Hay que impedir los partidos sobre campos embarrados

Con la llegada de las lluvias, los campos de fútbol se nos han encharcado. La incapacidad de nuestros árbitros para romper los malos hábitos establecidos desde hace tiempo impide que se suspendan encuentros que bajo ningún concepto puede admitirse que se jueguen. La Federación, en esto como en tantas otras cosas, no hace el menor intento de salir de su rutina, y parece conforme con el hecho de que se jueguen encuentros sobre terrenos impracticables, que impiden el espectáculo y que suponen un peligro para los jugadores. Lo más penoso del asunto es que existe una solución sencilla y económica q...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Con la llegada de las lluvias, los campos de fútbol se nos han encharcado. La incapacidad de nuestros árbitros para romper los malos hábitos establecidos desde hace tiempo impide que se suspendan encuentros que bajo ningún concepto puede admitirse que se jueguen. La Federación, en esto como en tantas otras cosas, no hace el menor intento de salir de su rutina, y parece conforme con el hecho de que se jueguen encuentros sobre terrenos impracticables, que impiden el espectáculo y que suponen un peligro para los jugadores. Lo más penoso del asunto es que existe una solución sencilla y económica que no implica la suspensión de partidos: los plásticos.

Vaya por delante que este trabajo ha sido sugerido por las condiciones en que frecuentemente se encuentra Balaídos, el campo del Celta, pero que no se trata de dirigir aquí un ataque contra un club cuyos rectores no cometen otro delito que compartir la falta de interés general de los demás dirigentes de nuestro fútbol por mejorar las condiciones del mismo en su doble vertiente de espectáculo y deporte.Un campo de juego embarrado impide la práctica del fútbol y convierte este deporte en algo distinto, carente de valores como espectáculo y muy peligroso. La habilidad técnica, uno de los fundamentos del fútbol, pierde casi toda su importancia y no queda más recurso que jugar al patadón hacia adelante. El barro, además, impone un esfuerzo físico al jugador que se suele traducir en lesiones musculares, y además el hecho de que el terreno se encuentre resbaladizo propicia los choques peligrosos y aumenta muy considerablemente el riesgo de que se produzcan golpes importantes.

Los plásticos, solución

El reglamento de fútbol autoriza al árbitro a suspender un partido si encuentra que el terreno no está en condiciones para la práctica del juego. El delito, pues, está en el árbitro que estima que se puede jugar sobre terrenos en los que claramente, el juego es imposible. En esto, como en otras cosas, nuestro fútbol funciona peor que el de otros lugares. En España apenas se suspenden partidos por causa de la lluvia; los árbitros, irresponsables en muchos casos, autorizan a que se juegue el partido antes que suspenderlo, por temor a la reacción del público que, instalado en las gradas, espera el comienzo del mismo, y por temor a la reacción de un club que se vería forzado a devolver el importe de las localidades.Sin embargo, la suspensión sólo es una solución extrema que puede ser provocada de forma inevitable por el viento o la niebla, pero nunca o casi nunca por la lluvia. Esta no tiene por qué ser problema para el fútbol si cada club se provee de unos plásticos con los que cubrir el terreno de juego. El Madrid los posee, y cuando la semana se mete en lluvias los extiende sobre el campo. Poco antes del partido son levantados. Por mucho que llueva durante el juego, será difícil que el césped, seco antes de comenzar el partido, llegue a ponerse impracticable. Sí ocurre esto, sin embargo, cuando el campo ha estado expuesto a la lluvia varios días.

Los plásticos que utiliza el Real Madrid cuestan, según dato facilitado por el propio club, unas 300.000 pesetas. Poco dinero, desde luego, para la utilidad que representan. Veinte veces más que eso vale un flojo oriundo al que luego cuesta Dios y ayuda encontrarle un sitio en el equipo. ¿ Puede la Federación obligar a los clubs a instalar plásticos? Puede impulsarles a ello si presiona a los árbitros para que no admitan que comien cen los encuentros sobre campos impracticables. A un club le resultará mucho más molesto sufrir la suspensión de un partido que tomar tan sencilla precaución para evitar que el campo se embarre. La solución es tan sencilla que cabe preguntarse por qué no está más extendida. Habrá que señalar que en algunos casos por desidia y en otros porque el barro se considera un aliado más que un enemigo. Hay clubs en cuyas ciudades no llueve lo bastante como para que el barro sea problema más de un par de veces al año, y no grave. A éstos no les parece preciso adoptar, ninguna medida. Otros, situados en zonas más lluviosas, tienen frecuentemente barro, pero por eso mismo lo consideran amigo, en especial si son equipos de floja calidad técnica y que tienen que recibir a otros con jugadores de fútbol más exquisito. Se han conocido muchos casos de clubs que embarraban sus campos para ayudarse así en la lucha contra enemigos más técnicos. Es natural que resulte difícil convencerles para que eviten algo que en realidad les gusta provocar. La Federación no debe seguir mostrándose pasiva cuando la solución está, tan a la mano.

Archivado En