El Rayo venció angustiosamente a un engañoso colista

Un Rayo nervioso, atenazado por la responsabilidad y sin ideas, derrotó el domingo a un Barcelona Atlético que gustó. Con este triunfo, logrado de manera angustiosa, a ocho minutos del final, el Rayo ve más cerca la posibilidad de su ascenso. Pero deberá dejar a un lado nervios, incorrecciones e indisciplina. El filial azulgrana estuvo en trance de amargarle la fiesta.Había ambiente de fiesta en Vallecas. La visita del colista no preocupaba en demasía, pese a los recelos y advertencias que durante toda la semana mostró el siempre cauto García Verdugo. Ciertamente, los inicios presagiaban una c...

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Un Rayo nervioso, atenazado por la responsabilidad y sin ideas, derrotó el domingo a un Barcelona Atlético que gustó. Con este triunfo, logrado de manera angustiosa, a ocho minutos del final, el Rayo ve más cerca la posibilidad de su ascenso. Pero deberá dejar a un lado nervios, incorrecciones e indisciplina. El filial azulgrana estuvo en trance de amargarle la fiesta.Había ambiente de fiesta en Vallecas. La visita del colista no preocupaba en demasía, pese a los recelos y advertencias que durante toda la semana mostró el siempre cauto García Verdugo. Ciertamente, los inicios presagiaban una cómoda victoria rayista. A los treinta segundos Felines lanzó un impresionante remate, que obligó a Castell a realizar su primera intervención apurada. El Barcelona Atlético no daba sensación ni de equipo ni de nada, y propiciaba el acoso del Rayo.

Poco duró la superioridad rayista. El filial azulgrana comenzó a despertar y a sacudirse la ofensiva rival. Sus hombres dejaron a un lado ilógicos temores y el esquema de Laureano, un claro 4-4-2, comenzó a dar sus frutos. Rebollo tuvo dos ocasiones claras.

El tanto de Alvarito, a la media hora de juego, hizo respirar profundo a los madrileños, que veían asentarse en el campo al engañoso colista. Sin embargo, no habían transcurrido ocho minutos cuando Rebollo acertó. Jarro de agua fría para todos.

Tras el descanso, los rayistas mejoraron su mal juego anterior. Los chicos de Laureano se hicieron definitivamente con las riendas del partido y a ellos correspondió lo único que de calidad hubo en el campo vallecano. Con el paso de los minutos, la impotencia madrileña se hizo angustiosamente manifiesta y los nervios comenzaron a aflorar en jugadores y público. Tímidos e injustos gritos de «tongo, tongo», a los que se unieron abucheos a determinados jugadores

A ocho minutos del final Rial empañaba en parte su nula labor con el tanto del triunfo, que desató los nervios de algunos jugadores. Pero los espectadores lo perdonaron todo. El Rayo iba a conseguir otros dos puntos, con más pena que gloria, pero vitales al fin y al cabo. Una vez más el conjunto de Vallecas venció sin convencer. Todo lo contrario. Dio la sensación de estar en el campo sin ideas, roto y agarrotado. Sólo Tanco y Uceda dieron tono a un equipo que deambuló por el césped, excepción hecha también de Felines, aceptable en su tarea de ordenar el deslavazado juego de su Rayo.

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