Los novilleros, aburridos por las empresas

Entre taurinos suele emplearse, cuando viene el caso, la muletilla: « Ha tenido más oportunidades que José Fuentes.» No reparan en los novilleros, pues podrían decir con parecida base: «Ha tenido más oportunidades que Pedro Somolinos.»Cuando Somolinos irrumpió en el toreo decían de él que tiene cante. Lo del cante les va mucho a los taurinos, y es voz del moderno argot; un argot que no utilizan, utilizaron, ni utilizarán jamás los aficionados, lo cual no es sino un dato más del divorcio radical que existe (y cada vez más) entre afición y taurinismo.

Por eso no se entienden...

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Entre taurinos suele emplearse, cuando viene el caso, la muletilla: « Ha tenido más oportunidades que José Fuentes.» No reparan en los novilleros, pues podrían decir con parecida base: «Ha tenido más oportunidades que Pedro Somolinos.»Cuando Somolinos irrumpió en el toreo decían de él que tiene cante. Lo del cante les va mucho a los taurinos, y es voz del moderno argot; un argot que no utilizan, utilizaron, ni utilizarán jamás los aficionados, lo cual no es sino un dato más del divorcio radical que existe (y cada vez más) entre afición y taurinismo.

Por eso no se entienden. Por eso el taurinismo va a su aire, sin tener en cuenta casi nunca la opinión y los gustos de los aficionados, con dramáticas consecuencias para la fiesta misma, pues si se pierde la afición se perderá el espectáculo.

Un ejemplo típico de ese divorcio que decíamos más arriba es la empresa de Madrid y su clientela habitual. La empresa de Madrid (o alguien con categoría de empleado en la misma, o sus parientes) no sólo ayuda a los toreros que administra (lo cual está muy bien), sino que los impone (lo cual está peor). Un ejemplo es Pedro Somolinos, que apuntaba el cante y fue lógico que se le apoyara, pero que no debe reunir todas las condiciones que son precisas para avanzar en esta difícil profesión, pues hace ya mucho tiempo que dejó el cante para cantar la gallina. A pesar de lo cual, la empresa de Madrid lo impone en sus carteles, lo repite hasta hartar, en detrimento de otros toreros que necesitan verdaderamente oportunidades.

Porque no todos cuajan en el mismo tiempo y con el mismo número de festejos. Puede apreciarse que en la relación de los que menos torearon en. 1977 hay muchos veteranos (con cinco años de carrera, valga la expresión), aún sin romper hacia el estrellato, lo cual no tiene por qué significar que no estén capacitados para ello. En la mayor parte de los casos se trata de toreros que no han pasado de un ridículo número de actuaciones por temporada; año a año los han ido aburriendo las empresas, con su olvido, o acordándose de ellos sólo para que se jugaran el porvenir a una sola baza. Y tienen ahora Ios resabios y el desaliento del que ha visto marchitas las ilusiones de sus mejores años, en la injusticia y en la incomprensión.

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