El Murcia, con espíritu bronco y copero

El Murcia vino al Manzanares con el espíritu del que juega la final de Copa. O como si, con los puntos del domingo, se jugara la permanencia en Primera. O como si hubiera recibido una fuerte prima de terceros para quitarle el título al Atlético. Afortunadamente, dada la situación del torneo, no ha lugar a lucubraciones sobre posible actuación comprometida. El Murcia distó mucho de ser el que jugó en Charnartín y le puso las cosas muy difíciles al Atlético. Una dureza inusitada hizo pensar en un final penoso. Aunque tardíamente, el árbitro echó mano de las tarjetas de amonestación, y el partido...

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El Murcia vino al Manzanares con el espíritu del que juega la final de Copa. O como si, con los puntos del domingo, se jugara la permanencia en Primera. O como si hubiera recibido una fuerte prima de terceros para quitarle el título al Atlético. Afortunadamente, dada la situación del torneo, no ha lugar a lucubraciones sobre posible actuación comprometida. El Murcia distó mucho de ser el que jugó en Charnartín y le puso las cosas muy difíciles al Atlético. Una dureza inusitada hizo pensar en un final penoso. Aunque tardíamente, el árbitro echó mano de las tarjetas de amonestación, y el partido pudo acabar sin necesidad de que los rojiblancos llegaran al servicio de urgencias de La Paz.Marcos Alonso ya no es aquel jugador de fútbol-sala que apuntaba buenas maneras. El hijo de Marquitos es todo un futbolista. Tiene condiciones magníficas para ser una gran figura. El entrenador murciano, que es hombre enterado, puso a Naharro encima de Dirceu, para que no se moviera a gusto en todo el partido, y escalonó a sus hombres para que Marcos no pudiera llegar suelto al área. Mientras Dirceu tuvo que escaparse hacia atrás para quitarse de encima a Naharro, Marcos buscó la zona de ataque con insistencia, y ello le costó recibir más que una estera. A Marcos le largaron unos tantarantanes que hubieran dejado fuera de combate, física y psíquicamente, a cualquier jugador que no tenga su edad y sus ganas de triunfo.

Pero esa misma transformación de Marcos la han tenido otros hombres del equipo atlético. Julio Alberto, a quien se le comenzaron a dar oportunidades hace dos años, es ya un defensa serio, a pesar de ese problema de columna que dicen que tiene. Y Quique, incluso en el centro del campo, es hombre clave. Costó 20.000 duros y el viaje desde Pinto. Rubio ya no se cae cuando tropieza con la línea del área. Aunque mantiene su tendencia al porrazo más o menos voluntario, ahora se la juega más, y la mayoría de sus caídas son producto de las entradas de los adversarios. El Atlético, que el año pasado sufrió lo indecible, es ahora líder. El secreto está en la confianza que algunos jóvenes merecieron al técnico del año pasado. En la presente temporada, con un año más, se encuentran casi en plenitud.

Los jugadores del Atlético, que ya se han convencido de que pueden actuar en Primera División, no se arredran ante las dificultades. Luchan con una fe encomiable y, a fin de cuentas, en el fútbol, cuando la calidad es más o menos pareja, el triunfo se inclina por quien pone más fuerza en sus acciones.

El Murcia, con bien pertrechada defensa -en la que destacó Higinio-, y con un centro del campo pegadizo y corretón -con Naharro en plan efectivo-, cerró caminos al Atlético por las buenas y por las malas. Delante únicamente dejó a Abad y Chuchi García y, naturalmente, tuvo pocas oportunidades de gol. Prácticamente aprovechó la única que se le presentó. Por contra, Campello tuvo que sacar bajo el larguero un balón que no acertó a rematar Rubén, tras jugada de billar a la fantasía de Rubio, y en varias ocasiones la pelota se paseó por delante del marco de Gustavo Fernández, sin que nadie acertara a meter el pie para remachar la jugada.

El Atlético creó peligro constantemente en el área del Murcia, pero le costó hallar el hueco. La salida de Cabrera fue casi providencial, porque conectó rápidamente el disparo que valió el primer gol. Fueron 66 minutos de empate a cero. Fueron quizá demasiados minutos de angustia, porque con la dureza murciana y la falta de acierto en el remate, hubo tiempo de sobra para pensar que la sorpresa iba a saltar. Pero el Atlético, al fin, logró mantener su racha.

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