Madrid-Liverpool, final inédita

Real Madrid y Liverpool disputan en París una final inédita. Al cabo de veinticinco años, la Copa de Europa regresa a su lugar de nacimiento: París. Al cabo de un cuarto de siglo, el Madrid intentará en el Parque de los Príncipes obtener su séptimo triunfo. En 1956, en el mismo terreno batió al Stade Reims. El Parque de los Príncipes fue escenario, en la década de los cincuenta, de dos de los grandes acontecimientos deportivos de los que mejor recuerdo se guarda; el triunfo del Madrid en la primera Copa de Europa y la victoria de Federico Martín Bahamontes en el Tour de Francia. El Madrid, pue...

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Real Madrid y Liverpool disputan en París una final inédita. Al cabo de veinticinco años, la Copa de Europa regresa a su lugar de nacimiento: París. Al cabo de un cuarto de siglo, el Madrid intentará en el Parque de los Príncipes obtener su séptimo triunfo. En 1956, en el mismo terreno batió al Stade Reims. El Parque de los Príncipes fue escenario, en la década de los cincuenta, de dos de los grandes acontecimientos deportivos de los que mejor recuerdo se guarda; el triunfo del Madrid en la primera Copa de Europa y la victoria de Federico Martín Bahamontes en el Tour de Francia. El Madrid, pues, intentará batir al Liverpool en un escenario que no ha sido adverso al deporte hispano.

El Madrid soñó el año pasado con obtener la copa de las bodas de plata. El escenario de la final iba a ser el propio estadio Santiago Bernabéu. Pero aquí en Madrid se proclamó campeón el Nottingham Forest, equipo que en la presente edición fue eliminado en los dieciseisavos de final por el CSKA, de Sofía.La ilusión de todos los madridistas es regresar el miércoles de París con una nueva copa. Sería seguramente el premio a la constancia en la participación. Esa permanencia en los primeros lugares del concierto europeo con frecuencia se olvida a qué se ha debido. El Madrid es una gran institución, pero indudablemente no habría podido obtener el prestigio que posee en el mundo de no haber contado con un equipo humano excepcional que fue el que realmente le catapultó. De un lado, no es posible olvidar a Santiago Bernabéu, Raimundo Saporta, Antonio Calderón y Agustín Domínguez; pero, de otro, hay que hacer un mínimo esfuerzo memorístico para recordar que al Madrid lo hicieron, fundamentalmente, las figuras que tuvo la suerte de contar en su plantilla.

Del Madrid, que obtuvo las primeras copas europeas, hay varios nombres señeros, pero entre todos destaca uno al que en la casa no se le ha hecho la debida justicia: Alfredo di Stéfano, su fútbol y su manera de ser; fue la figura más decisiva de la mejor historia madridista. Yo me atrevería a decir que medio estadio Bernabéu lo construyó él con sus goles. El Madrid, que castiga a quienes abandonan su seno paternalista, no le perdonó aquella huida al Español cuando se consideró que como jugador ya había dado prácticamente todo. El Madrid deberá reconocerle algún día a Di Stéfano lo que en vida de Bernabéu fue imposible. Ahora que el estadio está siendo remozado para el Mundial-82, quizá conviniera que alguien se acordara de él. Si Bernabéu, en opinión de los socios, mereció la dedicatoria del campo, Di Stéfano debería tener, al menos, un busto en la entrada principal del mismo. Alfredo al cabo de los años sigue siendo el hombre más respetado por todos sus ex compañeros. Alfredo no quería perder jamás. Incluso ahora, cuando los años y los kilos le impiden moverse con naturalidad, todavía se pelea con los amigos en los partidos benéficos. Ni siquiera en ocasiones como ésta se resigna a perder.

Alfredo di Stéfano estará en una grada del Parque de los Príncipes. Si el triunfo final se produjera, lo mínimo que merecería Di Stéfano es que sus sucesores le invitaran a sumarse al éxito. Alfredo siempre opina que el mejor jugador del mundo fue el argentino Moreno, y las relaciones públicas de las multinacionales han querido hacer de Pelé el mejorjugador de la historia; pero cualquiera que haya visto a los tres tiene que dar el primer sombrerazo ante aquel jugador al que denominaron «la saeta rubia» y al que habría que calificar con otra serie de adjetivos; por ejemplo, el de haber creado el llamado fútbol total.

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