La Real ridiculizó al Rayo en la tierra de Vallecas

Después de jugar (?) un lamentable partido en Vallecas ante la Real, el Rayo aún puede sentirse satisfecho a estas horas. No sólo consiguió que fueran únicamente cuatro los goles que le marcó el magnífico equipo donostiarra, sino que, además, tuvo la enorme fortuna, por la tarde, de cantar «Iínea» con la inesperada derrota del Rácing en su campo ante el Español. El «bingo» de la permanencia rayista, no obstante, aún se ve amenazado. Resultará difícil que algún equipo muestre Ia orfandad futbolística exhibida por el Rayo. La Real se limitó a ridiculizarle.El abultado marcador refleja la abismal...

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Después de jugar (?) un lamentable partido en Vallecas ante la Real, el Rayo aún puede sentirse satisfecho a estas horas. No sólo consiguió que fueran únicamente cuatro los goles que le marcó el magnífico equipo donostiarra, sino que, además, tuvo la enorme fortuna, por la tarde, de cantar «Iínea» con la inesperada derrota del Rácing en su campo ante el Español. El «bingo» de la permanencia rayista, no obstante, aún se ve amenazado. Resultará difícil que algún equipo muestre Ia orfandad futbolística exhibida por el Rayo. La Real se limitó a ridiculizarle.El abultado marcador refleja la abismal diferencia entre unos y otros. A pesar de ello conviene matizar que el conjunto realista no se paseó por la tierra vallecana.

Sufrió también lo suyo. Concretamente tuvo enemigo durante los tres primeros minutos del choque. Al cuarto aprovechó ya el primer error práctico de su rival. El estatismo de Rocamora y de Hierro aún debe sorprender al rubio Idígoras en San Sebastián. El Rayo comenzó ahí su calvario, cuando había intentado encerrar a su oponente y proseguir su pequeña racha de aciertos de las últimas jornadas.

La cadena de errores ya se había iniciado mucho antes. Eduardo González, trabajador y excelente persona, se equivocó en su planteamiento y en la asignación de los «pares». Anero fue el encargado de vigilar a Satrústegui, y Tanco pasó al medio campo teóricamente para sujetar al héroe televisivo de hace unas jornadas en el Molinón -Alonso-. Tanco se convirtió en el único hombre con capacidad de remate, pero con la sombra del desconcierto de sus compañeros de zaga, tenía que volver atrás, dejando amplio margen de terreno al centrocampista vasco. Idígoras superaba por arriba y por abajo a Rocamora, y lo de López Ufarte con Nieto no tiene nombre. Como Diego anuló también a Landáburu y Zamora superaba por técnica al pundonoroso Francisco, poco podía ya esperarse del ataque vallecano. Alvarito, Pozo y Clares fueron unos juguetes inservibles para una defensa como la donostiarra, joven -debutaba Górriz y Celayeta y Gajate son «nuevos» esta temporada, procedentes del Sanse-, compacta y sin concesiones a la galería.

López Ufarte, que da la impresión ficticia de estar ausente del juego a veces, se encargó de apuntillar en la primera parte al Rayo. Hizo la jugada que dio origen al segundo gol y provocó el penalti que supondría el tercero. Esta acción merece comentario aparte. El menudo gran «once» dejó en ridículo con tres fintas a Nieto, que, aburrido, le «permitió» marcharse. Sorteó luego la entrada de Anero, que rozó también el ridículo, y Uceda, que no quiso hacerlo, le derribó. La brecha de tres goles era un hecho, y aún pudo el "pequeño diablo» marcar otro más en nuevo contragolpe. González -faltaban dos minutos para el descanso- se decidió a sustituir a Nieto, permitiendo que el jugador se retirase entre los lógicos silbidos. Claro que, puestos a elegir, es casi seguro que el rayista prefirió los pitos de la hinchada a seguir teniendo enfrente a López Ufarte.

La segunda mitad prácticamente sobró, y sólo sirvió para poner de manifiesto la escasa convicción del Rayo. Al menos ya jugaban «once contra once». Clares se quedó en la caseta. Daba igual. La anarquía vallecana poco podía hacer frente a una Real que, cómodamente ahora, seguía simplemente utilizando las premisas básicas del fútbol: anticipación, sentido de la colocación, desmarque y pases al hueco. Satrústegui y López Ufarte protagonizaron acciones aisladas de excelente calidad que provocaron los deportivos aplausos de la escasa concurrencia rayista, y los locales apenas inquietaron a Arconada en un cabezazo de Marian y en remate del oscurecido Landáburu -aburrido por Diego, el «Villar» realista-, resueltos con seguridad -al igual que las andanadas del esforzado Tanco en la primera partepor el meta vasco, que acreditó su categoría internacional, dato a tener en cuenta con el Mundial-82 a la vista. La «puntilla» fue ya el cuarto gol,en nuevo error -uno más- de la zaga local. El Rayo, en definitiva, caía ridiculizado ante un equipo que se esforzó lo justo. Si algunos jugadores vallecanos parecieron encontrarse en niveles futbolísticos de primaria, hay otras cuestiones de tipo burocrático que pueden influir negativamente en ellos. Lo del campo, ejemplo más a mano, es sólo un pequeño síntoma.

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