La voz "de miel" de Julio Iglesias encanta a los franceses

Julio Iglesias queda consagrado en Francia como el cantante mundial número uno "de charme" (encantador). Acaba de presentarse en el, Palacio de los Congresos, y cada noche 3.700 personas, mujeres y hombres (cerca de 3.000 pesetas la entrada), se emborrachan "del amor", "de la miel", "de la voz azul" de sus canciones. Nunca una figura española había alcanzado en este país las cimas de popularidad que sitúan a Julio Iglesias en el casillero del "fenómeno sociológico".

Lo del "estrado de gracia" nacional de los cien primeros días de la presidencia de François Mitterrand fue un pasatiempo v...

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Julio Iglesias queda consagrado en Francia como el cantante mundial número uno "de charme" (encantador). Acaba de presentarse en el, Palacio de los Congresos, y cada noche 3.700 personas, mujeres y hombres (cerca de 3.000 pesetas la entrada), se emborrachan "del amor", "de la miel", "de la voz azul" de sus canciones. Nunca una figura española había alcanzado en este país las cimas de popularidad que sitúan a Julio Iglesias en el casillero del "fenómeno sociológico".

Lo del "estrado de gracia" nacional de los cien primeros días de la presidencia de François Mitterrand fue un pasatiempo veraniego que ahora se explica sencillamente: no había llegado Julio Iglesias "el bello hidalgo español" que en pocos días le ha dado un vuelco a este país, y al que le atenace la duda debe ponerse en contacto con todas las señoras comprendidas entre los diez y los setenta años, y con muchos señores también, incluido el jovencísimo y socialista ministro del Presupuesto Laurent Fabius, que el otro día se jugó el tipo en el Palacio de los Congresos para desentrañar posiblemente los mecanismos de este cantante "tradicional, conservador en cierta medida" (son palabras de Julio), que ha provocado un espasmo de esos que cascan todos los esquemas, incluso los del planeta económico-erótico-artístico-musical-sociológico de las reformas del "mitterrandismo".Otra referencia histórica: aquellos sensuales y apasionados alborotos de Luis Miguel Dominguín y Manuel Benítez en sus días de gloria primaveral, animados en su boite de Montparnasse por Regine (la que ahora ha aterrizado con los saldos de su charme en el aeropuerto marbellesco de los petrodólares), dejan boquiabiertos ante el "fenómeno Julio Iglesias". Los franceses se endomingan de seriedad para afirmar que "nunca España tuvo un embajador tan eficaz". Y de cuando en cuando sueltan olé y hablan de "la misa mayor-Julio Iglesias, celebrada cada día en el Palacio de los Congresos". Y para encontrar un paralelo recurren a todos sus ídolos del siglo en curso: "el nuevo Valentino", "el Sinatra latino", "el Mariano de los años 81", "el nuevo Tino Rossi", "el español más cosmopolita después de Picasso". ¿Y qué más?

Todo, absolutamente todo, páginas y páginas enteras en las revistas y en los diarios, en los del corazón y en los otros, y en los del hígado jeringado también. Aquí nadie se priva de nada con tal de presumir de Julio Iglesias. La televisión, en sus diarios de más escucha, presenta al "bello Julio" para que opine de la actualidad. La Prensa sentimentaloide lo ha inventado todo para rociar al ídolo de todos los atributos ad hoc: en su agenda figuran cuatrocientos teléfonos de otras tantas mozas, sus millones pueden financiar las cinco próximas generaciones de "los Iglesias", no hay tía en este país (y si la hay se calla) que no confiese "me gustaría pasar un fin de semana con Julio".

Sólo alguna gente del mundo progre, drogada aún con las ilusiones de la "canción comprometida", se ha puesto fuera de juego. Ya Mitterrand, el progre, encastillado en el Elíseo, el pasado 14 de julio, día de la fiesta nacional, presentó en los jardines de su residencia presidencial a su "ídola": la dulcísima, casi dulzona, Dalida. Y anteayer, el progre de la Prensa, el diario Le Monde, se echó una cana al. aire, vio y escuchó a Julio Iglesías y escribió: "Tiene una finura casi animal, una manera de cantar que viene del corazón y que está ligada a la sensibilidad que alcanza lo universal. El fenómeno Julio Iglesias desborda toda crítica".

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