Crítica:

'La vida por delante', pesimismo en rosa

Los productores de cine suelen dar la luz verde a un rodaje cuando tienen un modelo de película ya hecha que les ronda por la cabeza, y suponen que el director se va a ajustar a él. Hace un par de años, por ejemplo, para que Un guión interesase a muchos productores españoles, sus autores debían insinuar que aquello iba por el lado de Opera prima. De lo contrario, ni caso. En 1957, año de rodaje de La vida por delante, el modelo que zumbaba en los oídos a los productores era el de la comedia neorrealista italiana. Era difícil salirse de él.Fernando Fernán Gómez, con Manuel Pilares...

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Los productores de cine suelen dar la luz verde a un rodaje cuando tienen un modelo de película ya hecha que les ronda por la cabeza, y suponen que el director se va a ajustar a él. Hace un par de años, por ejemplo, para que Un guión interesase a muchos productores españoles, sus autores debían insinuar que aquello iba por el lado de Opera prima. De lo contrario, ni caso. En 1957, año de rodaje de La vida por delante, el modelo que zumbaba en los oídos a los productores era el de la comedia neorrealista italiana. Era difícil salirse de él.Fernando Fernán Gómez, con Manuel Pilares, hizo un guión que se ajustaba a este patrón casi al pie de la letra. Tenía, ciertamente, originalidades, pero no demasiadas ni demasiado raras. Era una comedieta asainetada, agridulce, escrita y desarrollada en la tonalidad de las llamadas tragicomedias que, sobre la vida cotidiana, Alfonso Paso comenzaba a imponer como modelo exclusivo de los éxitos del teatro en aquellos años. Un signo de éxito se acumulaba a otro. Obtuvo luz verde.

La vida por delante se emitirá hoy a las 21

35 en la segunda cadena.

Una peculiaridad del cine es que con un guión tópico en las manos, si está bien construido, un director que posea imaginación subversiva puede volverlo del revés, sin necesidad de comerse una coma. Bastarían los casos de los guiones de melodramas que rodó Luis Buñuel en México para dejar zanjada la evidencia. En la escala española, el de La vida por delante es un caso perfecto.

La mínima historia de la vida diaria de unos recién casados de la pequeña burguesía madrileña de aquellos años, envuelta en aires rosas y, en general, de los llamados edificantes, aunque de cuando en cuando se le escapa algún borrón de tinta negra, le permite a Fernán Gómez, sin subrayar nada, con economía narrativa, sin adornos, con una transparencia que se aproxima a lo involuntario, dar una sutil lección de pesimismo. Y, casi imperceptiblemente, la comedieta rosa es vuelta del revés y se convierte en una película negra, o por lo menos de trasluz oscuro.

Dos son, a mi juicio, los elementos de ruptura que Fernán Gómez empleó para esta conversión -insisto que bastante sutil, no tan en primer grado como pueda estarlo en su película más lograda, El extraño viaje-. Uno es una especie de (distancia irónica del narrador respecto de lo que narra, que le permite no involucrarse demasiado en ello. Y otro, que acentúa el rasgo anterior, una especie (le descuido estilístico, que hace salir de la tónica del relato a determinadas escenas a las que concede entidad propia, como si fueran de otra película. Es el caso de la famosa escena de la comisaría y el relato del tartamudo, interpretado por el gran José Isbert, que es un trozo antológico de cine.

Es decir, un efecto de distanciamiento y otro de arritmia, que proporcionan al filme una acusada diferenciación respecto del modelo industrial prefabricado a que el guión se ajustaba. La excelente interpretación de Analía Gadé, Isbert, Rafaela Aparicio, Alejandro, el propio Fernán Gómez y los otros actores, hace el resto.

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