El Madrid dio una borrosa imagen en el Benito Villamarín

El Betis se hizo acreedor del dos a cero ante un Real Madrid que dio una borrosa imagen de fútbol en el Benito Villamarín. Los verdiblancos, cohibidos y prudentes en exceso durante los primeros minutos de partido, se crecieron poco a poco para desmantelar todas las líneas de un rival en precario de ideas.Miljanic decidió alinear a dos extremos poco antes de comenzar el encuentro. Con ello disipaba cualquier pronóstico de que el Madrid viviese de realquilado en su parcela, lo que parecía más que probable cuando se hablaba de cuatro centrocampistas y sólo dos delanteros. Sánchez Barrios y...

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El Betis se hizo acreedor del dos a cero ante un Real Madrid que dio una borrosa imagen de fútbol en el Benito Villamarín. Los verdiblancos, cohibidos y prudentes en exceso durante los primeros minutos de partido, se crecieron poco a poco para desmantelar todas las líneas de un rival en precario de ideas.Miljanic decidió alinear a dos extremos poco antes de comenzar el encuentro. Con ello disipaba cualquier pronóstico de que el Madrid viviese de realquilado en su parcela, lo que parecía más que probable cuando se hablaba de cuatro centrocampistas y sólo dos delanteros. Sánchez Barrios y Aguilar ofrecían en los prolegómenos del partido un cartel de fútbol ofensivo que ellos trataron de justificar. Pero la historia se truncó en la línea de medios del Real.

A los catorce minutos dejuego, tras el lanzamiento de un córner, Santillana, que emergió de entre una maraña de defensores, estrella un bálón Íen el larguero de Campos. Era la primera tentativa formal de dar vida al marcador. Y fue de las últimas. Siete minutos después García Soriano lograba una volea que Uría se encargó de enviar a córner. Los miedos del Betis se acabaron en ese instante.

Iriondo planteó el encuentro co n marcajes férreos sobre las tre puntas de ataque del Madrid: Santillana, Aguilar y Sánchez Barrios. En el centro del campo era López el único que se pegaba a su par: Velázquez, Muhren y Cardeñosa tenían manga ancha para crear fútbol y atajar el que pretendieran hacer Del Bosque y Breitner. En la línea de ataque García Soriano, Mendieta y Anzarda ocupaban zonas de juego rígidamente señaladas. Miljanic que ordenó un apareamiento a ultranza de sus tres zagueros con la delantera rival, pudo comprobar cómo en el centro del campo a Velázquez le fallaba el tino en el centro largo a los extremos, de Del Bosque se prendía una pusilanimidad infrecuente en partido de competición y Breitner erraba unayotravezenlaentregaoenel remate a puerta. El panorama en fa línea de ataque resultó desolador. Sin trampoline s en el medio campo, Aguilar y Sánchez Barrios corrieron sin tregua tras el bal ón con una sola idea, la de nutrir de centros la cabeza de Santíllana, un ariete desamparado en los aledaños del área béfica.

El Betís encontró su contraataque en la segunda mitad del encuentro. Los primeros 45 minutos, tan grises como la niebla que amenazó con posarse en el Benito Villamarín, fueron jugados con un ritmo apático. Muhren, Cardeñosa y López detenían el balón en el centro del campo; Breitner, Del Bosque y Velázquez lo congelaban. Dos remates de García Soriano, uno de Muhren y uno de Santillana cortaron el bostezo de la afición.

En el segundo tiempo, la pálida imagen del Madrid comenzó a desfigurarse hasta que se hizo, borrosa por completo. Cuando Cardeñ,osa comenzó a crear sin prejuícios, Muhren a lanzar balones- sin miedo y López a desentenders, del marcaje a un Velázquez apagado, el Betis se plantó ante el marco de Miguel Ang91 como si el pasillo de entrada a esa zona tuviera, una franquía dispuesta con el beneplácito de la defensa del Madrid. Fue el tiempo en que Anzarda se despegó de Uría y en el que Mendieta Competía por alto con Benito. Dos goles en doce minutos acabaron por tiznar de negro lo que hasta ent onces había sido juego gris del Real Madrid.

Mendieta, cuando restaban diecisiete minutos de partido, y para que ningún rival argumentase falta de suerte por el remate de Santillana al larguero, se en cargó de empatar esa posibilidad frustrada por la madera. El Ma drid desairado en su parcela, no lograba encarrilar el balón por la senda que conducía a los delan teros. El Betis, sin juegos malabares, más que luchar se recreaba en comprobar cómo el tiempo pasaba sin sobresaltos. Miljanic volvía a casa con una maleta repleta de piezas que co rreponden a la maqueta de un rompecabezas del fútbol que no acierta a encajar.

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