Crítica:El cine en la pequeña pantalla

'Enamorarse de un cura'

Proliferaron en España las películas con cura durante los últimos años de la vida de Franco. Bien lejos de aquel extenso ciclo confesional de los años cincuenta, esas nuevas películas presentaban al sacerdote en una perspectiva más humanizada, lo que quiere decir que la censura toleró que los curas se enamoraran o que alguien se enamorara de ellos. Rafael Gil había intentado ya contarlo en 1947 adaptando al cine la novela de Palacio Valdés La fe, pero la película tuvo que ser retirada de cartel ante las presiones de los timoratos.Fue Pedro Olea quien, sin saberlo, puso de moda el tema c...

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Proliferaron en España las películas con cura durante los últimos años de la vida de Franco. Bien lejos de aquel extenso ciclo confesional de los años cincuenta, esas nuevas películas presentaban al sacerdote en una perspectiva más humanizada, lo que quiere decir que la censura toleró que los curas se enamoraran o que alguien se enamorara de ellos. Rafael Gil había intentado ya contarlo en 1947 adaptando al cine la novela de Palacio Valdés La fe, pero la película tuvo que ser retirada de cartel ante las presiones de los timoratos.Fue Pedro Olea quien, sin saberlo, puso de moda el tema cuando realizó, con sobriedad, Tormento (1973) y obtuvo un clamoroso éxito de taquilla. Otros directores aplicaron también su punto de vista al mismo problema: Eloy de la Iglesia, por ejemplo, aplicó su estética salvaje a las turbaciones sexuales de El sacerdote hasta obligarle a una castración final. Y Pedro Masó, que estaba en su más triunfal etapa como director tras el éxito de Experiencia prematrimonial, no quiso dejar pasar el tema sin aportar su visión. Pero se equivocó.

Un hombre como los demás no estaba a la altura de su cine escandaloso, que luego recuperaría con Las adolescentes, ni se mantuvo en los límites de una película discreta que fuera sólo una historieta de amor. Masó quiso hacer una obra, de autor -"muy blanca y muy pura", en sus propias palabras- y no convenció a nadie. Quedó pretencioso y ni supo ser oportunista. Porque intentar narrar las perturbaciones de un sacerdote asediado por una jovencita sin objetivar el problema desde el descreimiento religioso ni apasionarlo con la seguridad de que un cura dispone de una naturaleza especial es quedarse a un peligroso medio camino. De ahí que la película produzca a veces la sonrisa, como el momento en que la chica declara su amor en un decorado de nieve blanca y pura y se oyen, para dramatizar la situación, algunos compases de Las cuatro estaciones, de Vivaldi.

Un hombre como los demás se emite hoy, a las 22.30 horas, por la primera cadena.

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