Pésimo partido del Atlético en Gijón

Una derrota por 3-0 difícilmente puede tener paliativos en cualquier caso. Sin embargo, en fútbol, a veces se dan circunstancias atenuantes. El aún líder, por llamarle de alguna forma, Atlético de Madrid, prácticamente no tuvo ninguna en El Molinón. Cuando se produjo la expulsión de Julio Alberto perdía ya por 2-0 justísimamente y con el planteamiento -y juego- tan lamentable que exhibía hasta entonces sus posibilidades de enderezar el encuentro eran mínimas, por no decir nulas. No se puede estar peor en un momento tan decisivo.El Spórting, sin hacer maravillas, se aprovechó de la falta de amb...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Una derrota por 3-0 difícilmente puede tener paliativos en cualquier caso. Sin embargo, en fútbol, a veces se dan circunstancias atenuantes. El aún líder, por llamarle de alguna forma, Atlético de Madrid, prácticamente no tuvo ninguna en El Molinón. Cuando se produjo la expulsión de Julio Alberto perdía ya por 2-0 justísimamente y con el planteamiento -y juego- tan lamentable que exhibía hasta entonces sus posibilidades de enderezar el encuentro eran mínimas, por no decir nulas. No se puede estar peor en un momento tan decisivo.El Spórting, sin hacer maravillas, se aprovechó de la falta de ambición rival, que apenas pasó de su medio campo y sólo sacó un córner, a los 81 minutos, en todo el partido. El Spórting-Atlético, a la vista de las alineaciones, parecía tener todos los visos de convertirse en una acumulación del ya habitual centrocampismo. Si el cuadro gijonés se debate esta temporada en la penuria de atacantes, el Atlético perdía incluso para la ocasión a Rubén Cano. El Spórting recuperaba a Enzo Ferrero con una lesión nasal hace quince días en Murcia, y ello le permitía albergar esperanzas tras la derrota de la semana anterior por 0- 1 frente al Español. El portugués Gomes, teórico sustituto de Quini, ha sido el gran bluff y se ha pasado la temporada en blanco. En cuanto al Atlético, aunque la baja de Cano era importante, ahí estaban Rubio y Marcos para el esperado y temido contraataque.

El Spórting, primero en arriesgar

Los comienzos, por ello, fueron de control y miedo mutuo en la zona central, sin apenas ataques. Pero fue por poco tiempo. Pese a no tener demasiada precisión en los pases y prodigar los centros sobre el área, quizá sin tener los hombres preparados para los remates, el Spórting se asentó antes en los marcajes atrás y se desplegó bien hacia adelante, incluso por las alas. Cundi, al que no seguía Marcos, y Ferrero, con el que Julio Alberto sudaba para sujetarlo, lógicamente subían por la izquierda. Joaquín, que ganaba claramente la partida a Quique; Uría, extremo de ocasión, batallador ante un recio Marcelino, y Mesa, simplemente por ser más creador y atacante que Ruiz, por la derecha. Si el Atlético no se terminaba de romper en su tremenda barrera centrocampista, pues a ella se unían Marcos, casi siempre superado por Cundi, y, sobre todo, Bermejo, nulo ante Jiménez, era gracias a Robi, que en el centro so stenía a Ciriaco y no le permitía distribuir a gusto el juego.

Pero Robi no es Dirceu. Bermejo no se supo bien si era media punta, centrocampista o atacante y la cuestión fue que García Traid, en un partido para ganar, montó un partido para jugar de medio campo hacia atrás sin que su equipo lanzara contraataques, y cuando surgió alguno como por arte de magia tampoco hubo delanteros. Rivero no tocó más de cinco balones en todo el encuentro, algo insólito ante todo un lider. Marcos al menos luchó todo el partido, pero Rubio sólo empapó la camiseta de la lluvia caída. Los remiendos de Julio Prieto y Pedraza (¿por qué no jugó éste desde el principio por Rubén Cano?) no pudieron servir de nada cuando de tanto ir el cántaro a la fuente de los peligros el partido ya estaba ganado por el Spórting. Este no había hecho más que dominar ante un rival que se dejaba, al no tener recursos para otra cosa, y acabó aprovechando varias de sus oportunidades. Tuvieron que ser dos defensas los primeros goleadores, pero los gijoneses siguieron el ejemplo del fútbol moderno en el que todos deben valer para todo. Sus circunstancias actuales, además, les obligan a ello.

Y para el Atlético no sirve ninguna disculpa. El gol de Cundi fue de falta magníficamente lanzada, pero ya pudo venir por ejemplo en un cabezazo de Abel al larguero en la primera parte o si no saca Ruiz un balón suelto que iba a fusilar Redondo un cuarto de hora después. Se demostró que los grandes tiros lejanos estilo inglés abren cualquier táctica absurdamente conservadora si no se tiene proyección atacante. El Spórting la tuvo y por eso marcó Maceda -gran partido el suyo- el segundo tanto. El tercero, como pudieron, ser más, ya vino con Julio Alberto expulsado, quizá de forma discutible en la segunda tarjeta. Hubo entradas peores, posiblemente, pero sólo achacable a él mismo, que se llevó la primera ridículamente por desplazar un balón, y hasta García Traid, que no le cambio el marcaje de Ferrero, hombre más frágil y susceptible de hacerle faltas, por el de Abel o Uría. Sólo es un dato más de que el Atlético perdió por sus propios errores y el título se le escapa por no saber sujetarlo él mismo. No se pueden dar tantas facilidades.

Difícil situación para el Atlético

La derrota del Atlético de Madrid en Gijón le plantea un panorama incierto a la vista de lo que te resta de calendario. Mantiene dos puntos de ventaja sobre sus inmediatos seguidores, pero aún tiene que jugar en los campos del Valencia y Real Madrid, inmediatamente después de que solvente su compromiso del domingo frente al Zaragoza, en el Manzanares. En el último partido de Liga recibirá al Osasuna.

El Atlético tendrá que defender su ventaja en el Luis Casanova y Santiago Bernabéu y evitar, al menos, perder por más de un gol de diferencia, pues el título puede adjudicarse este año por mejor cociente, ya sea general o particular.

Archivado En