El Madrid, ovacionado en San Mamés

El público de San Mamés acogió con una gran ovación al Real Madrid. Los que barrutaban que los del Bernabéu iban a recoger las tempestades que sembró Torneo el pasado miércoles en la Copa se equivocaron de medio a medio. San Mamés, como reconocía Bernabéu antes del tema de los oriundos, ha sido siempre el campo que más aplausos ha dedicado al Madrid. El domingo se repitió la historia. En el terreno estrictamente deportivo, como el Athletic le echó una mano al Barga y el Atlético hizo lo propio con el Madrid, podría decirse que la jornada fuése, y no hubo nada.

Cuando el Real Madrid atra...

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El público de San Mamés acogió con una gran ovación al Real Madrid. Los que barrutaban que los del Bernabéu iban a recoger las tempestades que sembró Torneo el pasado miércoles en la Copa se equivocaron de medio a medio. San Mamés, como reconocía Bernabéu antes del tema de los oriundos, ha sido siempre el campo que más aplausos ha dedicado al Madrid. El domingo se repitió la historia. En el terreno estrictamente deportivo, como el Athletic le echó una mano al Barga y el Atlético hizo lo propio con el Madrid, podría decirse que la jornada fuése, y no hubo nada.

Cuando el Real Madrid atraviesa un mal momento hay quien se frota las manos. Pero lo peor que pueden hacer los enemigos del Madrid es hacerse a la idea de que cae en picado. Justamente cuando peor le van las cosas, saca, no se sabe de donde, sus viejas virtudes y acaba por avasallar. Curiosamente, el Madrid es un equipo que gana los partidos que imprescindiblemente debe ganar. No así otros, que fallan en los momentos en que todo les es propicio.Que el Madrid anda de capa caída es evidente, y no por los resultados, que ya son,todo un indicio, sino por el desbarajuste que se advierte en sus líneas. El Madrid vuelve a aburrir al público. Es co mo si de pronto sus jugadores hu biesen llegado al hastío de balón. Afortunadamente para el equipo del Bernabéu, el Barcelona aprieta, pero no ahoga. Al paso actual quien va a terminar por convertirse en una auténtica preocupación va a ser el Rayo Vallecano.

Pienso que el Madrid acabará por salir del bache. Más que nada porque quizá el Barcelona no será capaz de dar el do de pecho. Para la Casa Blanca, el año de nieves no le augura, por el momento, demasiadas meses. De la Copa ya ha sido eliminado y está fuera de los torneos continentales. Ganar la Liga es toda una necesidad. Bastante tiene con sus arcas agujereadas y con el título de baloncesto un tanto en el aire. Para acabar de enredar las cosas sólo faltaría que el Juven tud se hiciese con el campeonato de la canasta. El baloncesto madridista, que ya anda por un déficit aproximado a los cuarenta millones, necesita cumplir con su obligación de ser campeón no vaya a ser que a alguien se le ocurra, para sanear la economía, suprimir lo que no es rentable económicamente.

Los dineros son, en definitiva, la cuestión de fondo de la actual situación de los clubs de fútbol. Todos están entrampados y todos corren el peligro de ir a la bancarrota total. Ya hay quien barrunta que el desastre puede ser el único camino para meterle el diente a las quinielas. La teoría es que el boleto para quien lo trabaja. Lo único que aquí, algunos listos, pueden pin char en hueso, porque el tema es mucho más complejo de lo que lo plantean.

Con la alegría que caracteriza al deporte español, días pasados se ha hablado de la posibilidad de levantar un edificio a fin de albergar las oficinas del Mundial-82. El país no está para esta clase de dispendios. Lo que debe hacer el deporte español es justamente lo contrario; concentrar instalaciones en lugar de dispersarlas. Actualmente el presupuesto de las federaciones nacionales, en Madrid concretamente, en mantenimiento de locales burocráticos, es algo que abre las carnes. El Consejo Superior a lo que debe llegar es a construir un edificio en el que se instalen todas las federaciones, incluidas las regionales y provinciales de Madrid. Un solo edificio sería mucho más rentable, y la burocracia mucho más simple. Además podría sistematizarse el trabajo a todos los niveles. Lo que tristemente ocurre es que cada uno quiere hacer de su capa un sayo.

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