Entrevista:

"No he pretendido juzgar a nadie"

José Manuel Lorenzo. Quizá estemos ahora en un compás de espeta y de serenidad en el que pudieran decirse una serie de verdades. Quizá sea muy conveniente que José Manuel Lorenzo deje de ser director de una prisión para que así lo mismo él que los demás todos, prensa, políticos y superiores, tengamos el tiempo suficiente para que esto se esclarezca y para que se pongan las cosas, los hombres y las ideas, cada uno y cada uno en su sitio.Estaba tras una institución concediendo la primera entrevista a EL PAIS en Córdoba, en el pabellón de la prisión. Eran las cuatro de la tarde y su señora...

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José Manuel Lorenzo. Quizá estemos ahora en un compás de espeta y de serenidad en el que pudieran decirse una serie de verdades. Quizá sea muy conveniente que José Manuel Lorenzo deje de ser director de una prisión para que así lo mismo él que los demás todos, prensa, políticos y superiores, tengamos el tiempo suficiente para que esto se esclarezca y para que se pongan las cosas, los hombres y las ideas, cada uno y cada uno en su sitio.Estaba tras una institución concediendo la primera entrevista a EL PAIS en Córdoba, en el pabellón de la prisión. Eran las cuatro de la tarde y su señora, amablemente, nos ofreció una copa. Lorenzo tomó ginebra; el periodista, agua. La casa es amplia, antigua. La familia debe de ser numerosa, porque se ven varias camas en nuestro paso hacia el salón. En él, una librería con enciclopedias y libros, una treintena de lobos blancos, ofertas del mes de los clubs de correspondencia. « Leo de todo», nos dijo. Nos había recibido en el amplio patio de entrada y en las manos llevaba un portafolio que trasladaba desde el despacho a su propio pabellón frontero. Estuvo amable, triste, pero manteniendo el tipo; si la había, la ira estaba contenida y no se traslució, distante y pontifical.

Dos horas duró nuestra entrevista con el señor Lorenzo, en la que repasó todos los artículos del Reglamento de Prisiones que en su concepto demuestran que está entre las atribuciones de un director conceder o no una entrevista cuando se den circunstancias especiales. Las entendió así con la presencia de los senadores Cela y Bjorkman. No vio magnetófono alguno. Tampoco el funcionario del rastrillo. Cortésmente los dejó solos; sabía que el corresponsal de EL PAIS los había llevado a la prisión y los estaba esperando fuera.

EL PAIS. ¿Usted sabe que le van a utilizar grupos de la derecha mostrándole como un sacrificado por la democracia? Circula el rumor de que Alianza Popular le va a ofrecer un homenaje.

J. M. L. Yo no he recibido hasta este momento ningún intento por parte de nadie de utilizarme. Los que quieran utilizar esta expresión mía como ideología propia se están equivocando; yo no quiero hacer el juego a nadie. Yo no atenderé petición de ningún tipo. He podido ser independiente hasta ahora y voy a seguir siéndolo.

No es que vaya a intentar seguir siéndolo, no; es que voy a seguir siéndolo (por la ciudad ha comenzado a circular el rumor de una convocatoria de Alianza Popular para ofrecerle un homenaje), dependeré exclusivamente de mis obligaciones familiares, sociales y profesionales.

Yo no pertenezco a Fuerza Nueva, yo no tengo tras de mí a ninguna asociación u organización que me ampare o me defienda o me empuje. Yo soy un hombre solo que defiende una verdad. Lo que se ha dicho y he leído en muchos periódicos de que el director de Córdoba era un fascista o pertenecía a Fuerza Nueva es totalmente falso. Yo no soy fascista. Yo no soy franquista. Yo no «soy absolutamente de nada. Yo soy simple y escuetamente un funcionario. Un funcionario del Estado, insisto del Estado, no un político del Gobierno. Quizá en algún momento haya sido malentendido. Quizá también en determinado momento de mi vida me haya podido equivocar.

EL PAIS.¿No reconoce usted haberse excedido al juzgar a los senadores?

