelente reparto, en el que dos grandes nombres del cine norteamericano, *los de Lauren Bacall y Paul Newman, están arropados y apoyados por otros del innegable fuste de Shelley Winters, Janet Leigh, Robert Wagner, Robert Weber, Arthur Hill y Pamela Tiffin.

Con tal reparto y tal base literaria era muy difícil hacer una película aburrida. Bastaba con algo de oficio en el director para traducir a imágenes la novela, y algo de mano generosa y falta de afectación en sus instrucciones a los actores, para que el resultado fuese, como mínimo, visible.

Jack Smight, director veterano, aunque con filmografía algo escasa, debido a que comenzó a dirigir en 1964 y ya con edad avanzada, posee estas condiciones mínimas, y de ahí que su película sea eso mismo: visible, trepidante, entretenida, pero nada más. Sigue bien el apretado hilo de acciones, pistas y violencias del aparatoso relato de Mac Donald, pero se le escapa ese inconfundible, y ciertamente muy poderoso, clima crepuscular de la novela.

Adaptación mecánica

Se trata , pues, de una correcta adaptación mecánica, con algunos guiños de ojos al espectador cómplice y una caída casi permanente en un humor prefabricado y facilón, típico de los refritos del género, pero muy lejos de su inimitable sarcasmo originario, que MacDonald ha llevado a grados de sutileza poco comunes.

Para resucitar el efímero, pero intensísimo, período de pjenitud del género negro hacen falta cineastas de mucha más enjundia que Smight: un Arthur Penn como el de La noche se mueve, por ejemplo. Es un trabajo con demasiado riesgo para un cineasta hábil, pero superficial y con oídos más atentos a la moda que al rigor.

Lo mejor del filme es, no hace falta decirlo, la presencia de Lauren Bacall, una de las musas de los creadores del cine negro clásico, y de Paul Newman, éste, con su habitual sobrecarga de gesticulación, por otra parte eficaz en ciertos personajes que, como Harper, combinan bien la violencia con la socarronería.

Harper, Investigador privado se emite hoy, a las 22.30, por la primera cadena.

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