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Edwin Robinson,

un norteamericano de Maine, estará eternamente agradecido a la luz de los relámpagos, porque fue la luz de un relámpago la que le devolvió la vista y la facultad de oír. Había perdido ambas en un accidente de automóvil -él es camionero y sufrió el accidente con su vehículo-; en 1971. Los doctores no se explican cómo ha podido el señor Robinson, que tiene 62 años, volver a ver y a oír, pero han certificado que fue la luz de un relámpago la que produjo el milagro el pasado miércoles, cuando el protagonista del suceso se hallaba en su casa y el resplandor de la tormenta se introdujo en el salón d...

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un norteamericano de Maine, estará eternamente agradecido a la luz de los relámpagos, porque fue la luz de un relámpago la que le devolvió la vista y la facultad de oír. Había perdido ambas en un accidente de automóvil -él es camionero y sufrió el accidente con su vehículo-; en 1971. Los doctores no se explican cómo ha podido el señor Robinson, que tiene 62 años, volver a ver y a oír, pero han certificado que fue la luz de un relámpago la que produjo el milagro el pasado miércoles, cuando el protagonista del suceso se hallaba en su casa y el resplandor de la tormenta se introdujo en el salón de su domicilio.

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