Barre reconoce la impopularidad de su plan

La huelga de los minoristas de frutas y legumbres, iniciada en la región parisiense, según informa nuestro corresponsal en París, se está extendiendo a numerosas regiones. El movimiento, lanzado por el sindicato del ramo en cuestión, tiene el propósito de protestar contra el bloqueo de márgenes de beneficios impuesto por el plan Barre contra la inflación. El primer ministro, por su parte, se explicó anoche una vez más ante sus conciudadanos para invitarles a «ser razonables».

La impopularidad del plan de austeridad es noticia, como vienen revelando los sondeos y como reconoció el propio...

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La huelga de los minoristas de frutas y legumbres, iniciada en la región parisiense, según informa nuestro corresponsal en París, se está extendiendo a numerosas regiones. El movimiento, lanzado por el sindicato del ramo en cuestión, tiene el propósito de protestar contra el bloqueo de márgenes de beneficios impuesto por el plan Barre contra la inflación. El primer ministro, por su parte, se explicó anoche una vez más ante sus conciudadanos para invitarles a «ser razonables».

La impopularidad del plan de austeridad es noticia, como vienen revelando los sondeos y como reconoció el propio Barre. Esta «impopularidad, en un primer tiempo, es fatal», dijo el primer ministro, y, peor aún, la desconfianza que parece inspirar el Gobierno.El plan Barre, ya se ha calificado de «histórico» debido a las consecuencias políticas que pudiera acarrear, con unas elecciones municipales y otras legislativas a la vista. De ahí que el Gobierno despliegue todas sus posibilidades para convencer a los franceses de que es imprescindible la «sensatez».

Según el «premier», el Gobierno está sometido a la intoxicación en el plano político, a la intimidación, provocada por organizaciones que creen que el Gobierno va a ceder, y a los fantasmas intelectuales.

Pocas horas antes, en una reunión preparada por el presidente de la Asamblea, Edgar Faure, en torno de su grupo, el «Contrato Social», el antiguo primer ministro, Jacques Chirac, atacó al Elíseo e indirectamente al libro «Democracia Francesa», de Giscard d'Estaing, advirtiendo: La reflexión de Giscard no sería nada sin la acción. Hay que explicar a los franceses el mundo que queremos construir con ellos y para ellos. Pero debemos demostrarles nuestra determinación y nuestra aptitud para conseguirlo...

Entre líneas, en la mayoría como en la oposición, de igual manera que en el pueblo francés, palpitan las calendas electorales verdaderamente «históricas» que serán las legislativas. Esto explica la incertidumbre de un plan de austeridad concebido sin olvidar la lucha política, pero aplicado en un clima de pasiones inadecuado para «ser razonables».

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