El Madrid mereció ganar su lamentable torneo

Aunque parezca mentira, por fin terminó el lamentable torneo futbolístico conmemorativo del LXXV aniversario del Real Madrid. Si el encuentro final entre el club blanco y la selección argentina no se tomó a broma como los anteriores fue simplemente porque más que eso en la mayoría de sus momentos dio pena. A fin de cuentas se enfrentaban un equipo que ha sido importante y una selección no menos nombrada. En resumen, se trataba de respetar a ambos por lo que habían representado en otros tiempos, y quizá también por aquello de desear fervientemente de una vez contemplar «algo de fútbol». Además,...

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Aunque parezca mentira, por fin terminó el lamentable torneo futbolístico conmemorativo del LXXV aniversario del Real Madrid. Si el encuentro final entre el club blanco y la selección argentina no se tomó a broma como los anteriores fue simplemente porque más que eso en la mayoría de sus momentos dio pena. A fin de cuentas se enfrentaban un equipo que ha sido importante y una selección no menos nombrada. En resumen, se trataba de respetar a ambos por lo que habían representado en otros tiempos, y quizá también por aquello de desear fervientemente de una vez contemplar «algo de fútbol». Además, los gritos de protesta no podían nunca ser demasiados porque las gargantas eran poco más de cuatro para ello.O sea, que han, pasado cuatro partidos para olvidar, y del último, siendo benevolentes, sólo se podrían salvar los últimos minutos, a raíz de la expulsión de Ardiles. La inferioridad numérica de los argentinos trastocó sus líneas, y el Madrid, más libre en el centro del campo por la desaparición del pequeño e incordiante rival, llegó suelto con los únicos peligros serios de todo el partido a los dominios de Gatti y el inteligente gol de Del Bosque. Antes, sólo Vitoria tuvo dos ocasiones, una a pase del mismo Del Bosque y otra tras cabecear Santillana a los doce y diecinueve minutos de la segunda parte. En la primera, nada de- nada. Resulta que los extremos esta vez ni existieron, y Santillana también anduvo perdido todo el partido. Los centrocampistas blancos, que no les sirvieron balones, ni supieron buscar huecos ante la ordenada defensiva porteña, se acabaron convirtiendo en delanteros. Del Bosque, eso sí, aparte de marcar el gol, pareció toda una figura, pues al final nadie le hizo frente.

Argentina, desde luego, tiene la inmensa suerte de estar clasificada de oficio, como país organizador, para el Mundial 78, porque si tuviese que eliminarse con alguien lo iba a pasar fatal. Su juego no es que sea lento, que lo es, sino de una inocencia, de una estática y de una inoperancia, cara a la puerta, algo impresionante. Con decirles que en toda la primera parte los únicos tiros a puerta fueron obra de Carrascosa y Olguín, los dos defensas, y que en la segunda Miguel Angel ni siquiera tuvo que hacer una parada difícil está comentado su triste balance. No sabemos si el partido se transmitió en directo por televisión para Argentina, pero al menos lo verán en diferido. Desde luego, Menotti, su seleccionador, no parece que por este camino dure mucho tiempo. Aparte de las campañas que haya en su contra por otras razones, no cabe duda que con este equipo hará el ridículo en el Mundial.

Cambió a tres hombres, avanzados en la segunda parte y aun que consiguió algo más de movilidad, resulta que su entendimiento fue aún menor. Houseman, por ejemplo, un hombre cotizado, fue un juguete para Camacho -quizá el mejor extremo del Madrid actualmente si se le pusiera; total por cambios... Villa, un jugador de gran planta y que es el único del medio campo que se va con soltura hacia adelante, parecía moverse solo y no ve a a quién pasar más allá de cuatro metros. Ardiles, otro motor central, no ordenó nada, posiblemente porque era demasiado difícil. El grave problema argentino es que sus acciones se reducen a un corto espacio de fe rreno y, para colmo, andando. Menos mal que el Madrid -eso ganó todo el mundo- jugó al aire que acostumbra, es decir, sin es, quema por falta de peones, pero no se metió en el ritmo lento de los rivales. Ya hizo bastante, y por eso mereció ganar. Si lo hubiera hecho -Dios nos libre-, el estrambote del torneo habría resultado insoportable. En fin, de esta forma con la esperanza de que algo cambiase, cada uno a su mal aire, pasaron los minutos. Pero esa pequeña animación final no salvó un nivel general intolerable. Ni por lo que representaba el torneo, ni por la calidad -supuesta- de los protagonistas, ni -lo más importante, tal vez- por el sufrido espectador, que cada día se- pregunta más en el Bernabéu dónde se ha ido el buen fútbol.

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