El Rayo aprieta el acelerador

El partido tuvo dos fases muy diferenciadas, la primera brillante y la segunda mediocre, que coincidieron, respectivaente, con el primer tiempo y con el segundo. Se había tildado al Calvo Sotelo de vicelíder, en alusión a su segundo puesto, así que el animoso público vallecano acudió a presentar, de una vez un partido de fútbol y un golpe de estado de Segunda División. El interés del choque comenzó en el ambiente.Los sistemas de juego de ambos equipos fueron idénticos: aplicaron sendos 4-3-3, en los cuales la característica más predominante era la flexibilidad. En los contraataq...

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El partido tuvo dos fases muy diferenciadas, la primera brillante y la segunda mediocre, que coincidieron, respectivaente, con el primer tiempo y con el segundo. Se había tildado al Calvo Sotelo de vicelíder, en alusión a su segundo puesto, así que el animoso público vallecano acudió a presentar, de una vez un partido de fútbol y un golpe de estado de Segunda División. El interés del choque comenzó en el ambiente.Los sistemas de juego de ambos equipos fueron idénticos: aplicaron sendos 4-3-3, en los cuales la característica más predominante era la flexibilidad. En los contraataques, cada uno de los conjuntos trataba de incorporar al ataque a sus mediocampistas, a los que ocasionalmente se incorporaba el defensa que había iniciado la jugada. En las acciones de ataque abierto, el equipo que controlaba el balón atendía exclusivamente a buscar posición de tiro. Sólo tres defensas vigilaban la retaguardia.

Si se tiene en cuenta que, además de atacar o contraatacar en avalancha, el Rayo y el Calvo Sotelo querían ganar el partido, es entender que se produjesen acciones violentas. A los futbolistas no les resulta fácil discernir la dureza y la suciedad, quizá porque entre la una y la otra no hay más que un simple gesto o un instante. Ayer, varios jugadores pusieron mala cara al entrar a sus rivales, o intentaron el despeje cuando el adversario se había desprendido del balón.

A pesar de todo, el encuentro mantenía un interés y una notable calidad de juego. Las tarjetas amarillas que Pes Pérez iba distribuyendo llegaron a parecer algo perfectamente compatible con el buen fútbol. La tensión del graderío se prolongaba al terreno de juego; de esta forma, los jugadores participaban de la pasión del público, y éste era, una caja de resonancia de los lances del juego. Como en los psicodramas.

El primer tiempo fue una sucesión ininterrumpida de ataques y contraataques. En el minuto 38, cuando el Rayo ganaba por uno a cero, el árbitro señalaba penalty a Mendoza, y por un momento, se pensó que el encuentro iba a quedar resuelto. Sin embargo, Franco logró neutralizar el disparo de Francisco.

En el segundo tiempo, ambos equipos acusaron, más que un cansancio físico, una pérdida de agilidad mental para concebir las jugadas. Los últimos cuarenta y cinco minutos tuvieron la dureza de los cuarenta y cinco primeros. En cambio, les faltó la calidad. El gol de Rial pareció ser la culminación de aquel forcejeo, pero el Calvo Sotelo es un equipo acostumbrado a disputar cada minuto: la garra le bastó para acercarse peligrosamente a sus rivales con el tanto al alimón entre Waldo y Odair, y en definitiva, los lances de última hora fueron tan emocionantes como los del principio.

En resumen: fútbol eléctrico y alta tensión.

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