Los jueves, marcha atrás

«Enfrentarnos con lo que hemos sido es un buen ejercicio espiritual. Hacernos ver qué queda en nuestro documento de identidad de las viejas señas de identidad es importante, más allá de nuestro caso personal, como dato importante para el problema, tan debatido hoy, de la identidad personal y de la identidad cristiana.» Así se expresa el filósofo José Luis Aranguren, en el programa de Encuentros con las letras que se emite hoy, por el UHF, a las 21.00 horas.Se emite por el UHF, ¿cómo no?, para que lo vean el menor número posible de telespectadores, un día, los jueves, en el que los 2 10 ...

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«Enfrentarnos con lo que hemos sido es un buen ejercicio espiritual. Hacernos ver qué queda en nuestro documento de identidad de las viejas señas de identidad es importante, más allá de nuestro caso personal, como dato importante para el problema, tan debatido hoy, de la identidad personal y de la identidad cristiana.» Así se expresa el filósofo José Luis Aranguren, en el programa de Encuentros con las letras que se emite hoy, por el UHF, a las 21.00 horas.Se emite por el UHF, ¿cómo no?, para que lo vean el menor número posible de telespectadores, un día, los jueves, en el que los 2 10 últimos minutos de la programación del primer canal, los de mayor audiencia, son espacios de lo más retro que pueda imaginarse. Porque los programadores-ejecutivos, está claro, tienen ya un carné de identidad caducado y con muy dificil renovación.

Así, comenzando por atrás, Poldark, «la serie inglesa más larga», se remonta nada menos que al 1783. Media hora antes, para que el título no dé lugar a dudas, Sombras del ayer, la inmediata primera posguerra totalmente despolitizada en una serie de «noticiarios cinematográficos y documentales»: el capítulo presenta a Imperio Argentina y al cine de entonces. TVE demuestra con esta serie el poco provecho que sabe obtener de los archivos de No-Do, que son patrimonio de todos y que deberían ir a la Filmoteca Nacional, que preside Luis G. Berlanga, a menos que se quiera desmantelarlos para olvidar tanto pasado.

Media hora antes, El señor Villanueva y su gente. Es el único programa de actualidad. El único en el supuesto de que la segunda edición del Telediario ofrezca información actual, inmediata, objetiva, etcétera. Porque ya se sabe que los telediarios tienen irresistible tendencia a dar marcha atrás y aun así, como en los coches viejos y de terceras manos, suele entrar muy mal, El caso es que El señor Villanueva y su gente, el único programa de entretenimiento producido en Prado del Rey para esta jornada, tiene mucho tufo a historia de TVE. Su guionista fue incondicional de la programación de los años sesenta, y este Nicolás Villanueva, abogado, aspira nada menos que a ser diputado. El pobre no se ha enterado de que han cambiado los tercios, y la TVE se empeña en resucitar procuradores en Cortes. Más atrás, el ídolo de los años cincuenta, el venezolano Lorenzo González, cantará Canciones de una vida, como Cabaretera o La niña de Puerto Rico, precedido de la primera media hora retro de la tarde: Así es Hollywood, los viejos éxitos de la «meca» del cine, serie que debería titularse Así fue Hollywood. Lo más gracioso, sin embargo, está en el título del episodio correspondiente: Nuevas versiones. Eso es lo que quisiera TVE de cara al futuro: hacer nueva versión de sí misma.

Hay otro dato de menos importancia. La pequeña pantalla, por eso del complejo de superioridad, odia a los pequeños. En TVE nunca comienzan los años escolares. Hoy tenía que haberse emitido un capítulo de La mansión de los Plaff, de la que Tele-Radio escribe esta preciosidad: «Un castillo fabuloso, con patuchas, foso y oso.» En sustitución se emitirá, según transcripción literal del gabinete de prensa de TVE, «un programa de cine y documentales infantiles, cine cómico y dibujos animados». El caso es que hasta el 4 de octubre o habrá Mansión de los Plaff, porque los programas no están listos.

Por todo esto, el segundo canal, con José Luis Aranguren, resulta interesante alternativa, aunque también es cierto que el profesor, pasado por TVE, pueda tener aire de retro. El profesor, en diálogo con Fernando Sánchez Dragó, retoma un antiguo libro, Catolicismo día tras día, reescrito ahora bajo el título de Contralectura del catolicismo. El encuentro con el profesor, por tercera vez en este programa, aparenta ser una retrospectiva, una mirada atrás. Pero resulta que Aranguren es uno de los hombres más telegénicos del país y uno de los pocos libres ante las cámaras, indiferente y escéptico ante el poder del medio.

El profesor irá desgranando reflexiones como éstas: «La palabra católico empieza por no gustarnos, aparte de lo que pensemos del catolicismo. Nos desagrada porque nos hace pensar en esa unión del Imperio y de la Iglesia en tiempos de Constantino; es decir, que nos aleja de lo religioso. Considero normal que haya ese deslizamiento, ese gusto por emplear la palabra "cristiano" mejor que la palabra "católico". Me empecé a preocupar de la religión partiendo de una vivencia de lo religioso y de un compromiso con lo religioso y, además, porque me pareció que era una lucha posible para empezar a transformar la vida cultural tan opresiva de la época de la dictadura. Lo religioso no estaba censurado como lo político, y pensé que en ese campo podría salir con mayor libertad. Pero pensé, y sigo pensando, que una reforma política tiene que ser fundamentalmente cultural. Y lo religioso es muchas veces el núcleo esencial de la cultura.»

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