El Atlético hizo sufrir a la parroquia

Al campo del Manzanares le van a llamar dentro de nada el de las angustias. Ya sea a nivel de selección o de club, sobre el bien cuidado césped del cuadro rojiblanco sólo se ve fútbol con suspense. El Atlético de Madrid, como queriendo ser un calco de la selección de Kubala, sólo empezó a eliminar al Nantes cuando faltaba poco menos de un cuarto de hora.El equipo de Luis dio en la primera parte todo un recital de mal jugar. El centro del campo, fundamental hace bien poco tiempo en el armazón rojiblanco, brilló por su ausencia. Alberto fue superado siempre por el pegajoso Van Straelen, y la gra...

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Al campo del Manzanares le van a llamar dentro de nada el de las angustias. Ya sea a nivel de selección o de club, sobre el bien cuidado césped del cuadro rojiblanco sólo se ve fútbol con suspense. El Atlético de Madrid, como queriendo ser un calco de la selección de Kubala, sólo empezó a eliminar al Nantes cuando faltaba poco menos de un cuarto de hora.El equipo de Luis dio en la primera parte todo un recital de mal jugar. El centro del campo, fundamental hace bien poco tiempo en el armazón rojiblanco, brilló por su ausencia. Alberto fue superado siempre por el pegajoso Van Straelen, y la gran clase de Michel y Rampillon empequeñecieron a Leal y Marcial, respectivamente. El Nantes, que con el empate a cero se sabía eliminado, planteó el partido con férreos marcajes, pero con mucha rapidez en los despliegues atacantes, aprovechando muy bien a sus dos extremos, Baronchelli y, sobre todo, Lacombe. Marcelino y Capón se las vieron y desearon para frenarles, pues el cuadro francés, con orden espléndido desde el inicio de sus jugadas, llegaba casi siempre con peligro al marco de Reina.

Fue sintomático que tras un tiro de Ayala en el primer avance del partido, el campeón español no volviera a disparar a puerta más que dos veces hasta el descanso y sin excesivo peligro. El gol francés fue un justo premio a su labor, y hubiese sido injusto, en cambio, que Cano, a su estilo, hubiese aprovechado dentro del área un pase de Marcial. Hasta el líbero Bargas se había ido al ataque, y Tusseau -tanto él como Bossis son dos laterales magníficos-, el mismo Lacombe, Pecout, Michel y Baronchelli dispusieron de ocasiones para marcar. Las perspectivas no podían ser peores. Incluso el público, atónito ante un juego tan lamentable de su equipo, se olvidó de animar.

Pero aquello iba a cambiar. Pese a las bajas, aun sin delanteros realmente -sólo Cano-, el Atlético sacó fuerzas de flaqueza y le echó corazón al juego, lo único que podía mantener. Hasta los veinte minutos tuvo seis oportunidades de gol, y Bertrand-Demanes, en dos despejes a tiros sucesivos de Ayala y Bermejo, demostró ya que no bloca bien. El primer gol atlético vino así, y también se confirmó que si en España el problema a nivel de selección es idéntico se tirara más y mejor a puerta, algo que parece olvidado y nos asombra comprobar en las «ligas europeas» otro gallo cantaría.

El centro del campo atlético, sin llegar a entonarse, pues tanto Marcial como Alberto fallaron continuamente, al menos mantuvo ya el ritmo de ataque general ante un Nantes que quizá pecó de conservadurismo con el gol de ventaja. Marcial se emparejó ahora por la derecha con Van Straelen; Alberto, en el centro, con Rampillon, y Leal, a la izquierda, con Michel. Ese orden, amén del coraje puesto en la brega, fueron suficientes. Tras el segundo gol de Pereira, Leal tuvo dos ocasiones más de marcar, y otra Bermejo.

Lo peor de todo, sin embargo, fueron los últimos once minutos. No es que el Nantes dispusiera de muchas oportunidades, pe ro a la angustia anterior por ir detrás en la eliminatoria siguió la de temer un segundo gol galo que le hubiese clasificado. Demasiados sufrimientos, pues. Menos mal que el Atlético se puede retirar ahora a curar las heridas a sus cuarteles de invierno.

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