El Público de Atocha aclamó a la Real como campeón

ENVIADO ESPECIAL, Atocha aclamó a la Real como campeón. Tras un partido soso, vivido por la Real y su hinchada bajo el peso de la decepción por el resultado que señalaba el simultáneo, al final hubo una explosión de alegría en justo homenaje a un equipo que ha hecho la mejor campaña de su historia. El Atlético jugó mal, como suele hacerlo últimamente, y las dos únicas veces que disparó a puerta se encontró con Arconada.Las esperanzas de conseguir el título renacieron en el minuto siete, cuando Celayeta conseguía su primer gol en un centro -tiro que le pasó por encima al despistado Aguinaga- La...

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ENVIADO ESPECIAL, Atocha aclamó a la Real como campeón. Tras un partido soso, vivido por la Real y su hinchada bajo el peso de la decepción por el resultado que señalaba el simultáneo, al final hubo una explosión de alegría en justo homenaje a un equipo que ha hecho la mejor campaña de su historia. El Atlético jugó mal, como suele hacerlo últimamente, y las dos únicas veces que disparó a puerta se encontró con Arconada.Las esperanzas de conseguir el título renacieron en el minuto siete, cuando Celayeta conseguía su primer gol en un centro -tiro que le pasó por encima al despistado Aguinaga- La Real había salido fuerte, mandaba en todo el campo y, aunque le faltaba un poco de profundidad (le faltaba López Ufarte, por concretar más), en esos pocos minutos ya había quedado claro que el Atlético no era enemigo. Faltaba que el Athlétic arrancara algún punto en el Bernabéu, y con esa esperanza se vivió un cuarto de hora de alegría esperanzada.

Pero la noticia del primer gol del Madrid pesó de una forma decisiva y enfrió a público y jugadores. El recuerdo de aquellos veinticinco minutos mal jugados en Sevilla, único pecado cometido por la Real en la temporada (único pero suficiente para quedarse sin título, porque el Madrid no perdona) pesó en las piernas y en las cabezas. El Atlético siguió como al principio, mal, metido atrás, torpe para sacar el balón hacia adelante y perezoso para lanzar hombres que acompañaran a Marcos en la delantera. Marcial ponía en sus acciones la calidad de siempre, pero le falta desde hace tiempo la necesaria condición para ser importante en el equipo. Bermejo hacía las mejores cosas, Sierra apoyaba en su banda, pero todo resultaba poco, demasiado poco, ante una Real que, con o sin ánimo, es un equipo firme, bien armado y seguro de sí mismo en todas sus líneas.

El partido discurría de forma aburrida cuando en el minuto 58 se produjo una inexplicable confusión: el segundo gol del Madrid fue cantado en las gradas como gol del Athiétic, y hasta los propios jugadores de la Real lo creyeron así y saltaron alborozados. Cuando el tanto subió al simultáneo, la Real se resignó a quedarse sin título, y ni el gol del Athlétic provocó una reacción encendida.

El partido se consumió entre cierto aburrimiento, sólo salvado cuando, rara vez, se producían jugadas de peligro. El Atlético carnbió a Guzmán y Marcial (quién sabe si el del domingo fue el último partido de su brillante carrera, merecedora de un mejor final) por Capón y el juvenil Marina, y sus inclusiones mejoraron bastante el equipo. Marina se situó de extremo izquierdo y jugó con velocidad y desmarque, e incluso se lució en un soberbio disparo por alto al que replicó Arconada con un paradón. Poco después, en un semifallo de Gajate, se coló Quique, que incluso superó la salida de Arconada, pero cuando disparó a puerta se encontró con la sorpresa de que el superportero donostiarra se había rehecho y atrapaba el balón con seguridad.

La fiesta estalló una vez terminado el partido. La Real saludó desde el centro del campo entre los aplausos del público y de los jugadores del Atlético, y se retiró a la caseta. Pero nadie se movió en las gradas, y los gritos de «¡Vuelta, vuelta!» atronaron en San Sebastián. Tras ocho minutos, la Real volvió a comparecer sobre el campo, descalzos ya algunos de sus jugadores, para dar la vuelta al campo entre gritos de «¡Campeones, campeones! » El público de Atocha se creció a pesar de la decepción, aclamó a la Real como campeón moral del torneo y rindió el merecido homenaje a un equipo que con un presupuesto de la segunda mitad de la tabla ha estado en la punta de la misma, ha aguantado 32 jornadas consecutivas sin perder y ha marcado un ritmo que sólo el Madrid ha podido aguantar. Un error en Sevilla, un sólo error, le ha costado el título, porque la fortaleza de ánimo del Madrid es impresionante y no se le pueden hacer concesiones. Pero el nombre del campeón es sólo anécdota para los aficionados de la Real. Lo importante ha sido la ejecutoria de su equipo, y la alegría por la campaña superó a la decepción final.

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