Alfonso Osorio causará baja en UCD en los próximos días

Con la disolución formal del Partido Demócrata Cristiano, que se producirá en los próximos días, el ex vicepresidente del Gobierno, Alfonso Osorio, dejará de pertenecer a Unión de Centro Democrático (UCD). Esta noticia, que en sí misma tiene escasa importancia -por cuanto el señor Osorio lleva varios meses apartado de UCD- se enmarca, sin embargo, en el contexto de las gestiones y contactos que últimamente están manteniendo distintos sectores de la derecha.

Entre otras cabe anotar la celebración de dos entrevistas entre Alfonso Osorio y Manuel Fraga; al menos una, entre Manuel Fraga y J...

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Con la disolución formal del Partido Demócrata Cristiano, que se producirá en los próximos días, el ex vicepresidente del Gobierno, Alfonso Osorio, dejará de pertenecer a Unión de Centro Democrático (UCD). Esta noticia, que en sí misma tiene escasa importancia -por cuanto el señor Osorio lleva varios meses apartado de UCD- se enmarca, sin embargo, en el contexto de las gestiones y contactos que últimamente están manteniendo distintos sectores de la derecha.

Entre otras cabe anotar la celebración de dos entrevistas entre Alfonso Osorio y Manuel Fraga; al menos una, entre Manuel Fraga y José María de Areilza; otras dos entre el señor De Areilza y el señor Osorio; y varios contactos de este último con antiguos compañeros de Gobierno, ex dirigentes de la Unión Democrática Española (UDE) y con miembros destacados del ala progresista de Alianza Popular y dirigentes del Partido Conservador.Estas gestiones no parecen encontrarse tan avanzadas como para proporcionar sustos inmediatos al actual sistema político, pero existen una serie de ideas y elementos en juego, cuyo propósito final sería «superar» las actuales Alianza Popular y Unión de Centro Democrático, con objeto de presentar al electorado un bloque homogéneo de derecha. Obviamente, la operación no llegaría a buen puerto sin el concurso de amplios sectores de la actual UCD, pero no se conoce la existencia de gestiones con los parlamentarios centristas.

Entre los elementos actualmente manejados, en las primeras escaramuzas, figuran el convencimiento del ala progresista de Alianza Popular de que no conseguirá nada, electoralmente, si este partido concurre a las elecciones en las mismas condiciones del 15 de junio; la resistencia de ciertos Sectores empresariales a la aceptación de la reforma fiscal y al presunto entreguismo del actual Gobierno a la izquierda; y la consideración de que sería un error plantear la próxima batalla electoral como un intento de «arrancar» varios millones de votos a la izquierda, cuando lo que interesa es consolidar la derecha.

Tanto el llamado sector socialdemócrata de UCD, como la actual ejecutiva de este partido, podrían ser dos de los objetivos contra los que irían estos planteamientos iniciales. La incógnita es el propio presidente del Gobierno y de UCD, Adolfo Suárez, cuya baja de popularidad es otro de los datos manejados en las gestiones ya citadas.

Por otra parte, el hecho de que existan personas de inspiración política cristiana interesadas en estos primeros movimientos, ha levantado especulaciones sobre el tema de si una cierta idea demócrata-cristiana estará o no detrás de todo ello. Los pronunciamientos de la Conferencia Episcopal española siempre han sido claros, respecto a su rechazo de todo compromiso político temporal. No obstante, el hecho de que próximamente se produzca un relevo en la presidencia del Episcopado español -el cardenal Tarancón tiene muchas posibilidades de ser sustituido por el arzobispo de Zaragoza, monseñor Yañes- añade un nuevo elemento de interés a la situación.

En conjunto, tal estado de cosas recuerda un poco los numerosos movimientos políticos que precedieron a las elecciones generales del 15 de junio pasado, aunque la situación es mucho menos fluida que en aquellas fechas, como corresponde a un sistema que ha sentado sus líneas maestras a través de unas elecciones. No obstante, la consolidación del sistema será mucho más precisa y definitiva después de las próximas confrontaciones electorales, y de ahí que estemos asistiendo a «movimientos» que intentan fijar cuáles van a ser los nuevos contendientes. Una sola cosa puede asegurarse, y es que ninguna batalla seria será emprendida, de acuerdo con las noticias recogidas, antes de la aprobación de la Constitución.

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