LA LIDIA

Eduardo Cano, entre la vendimia y la escuela taurina

Estaba en mi pueblo, Algodonales, de la provincia de. Cádiz, y allí me enteré de que iba a empezar a funcionar la escuela taurina. Y me, dije: « Ea, ésta es tu oportunidad, Eduardo; con que... ¡carretera! » Y me eché al auto stop y así llegué a Madrid. Porque yo quería que me vieran. Desde los nueve años -por entonces murió mi padre-, tengo la ilusión puesta en ser torero. Y le vieron, ¡vaya si le vieron!, pues Eduardo Cano, veintiún años, de los cuatro seleccionados en la prueba de vacas de la escuela taurina, es el que mejor hizo el toreo. Es también el de menos disponibilidades econó...

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Estaba en mi pueblo, Algodonales, de la provincia de. Cádiz, y allí me enteré de que iba a empezar a funcionar la escuela taurina. Y me, dije: « Ea, ésta es tu oportunidad, Eduardo; con que... ¡carretera! » Y me eché al auto stop y así llegué a Madrid. Porque yo quería que me vieran. Desde los nueve años -por entonces murió mi padre-, tengo la ilusión puesta en ser torero. Y le vieron, ¡vaya si le vieron!, pues Eduardo Cano, veintiún años, de los cuatro seleccionados en la prueba de vacas de la escuela taurina, es el que mejor hizo el toreo. Es también el de menos disponibilidades económicas. Mientras sus tres compañeros estudian, pertenecen a familias más o menos acomodadas, él tiene que buscarse el cocido todos los días. Después de la prueba, se marchó a San Martín de Valdeiglesias, a vendimiar. Ya ha vuelto y vive en la propia escuela, donde le permiten que utilice la enfermería para dormir.-Casi todo lo que sé del toreo -afirma- lo he aprendido por mí mismo. En este mundillo no hay nadie que te diga «ese terreno» o «ese pase». Ni quien te dé facilidades. Si hubiese tenido apoyo, a estas horas sería primera figura, estoy seguro. Pero, de apoyo, nada. En los últimos años, sólo conseguí participar en diez festejos menores. Hay algunos empresarios que no veas cómo son: «¿Que quieres torear, hijo? Bueno, bueno, pero tendrás que pagarte los gastos, Vengan de ahí 3.000 duros ... ». Y yo, se lo juro, dinero por torear, no se lo doy a nadie. Es una indignidad. Además, si después de diez días de vendimia he ganado 3.000 pesetas, ¿se las voy a dar a un empresario? ¡Venga ya! Las 3.000 pesetas, son para comer yo.

Ha ido, como tantos y tantos, de tentadero en tentadero, unas veces para dar varias docenas de muletazos y otras para quedarse encaramado en la tapia, porque no le dejaban que bajara. «Entre los ganaderos, hay de todo: unos, como Alvaro Domecq, en su finca de Los Alburejos, son buenos con los capas; otros, ya le contaría a usted. »

Ahora, para Eduardo Cano, lo importante es la escuela taurina: « De haber existido hace diez años, esto del toro sería hoy otra cosa. Tenemos en ella oportunidad de practicar, nos enseñan, hay preparación física, nos dan educación». Pero Eduardo -nos dice-, necesita, además, apoyo.

-Que me echen una mano los empresarios y verán a dónde soy capaz de llegar. La confianza que tengo en mí mismo es total.

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