Crítica:El cine en la pequeña pantalla

Estética del turco

En 1943, George Pal obtuvo un oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood "por su contribución al desarrollo de nuevos métodos y técnicas". Un adobo literario un poco rimbombante para definir a un truquista consumado.Pal es húngaro. En su país aprendió el oficio y, cuando estalló la guerra mundial, en 1940, emigró a Hollywood, donde muy pronto se convirtió en uno de los más apreciados técnicos de efectos especiales. Durante los años cuarenta desarrolló algunos sistemas de trucaje de imágenes, hoy ya clásicos. El más famoso es un procedimiento, que patentó en ...

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En 1943, George Pal obtuvo un oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood "por su contribución al desarrollo de nuevos métodos y técnicas". Un adobo literario un poco rimbombante para definir a un truquista consumado.Pal es húngaro. En su país aprendió el oficio y, cuando estalló la guerra mundial, en 1940, emigró a Hollywood, donde muy pronto se convirtió en uno de los más apreciados técnicos de efectos especiales. Durante los años cuarenta desarrolló algunos sistemas de trucaje de imágenes, hoy ya clásicos. El más famoso es un procedimiento, que patentó en 1946, de rodaje simultáneo, en el que una cámara rueda el juego de los actores sobre un ciclorama blanco, mientras otra cámara rueda sobre decorados en miniatura y una, tercera cámara toma en detalle los accesorios del plano. El efecto óptico de la triple superposición es perfecto y, con él, pueden conseguirse ilusiones fotográficas inagotables y muy veraces.

El tiempo en sus manos se emite hoy a las 3

35 por la primera cadena.

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Este invento, junto con un sistema de rodaje de películas de animación, hizo a Pal multimillonario y, de técnico ilustre, pasó casi de la noche a la mañana a productor independiente. Y en este oficio siguió engrosando sus cuentas con películas de ficción científica muy populares, como La conquista del espacio y La guerra de los mundos, ambas de Byron Haskin, y Con destino a la Luna, de Irving Pichel. Ninguna de ellas pasará a la historia del cine, pero es cierto que contribuyeron al desarrollo técnico de un género que necesita para respirar un alto afinamiento técnico. Por ejemplo, sin estos métodos creados por Pal es difícil que imaginemos el decantamiento de imagen de, por ejemplo, 2001, una odisea del espacio, de Stanley Kubrick; La guerra de las galaxias, de George Lucas, o Encuentros en la tercera fase, de Steven Spielberg.

Cansado de producir, Pal comenzó al final de los cincuenta a dirigir sus propias películas: El continente perdido, El tiempo en sus manos, El hermoso mundo de los hermanos Grimm, Las siete caras del Dr. Lao y otras. No descubrió ningun Mediterráneo. Películas decentillas, tirando a flojas, y nada más. El tiempo en sus manos está basada en una novela de H. G. Wells, The machine time, y conserva algo, poco, del humor del escritor británico, la sólida estructura argumental de su fantasía, y casi nada más. Lo importante, más que el soporte literario, siguen siendo los efectos técnicos y ópticos de Pal. Pero, paradójicamente, es su inventor uno de los que menos partido estético sacan de ellos. El talento cinematográfico de Pal es nulo, y hoy queda de él tan sólo su brillante trayectoria de truquista. Hizo Pal mucho por el cine, pero fuera de las pantallas, en su fantástico laboratorio fotográfico.

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