Ni la Federación ni el Consejo de Deportes han reaccionado ante el anuncio de huelga

Ni la Federación de Fútbol ni el Consejo Superior de Deportes han reaccionado oficialmente aún ante el anuncio de huelga de los futbolistas que, por su parte, se muestran decididos a no ceder en sus pretensiones. Los jugadores tienen confianza en que la huelga no se lleve a cabo, pues esperan que la Federación acceda a negociar. A Pablo Porta, presidente de la misma, se le presenta ahora una difícil situación, porque ha sido su terquedad la que ha complicado las cosas hasta el punto en que ahora se encuentran y porque difícilmente va a encontrar una salida airosa. La huelga le produciría al CS...

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Ni la Federación de Fútbol ni el Consejo Superior de Deportes han reaccionado oficialmente aún ante el anuncio de huelga de los futbolistas que, por su parte, se muestran decididos a no ceder en sus pretensiones. Los jugadores tienen confianza en que la huelga no se lleve a cabo, pues esperan que la Federación acceda a negociar. A Pablo Porta, presidente de la misma, se le presenta ahora una difícil situación, porque ha sido su terquedad la que ha complicado las cosas hasta el punto en que ahora se encuentran y porque difícilmente va a encontrar una salida airosa. La huelga le produciría al CSD pérdidas por valor de unos 140 millones por semana.

El anuncio de huelga de futbolistas ha despertado distintos ecos, y eso es algo que resulta extraño. Sólo la falta de información puede dar lugar a críticas a esta medida. El argumento de que se trata de una huelga de millonarios resulta pueril; existen futbolistas millonarios en bastantes clubs de Primera División, pero esta categoría agrupa a dieciocho clubs, por veinte de Segunda, cuarenta de Segunda «B» y 120 de tercera. Los millonarios han dado en esta ocasión una loable muestra de solidaridad con los que no lo son -la inmensa mayoría- al sumarse a una postura de fuerza que tiende a resolver unos problemas que a ellos no les atañen en tanta medida. Tras pulsar la opinión de bastantes jugadores se llega a la conclusión de que ninguno de ellos desea la huelga y de que tienen esperanzas de que la Federación acceda a negociar estos tres temas principales de su larga lista de re¡vindicaciones. Pero la Federación, que como es sabido se había comprometido con la AFE a estudiar tales puntos entre el 22 de julio y el 22 de agosto, no parece dispuesta a hacerlo. Porta pasa su descanso veraniego en Palma de Mallorca y no se ha puesto en contacto con la AFE. Tampoco el Consejo Superior de Deportes ha dado ninguna respuesta al anuncio de los jugadores.

El nuevo giro de los acontecimientos pone en una difícil situación a Porta, que ha sido el culpable, por su terquedad, de que no hayan salido adelante las negociaciones de los futbolistas con la Federación. Excusándose en las vacaciones de agosto las suspendió, y eso ha dado lugar a que el conflicto se produjese.

Ciento cuarenta millones semanales de las quinielas

No hay que olvidar que el CSD ingresa semanalmente unos 140 millones de pesetas gracias a las quinielas, y que si el día -3 de septiembre no hay fútbol el deporte nacional sufriría ese golpe económico. Pío Cabanillas y Benito Castejón no querrán que esto ocurra, y Porta tendrá, posiblemente, que ceder a las presiones de los futbolistas, y más si, como es de desear el revuelo ocasionado por el anuncio de la huelga consigue llevar hasta la opinión pública la justicia de las reclamaciones planteadas, lo que dejaría sin valor la conocida habilidad dialéctica del presidente de la Federación. Lo increíble es que los jugadores no hayan llegado a la postura de fuerza hasta ahora; la Federación ha sido lo bastante torpe como para no arreglar los casos a tiempo. Existen deudas por valor de más de cien millones de pesetas por parte de clubs a jugadores, sin que se haga nada por que los perjudicados cobren, el derecho de retención ha producido perjuicios irreparables a muchos jugadores -recuérdese el caso de Quini-, el límite de edad en Tercera deja sin trabajo anualmente a muchos jugadores. Tal situación no podía prolongarse por más tiempo.

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