Celta y Madrid dieron patadas a un balón

El estado del campo de Balaídos provocó que el encuentro disputado por el Celta y Real Madrid resultara una charlotada. El fútbol se hundió en el fango. La técnica quedó reducida a conocer las virtudes que posee la puntera de la bota. Ganó el equipo que más fuerza de flaqueza sacó de los cimientos de barro y el que mejor supo mantener el equilibrio sobre una pista grotescamente resbaladiza.En ciertas películas, en que se intenta reflejar con ojo crítico alguna parcela del desenvolvimiento social, se advierte al espectador que el parecido de cual quiera de los personajes, que. en la cinta se re...

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El estado del campo de Balaídos provocó que el encuentro disputado por el Celta y Real Madrid resultara una charlotada. El fútbol se hundió en el fango. La técnica quedó reducida a conocer las virtudes que posee la puntera de la bota. Ganó el equipo que más fuerza de flaqueza sacó de los cimientos de barro y el que mejor supo mantener el equilibrio sobre una pista grotescamente resbaladiza.En ciertas películas, en que se intenta reflejar con ojo crítico alguna parcela del desenvolvimiento social, se advierte al espectador que el parecido de cual quiera de los personajes, que. en la cinta se retratan, con algún otro real es pura coincidencia. En Balaídos. cualquier parecido entre un futbolista y los veintidós hombres que jugaron fue fruto de la casualidad. Y si los personajes no coincidían con el concepto que sobre ellos se tiene, mucho menos la obra que interpretaron. Lo que se anuncio como un partido de fútbol, resultó ser la escenificación de una charlotada.

Dominar el esférico requería esfuerzos improbos; enviarlo a un compañero resultó ser, en la mayor parte de las ocasiones, una utopía. Desde el primer minuto de partido se jugó con una parcela de la técnica futbolística: el empleo de la puntera de la bota. Elevar el balón para empalmar después con el empeine fue un empeño que prácticamente todos los jugadores abandonaron enseguida. Velázquez, erre que erre, también desistió en la última parte del encuentro.

Miljanic prescindió de Guerini. Antes de comenzar el encuentro previó que la técnica del argentino era incompatible con el estado del terreno. El barrizal dio entrada en el equipo a Roberto Martínez, que en los minutos 88 y 89 tuvo en la puntera de sus botas la posibilidad de empatar el partido. En el 88 su remate fue a parar al otro lado del charco que separaba el campo de las gradas; en el 89, solo ante Fenoy, disparó con tal acierto que el balón fue a parar a las manos del guardameta.

Se apreció en Balaídos la diferencia entre un equipo práctico sobre el barro y otro que ignora cómo se chuta en un campo de esas características. El Celta tuvo en Castro, Villar y Félix una línea de medios que conocía el secreto de blocar el balón; en la defensa, Santomé, Manolo, Juan y Navarro demostraron a los delanteros del Madrid cómo se puede mantener el equilibrio sin perder flexibilidad.

Entre tanto, Rubiñán se defendía a duras penas ante Sanromán; Uria quedaba inmovilizado en su parcela y Sol ofrecía -siempre que corría por su banda de cara a la portería de Miguel Angel- un recital de lanzamiento de balones fuera. El más acertado en la lucha por alejar de sus proximidades la masa de cuero y barro fue Camacho, aunque nunca intentó precisar la dirección que le iba a imprimir.

En el centro del campo, Breitner, descorazonado, arrastraba, su región glútea de continuo; Vitoria, fogoso, se empeñaba en correr tras un balón que no giraba; Velázquez, algo más acostumbrado al barro, gastaba sus fuerzas en intentar centros largos sobre los tres compañeros de ataque.

Oportunidades de gol se crearon pocas. Ferioy intervino a remates de Santillana -minuto 40-, Vitoriá -minuto 52- y los consignados de Roberto Martínez. Miguel Angel se empleó con acierto a disparo de Félix en el minuto 65. El interior pudo inaugurar el marcador a los veintioetio, pero el balón centrado por Sanromán se le coló entre las piernas.

Ganó el conjunto que más fuerza mostró. Si el Madrid puede tapar su derrota en la manta del barro de Balaídos, no puede hacerlo, sin embargo, tras el velo del derroche de energías. El Celta ganó en un campo de barro, pero a la vista de su empeño en la victoria, asalta la idea de que el domingo también hubiera podido hacerlo en un terreno de juego propio. Brujas y meigas, al parecer, son primas hermanas.

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