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El último bolero de Olga Guillot

Voz profunda, sensual, oscura, mestiza, llena de noches y flores tropicales, tras casi 35 años de vida profesional -que comenzó en Cuba, en los años cuarenta-, Oiga Guillot se retira del mundo de la canción.Quedan atrás premios, muchos discos, el recorrido por casi todos los estilos de la canción suramericana (desde la ranchera al poema melódico), pero, sobre todo, una peculiarísima manera de interpretar, una fogosa exaltación de los sentimientos, que parecía brotar lenguas de fuego en la punta de las uñas rojísimas y largas de Olga Guillot, cuándo se arrebataba en sus mejores boleros: ...

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Voz profunda, sensual, oscura, mestiza, llena de noches y flores tropicales, tras casi 35 años de vida profesional -que comenzó en Cuba, en los años cuarenta-, Oiga Guillot se retira del mundo de la canción.Quedan atrás premios, muchos discos, el recorrido por casi todos los estilos de la canción suramericana (desde la ranchera al poema melódico), pero, sobre todo, una peculiarísima manera de interpretar, una fogosa exaltación de los sentimientos, que parecía brotar lenguas de fuego en la punta de las uñas rojísimas y largas de Olga Guillot, cuándo se arrebataba en sus mejores boleros: Con los brazos cruzados, Corazón salvaje, o ese increíble Odio, que anticipa tantas exploraciones en los más nuevos predios de lo erótico.

Olga Guillot era la imagen de lo pasional. La flor roja para el busto de las mulatas, el sonido de la manigua en el calor de Ia noche, el ronroneo de las pieles negras en el bohío, los tristes tigres -a Guillermo Cabrera Infante le gustaba la Guillot- poniéndose alegres o exaltándose, al menos, en el fervor de la antigua fiesta habanera...

Oiga Guillot fue un poco el daikiri bien servido en Floridita (donde iba Hemingway) y la sensación, sobre todo, de un universo de calor y sensualidad donde sólo el eros parece tener importancia. Un mundo de actrices norteamericanas muy bellas, a la caza de esbeltos mulatos, mientras la voz -su voz- cantaba Ansiedad (la popularísima canción de José Enrique Sarabia) y la noche desfilaba astros sobre pasiones, amores, llantos, toda la operetesca parafernalia de las canciones del corazón, esas que todos queremos oír- en momentos de sentimentalidad -aunque muchos no lo confesemos- y que Oiga Guillot cantó como nadie.

La retirada de Oiga Guillot dice adiós definitivo a una Cuba perdida y mitificada, como los baños de Ava Gardner a la luz de la Luna y las historias singularísimas de Varadero. Despedir una voz que es un mundo es siempre una pérdida. Y sobre todo ahora, que queremos volver a convertir en real todo el universo del sentimiento y de la pasión. Entre el ron y la piel de las mejores noches, sonará a menudo la voz morena y azucarada de Oiga Guillot.

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