Crítica:

Una película mutilada ilustrará el debate de 'La clave'

La obra de José Antonio Nieves Conde se extiende entre 1946 y 1977, pero su mejor momento son los años cincuenta. Durante ellos hace un melodrama religioso-político, Balarrasa (1950), de gran éxito entonces, aunque hoy resulte ridículo, como ha demostrado su reciente pase por Televisión Española. Y también Surcos (195 l), la primera película española que se desarrolla en un suburbio, Los peces rojos (1955), una historia de intriga con una interesante radiografía de la sociedad española de la época; Todos somos necesarios (1956), la historia de un médico que intenta ...

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La obra de José Antonio Nieves Conde se extiende entre 1946 y 1977, pero su mejor momento son los años cincuenta. Durante ellos hace un melodrama religioso-político, Balarrasa (1950), de gran éxito entonces, aunque hoy resulte ridículo, como ha demostrado su reciente pase por Televisión Española. Y también Surcos (195 l), la primera película española que se desarrolla en un suburbio, Los peces rojos (1955), una historia de intriga con una interesante radiografía de la sociedad española de la época; Todos somos necesarios (1956), la historia de un médico que intenta reanudar la carrera tras haber estado en presidio, y El inquilino (1958), que emite esta noche La clave para ambientar su coloquio sobre los problemas de la vivienda.Como todos los realizadores con un mínimo de inquietudes que trabajan bajo la dictadura del general Franco, Nieves Conde tiene problemas con la censura. Le obligan a variar el final de Surcos, su mejor obra, donde se mezclan las tendencias neorrealistas con la exposición de ciertos problemas nacionales, le imponen algunos cambios en Todos somos necesarios y llegan a destruir El inquilino.

Sobre un argumento de José Luis Duro, el crítico católico José María Pérez Lozano escribe un guión que Nieves Conde considera que tiende demasiado a la comedia. Por último, Manuel Sebares y el propio Nieves Conde escriben el guión definitivo, donde desarrollan el drama de una familia que es desalojada a la fuerza de su hogar para derribar la finca. Se crea una cooperativa para realizar la película, se presenta el guión a censura, cortan algunas escenas, y la película se rueda tratando de suavizar los puntos conflictivos.

El inquilino pasa censura sin ningún tropiezo, y se estrena en Valencia y Barcelona. Va al Festival de Karlovy-Vary, se vende a Francia y es seleccionada para el Festival de Edumburgo. A su paso por Extremadura la ve el delegado del recién creado Ministerio de la Vivienda y la denuncia por las críticas que encierra a su departamento. La película es retirada, Nieves Conde habla con el falangista José Luis Arrese, entonces ministro de la Vivienda, que justifica la prohibición porque "los buenos no llevan corbata, y los malos, sí".

Sólo se autoriza un año después, con una serie de cambios que afectan especialmente al final. En el original echan a la calle a la familia, y los únicos que les ayudan son unos obreros que construyen una chabola para que se instalen en ella. En el nuevo, la familia se dirige en una camioneta hacia un bloque de viviendas nuevas de una urbanizadora que, irónicamente, se llama La Esperanza. La prohibición trunca la carrera comercial de la película, supone una interferencia en las funciones de la censura del Ministerio de Información y Turismo teóricamente ¡legal, y hace que en Madrid se estrene en 1964 en locales de segunda fila.

Aunque gracias a su venta a Francia, antes de este incidente, alguien debe conservar una copia de la versión original, es casi seguro que La clave emita la mutilada. Si la original no pasa de ser una tímida obra de denuncia de un problema tan candente entonces como el de la vivienda, la mutilada sólo tiene interés como muestra de uno de los más increíbles incidentes de la censura cinematográfica de la dictadura.

Protagonizada por Fernando Fernán Gómez y María Rosales Salgado, bien arropados por un amplio plantel de excelentes actores secundarios, no se ha incluido en el ciclo que TVE viene dedicando a Fernán Gómez.

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