Reportaje:

Monzón, nueve meses recuperándose del coma

La muerte del púgil galés Johnny Owen, ha estremecido, de nuevo, la conciencia de los hombres del boxeo. El comité médico del Consejo Mundial de Boxeo, que preside un español, el doctor Massa, se reunirá el próximo día 1, en México, en busca de unas soluciones que quizá no existan. Mientras, un modesto púgil español, Santiago González Monzón, sigue en la habitación 230 del Hospital General de Tenerife, donde ingresó en la madrugada del pasado 20 de enero, tras perder un combate por K.O.

Johnny Owen no era un telonero. Había sido campeón británico y europeo y la noche en que subió al ...

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La muerte del púgil galés Johnny Owen, ha estremecido, de nuevo, la conciencia de los hombres del boxeo. El comité médico del Consejo Mundial de Boxeo, que preside un español, el doctor Massa, se reunirá el próximo día 1, en México, en busca de unas soluciones que quizá no existan. Mientras, un modesto púgil español, Santiago González Monzón, sigue en la habitación 230 del Hospital General de Tenerife, donde ingresó en la madrugada del pasado 20 de enero, tras perder un combate por K.O.

Johnny Owen no era un telonero. Había sido campeón británico y europeo y la noche en que subió al ring por última vez lo hizo para disputar el título mundial de los gallos al mexicano Lupe Pintor. Iba a cobrar la mayor bolsa de su vida, 25.000 dólares (1.750.000 pesetas), que nunca podrá disfrutar. RTVE pasó en su programa Polideportivo, del pasado martes, unas estremecedoras imágenes de su última pelea. El mexicano Lupe Pintor le tiró al suelo; él se levantó tambaleante Y su rival le remató. Ha permanecido mes y medio en coma, hasta morir. El árbitro o el apoderado podrían haber detenido la pelea, pero no lo hicieron. Nunca es fácil hacerlo, porque el árbitro teme el enfado del público cuando detiene el combate, y el apoderado teme la reacción de su púgil, que puede enfadarse con él si arroja la toalla. Dai Gardiner, el apoderado de Owen -le había dirigido toda su carrera- lamenta sin duda no haber arrojado esa toalla, y ha anunciado que se aparta definitivamente del mundo del boxeo.

El caso de Monzón

El destino ha sido más benevolente con el español Santiago González Monzón, que el pasado día 19 de enero perdía en Tenerife ante García Requena. Desde entonces está en la habitación 230 del Hospital General de Tenerife, al cuidado del equipo de neurocirugía del centro. Ha superado tres operaciones, un paro cardíaco y otro respiratorio. Pasó algunos meses en coma profundo, pero poco a poco ha ido mejorando su estado. El destino fatal ha pasado de largo, pero tampoco se le puede considerar afortunado. Por el momento, ha recuperado capacidades motoras en las extremidades derechas, es capaz de decir «mamá» y alguna otra palabra suelta, y puede ejecutar órdenes de sus médicos como la de alzar el brazo derecho cinco veces.Aún no puede leer -quizá sí una frase corta y de significado sencillo- ni llevarse la cuchara a la boca-, pero mantiene la cabeza ergui da, y todo ello, al cabo de esto nueve meses y medio, es conside rado como un éxito por los médico que le cuidan. El doctor Ravina, no obstante, advirtió a EL PAÍS que «es imposible predecir cuándo se va a detener la mejoría. Pero lo cierto es que tras varios meses en coma, es todo un avaríce». El doctor Giner piensa igual, y afirma que « indudablemente, quedarán secuelas. Quizá más importantes las motoras que las mentales». Su madre no se ha separado ni un minuto de él en estos nueve meses y medio.

Lo del boxeo quizá no tenga remedio; quizá lo mejor sea suprimirlo de una vez por todas. Casi exactamente un mes antes de su fatal combate con García Requena, Monzón había peleado con Nino Jiménez. Cayó varias veces al suelo y el árbitro detuvo el combate y decretó su inferioridad. El público se encolerizó y llenó de sillas el ring. El público no suele entender estas actitudes en los árbitros ni en los apoderados. El K.O. es el gol, y la detención de una pelea puede frustrar tanto a sectores del público del boxeo como le frustraría al del fútbol que el árbitro diese por ganado el partido al equipo que pre siona insistentemente, sin esperar a que llegue el gol.

Para más complicar las cosas, los nos doctores que cuidan a Monzón y que, poco a poco, le van haciendo recobrar parcelas de actividad mental, confirmaron a EL PAÍS que «en este caso, la medicina preventiva es muy difícil. La ciencia médica no posee medios para detectar cuándo un púgil tiene el cerebro dañado. Ahora, con el skaner se ha avanzado mucho; pero, aún así, para que el skaner detecte algo tiene que ser algo muy grave, algo que se ha podido captar antes por unos síntomas muy avanzados».

Por desgracia, pues, no cabe prevenir el drama. Quizá Monzón no estaba en condiciones de boxear tras su derrota de un mes antes ante Nino, pero nunca hay forma de confirmar esto a priori

Accidente o no accidente

Así las cosas, ¿se puede considerar accidental la muerte o la invalidez mental de un boxeador? El riesgo existe en medida superior a cualquier otro deporte. El boxeador vive de dar y recibir golpes, y aunque nunca llegue el accidente grave, la degradación mental es inevitable en muchos casos, porque es consecuencia de las conmociones. La conmoción mata células cerebrales, que nunca se regeneran. Un hombre que va acumulando conmociones en su carrera va perdiendo de forma irreversible capacidad mental, y en este caso no cabe hablar de accidente.Las soluciones son difíciles. Los guantes protegen la mano que golpea, no la cabeza golpeada; los árbitros y apoderados encuentran dificultades para interrumpir una pelea; la medicina preventiva no es útil para el caso... El boxeo profesional se ha cobrado más de quinientas víctimas en lo que va de siglo, y ha habido años realmente tráuicos: veintiún muertos en 1953, diecinueve en 1949, diecisiete en 1962. EL PAÍS realizó, en marzo de 1978, una encuesta con todos los grupos parlamentarios, y la mayoría de ellos estaba por la suspensión del boxeo profesional. El tema aún no se ha planteado seriamente en el Congreso. A Santiago González Monzón ya le cogerá demasiado tarde.

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