J. M. L. Yo no he querido en ningún momento erigirme en juez de actitudes y actuaciones. No sé si se habrán tomado de forma excesiva una serie de expresiones mías. Usted se dará cuenta de que soy hombre serio, quizá excesivamente seco en mi expresión y en mi gesto, que ofrezco una figura incluso antipática. Lo sé, porque a lo largo de mi vida he tenido muestras suficientes de todo ello... Mi propia figura de hombre alto parece la de quien va a comerse a medio mundo... ¡No hay tal! En absoluto. No he pretendido juzgar a nadie, el que las declaraciones resultaran secas forma parte de mi manera de ser. Si estamos en una democracia, yo planteaba una serie de preguntas porque creo que tenemos el derecho de plantearlas e incluso el derecho de que se nos conteste a ellas. Nadie ha contestado a mis preguntas: ¿Se pasó la grabadora? ¿Se pasó escondida? ¿Quién la pasó? Son cosas que no se han dicho todavía...

"No puse trabas reglamentarias"

José Manuel Lorenzo se refirió en el transcurso de su cuasi monólogo de dos horas al editorial de EL PAIS sobre «el método Ollendorf» diciendo que el propio editorial hablaba del tiempo cuando se le preguntaba por la familia... «Yo demostré que me fiaba cuando pudiendo poner una serie de trabas reglamentarias a los senadores no lo hice; luego mi concepto de la libertad está sobradamente demostrado. Yo viví en los tiempos de Franco, como todos hemos vivido, y añadiría que afortunadamente, no porque aquellos tiempos -matiza- fueran mejores que éstos, sino porque vivimos. Todos hemos vivido en aquella época y ésta.» Negó que él hubiera hecho la guerra, puesto que tenía cinco años en el momento de acabar el conflicto. «Por eso no puedo ser un fascista que ha dejado huella en los últimos cuarenta años.»

EL PAIS. Le replanteo el interrogante del editorial: ¿Entendemos que usted se ha detenido en la anécdota de la grabadora en vez de enfrentarse al fondo de la situación penitenciaria? Eleuterio plantea en la entrevista con los senadores su juicio sobre las motivaciones de los motines: la no excarcelación de los comunes y el inmovilismo del cuerpo de prisiones.

J. M. L. Esto sería muy largo de explicar. Entiendo que la sociedad tiene parte de culpa en los delitos de los presos sociales. Estoy de acuerdo en esto totalmente con Eleuterio Sánchez. Han salido hombres en libertad y admito también que esto es bueno. Todo lo que, sea dar libertad es bueno. Pero este problema no es penitenciario. Es social, político y jurídico. En efecto. La sociedad es un caldo de cultivo propicio al delito. Es jurídico por cuanto parece que se persigue con más fuerza y se condena con más intensidad al que ejecuta una serie de actos contra la propiedad privada, y no me atrevo a decir que contra la riqueza de la burguesía, que el que atenta contra la propia vida, más supremo este bien si es de alguien que está defendiendo a la sociedad y el orden. Y tiene también un carácter político; de ello es consciente el interno con su enorme concepto de la justicia.

El señor Lorenzo negó que fuera discriminatorio el trato recibido por los penados en Córdoba respecto al de otras instituciones, distinguiendo entre los aplicados a los distintos grados y a las situaciones de preventiva o penado.

Reconoció que se le había pedido dimitir pero que lo que le ofrecieron no le satisfacía. Por lo que rechazó la insinuación. No rehusó contestar a ninguna pregunta ni planteó cuestionario previo, pero con su prolijidad de respuestas de quince minutos a cada cuestión y proclividad a la divagación no entró quizá en matices críticos, porque mantuvo una cautela tensa en el transcurso de toda la entrevista. Dijo que recibió un telegrama en el que se le notificó su destitución y que en el mismo se disponía que se hiciera cargo de la institución Justino Gracia.

Medios próximos a los funcionarios atribuyen a este nombramiento un carácter provisional, ya que según los mismos, el señor Gracia había sido degradado de su mando de director de prisiones (aquí ejercía de subdirector) tras haber sido en una anterior etapa director de la Modelo de Barcelona, donde lo era en ocasión en que un motín durante las fiestas de la Merced dio lugar a presencia de todas las autoridades, incluso el entonces gobernador y también en su etapa de mando ocurrió la muerte a palos a manos de algunos funcionarios de un súbdito extranjero con intervención del cónsul en Barcelona. También parece que ha sido director del penal de Ocaña. El nuevo director mantuvo una actitud recelosa ante nuestra presencia ayer en la cárcel con el director destituido.

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