"El final de la cuenta atrás": peripecias en un gigantesco portaviones nuclear con más de 6.000 tripulantes

Un gigantesco portaviones, con una tripulación de más de 6.000 hombres, alimentado por energía nuclear, choca inevitablemente con otro en el transcurso de una tormenta y... saltan los esquemas temporales y espaciales. Con este detonante da comienzo la cada vez más fuerte tensión física y psíquica que se adueña de los mandos del USS Nimitz, encarnados por Kirk Douglas, James Farentino y Martín Sheen, habituales y parecidos «duros» del cine americano.

El final de la cuenta atrás (The final countdow) se anuncia como el filme más realista sobre aventuras navales y el que ha sido roda...

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Un gigantesco portaviones, con una tripulación de más de 6.000 hombres, alimentado por energía nuclear, choca inevitablemente con otro en el transcurso de una tormenta y... saltan los esquemas temporales y espaciales. Con este detonante da comienzo la cada vez más fuerte tensión física y psíquica que se adueña de los mandos del USS Nimitz, encarnados por Kirk Douglas, James Farentino y Martín Sheen, habituales y parecidos «duros» del cine americano.

El final de la cuenta atrás (The final countdow) se anuncia como el filme más realista sobre aventuras navales y el que ha sido rodado en el escenario más caro del mundo. Los 6.000 marineros que componen esta especie de ciudad flotante pertenecen realmente a las fuerzas navales norteamericanas y el «portaviones de la muerte» es el más sofisticado de la armada de Estados Unidos, que gastó en su adquisición cerca de cuatro billones de dólares, y que no puso ningún reparo en que los artífices del rodaje invadieran el complicado interior del USS Nimitz; tan sólo les vetó la entrada a los reactores nucleares y al centro de seguridad de la nave. También garantizan los difusores de esta historia un clímax de misterio y sobresalto que Don Taylor, director de La profecía II, y Peter Douglas, productor de Alguien voló sobre el nido del cuco, parecen dominar. Aunque puede ser que a los espectadores no les impresione lo más mínimo que un grupo de hombres dé un salto atrás en el tiempo y se planten en pleno campo de fuego de las potencias combatientes en la segunda guerra mundial. Quizá la capacidad de sorpresa no se altere al ver reflejado en la crispación de unos rostros el tremendo interrogante de no saber cuándo se producirá el momento de esa muerte que ya se mastica.

En cualquier caso, ecologistas o no, el personal podrá constatar, una vez más, lo peligrosa que resulta la energía nuclear. Sobre todo si se trata de un inmenso «almacén nuclearizado» flotante a merced de potentes torpederos.

Pese a los horrores y problemas que los actores tuvieron que vivir en la ficción de la película, no dieron señales de tener dañada su sensibilidad. Más bien al contrario. «Quizá sean avisos de senilidad, pero me he divertido como un chiquillo haciendo esto», declaró Kirk Douglas (cuyo hijo, Peter, producía el filme), cuando acababa de terminar el rodaje de El final de la cuenta atrás. Antes había rodado otras dos historias de acción, El villano y Saturno 3, y no resultaba extraño que le hubieran dejado un poso activo en la mente.

Un rodaje costoso y difícil

La realización de este costoso producto fílmico dio comienzo en 1977, pero las dificultades técnicas fueron retrasan do el rodaje hasta que, al fin, se concluyó en el verano del pasado año. Se decidió situar la acción, concretamente, en 1982, y el mensaje también concreto (hasta lo que permite un interrogante). El portaviones da una pirueta temporal hasta 1941, justo un día antes del desembarco japonés en Pearl Harbour. ¿Habría cambiado el curso de la historia mundial si un fantástico portaviones nuclear hubiera interceptado a las fuerzas armadas japonesas?

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