Federico Silva insiste en "tender un puente" entre Fraga y Blas Piñar

El presidente del partido extraparlamentario Derecha Democrática Española (DDE), Federico Silva Muñoz, insistió ayer, en el inicio de una campaña de relanzamiento de su partido, en el objetivo de aglutinar una derecha basada en la unidad de España, para lo que intentará de nuevo tender un puente entre los partidos de Manuel Fraga y Blas Piñar. Las objeciones numerosas de Silva a la Constitución podrían aplazarse si se aceptara la reforma de la regulación de las autonomías, punto esencial para DDE, cuya primera comparecencia electoral se producirá en los comicios para el Parlamento gallego.Fede...

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El presidente del partido extraparlamentario Derecha Democrática Española (DDE), Federico Silva Muñoz, insistió ayer, en el inicio de una campaña de relanzamiento de su partido, en el objetivo de aglutinar una derecha basada en la unidad de España, para lo que intentará de nuevo tender un puente entre los partidos de Manuel Fraga y Blas Piñar. Las objeciones numerosas de Silva a la Constitución podrían aplazarse si se aceptara la reforma de la regulación de las autonomías, punto esencial para DDE, cuya primera comparecencia electoral se producirá en los comicios para el Parlamento gallego.Federico Silva evitó calibrar el grado de democracia de la ultraderecha de Piñar y aseguró que las relaciones con Fuerza Nueva están presididas por la coincidencia sobre la unidad de España y por el deseo de impedir que este sector de la derecha se radicalice por falta de opciones coherentes. Silva señaló que existe más peligro para la unidad nacional que para la democracia, e insistió en que Fraga -con quien dijo mantener relaciones excelentes- y Piñar «no tienen nada que hacer por separado».

La presentación de la nueva etapa de DDE ante un grupo de periodistas estuvo teñida de un tono de amargura y resentimiento hacia los medios de comunicación social, por la falta de eco de este partido en la opinión pública. Especial énfasis puso en esta materia el vicepresidente del partido, Jesús Barros de Lis, quien manifestó: «En esta santa democracia tengo menos oportunidades para expresarme, yo, que fui opositor (sic) al régimen de Franco y estuve detenido en la DGS».

Los dirigentes de DDE no ofrecieron datos sobre obstaculización de su libertad de expresión, excepto el siguiente relato que hizo Federico Silva de lo que denominó la noche triste de Mallorca, referido al 21 de mayo de 1977: «Celebrábamos un acto electoral en el palacio de los deportes, en donde fuimos objeto de numerosas pedradas. Ante el riesgo de linchamiento, llamamos al Gobierno Civil y la policía tardó cuarenta minutos en llegar. Nos dijeron que los autores de la agresión eran del Partido Comunista, que habían fletado aviones para otro acto electoral, pero después pudimos saber que la agresión procedía del Gobierno».

UCD no quiere competencia en la derecha

Federico Silva aseguró que a UCD no le interesa que exista una derecha unida a su derecha, porque, a pesar de sus giros coyunturales hacia el centro-izquierda, es un partido de derechas, como se demuestra cuando se acercan las elecciones y busca el voto de la derecha. Silva recordó que el 14 de enero de 1978 preconizó, desde Alianza Popular, el pacto con UCD. «Fue la última vez que vi a Suárez. En junio y diciembre de 1979, tras el congreso de DDE, pedí ser recibido por el presidente del Gobierno y no lo fui. Punto». El principal escollo -«insalvable»para la relación actual con UCD es, según Silva, la reforma del título VIII de la Constitución, que regula las autonomías, y la supresión del término nacionalidades.El presidente de DDE se mantuvo en una posición optimista sobre el futuro democrático de España y anunció un documento en preparación sobre diversos temas candentes, entre ellos el divorcio. Anticipó que estimaba «irreprochable» la declaración del primado de Toledo en un tema en el que la Iglesia no puede ser neutral.

En un momento en que el vicepresidente de DDE, Barros de Lis, calificó al PNV de fariseo en cuanto a su relación con ETA y propugnó para el País Vasco el estado de excepción o de guerra y meter a trescientos elarras en la cárcel. Silva mostró una posición más moderada al estimar que las cosas no llegarán a tanto y que prevalecerá el buen sentido del pueblo vasco, tras el deterioro de la situación política.

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