Reportaje:Las elecciones y la reforma Suárez / 1

Los sistemas electorales: mayoritario o proporcional

La adopción de un determinado sistema electoral es una opción de orden puramente técnico: dilucidar el criterio a seguir para repartir las actas de diputado entre los distintos candidatos, teniendo en cuenta los votos emitidos por los electores. Dos grandes fórmulas ha ideado el ingenio humano: El sistema mayoritario, según el cual, resulta elegido el candidato o lista de candidatos que haya obtenido la mayoría de votos en el distrito de que se trate; y la representanción proporcional, en cuya virtud cada partido obtiene en cada circunscripción un número de escaños proporcional a...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La adopción de un determinado sistema electoral es una opción de orden puramente técnico: dilucidar el criterio a seguir para repartir las actas de diputado entre los distintos candidatos, teniendo en cuenta los votos emitidos por los electores. Dos grandes fórmulas ha ideado el ingenio humano: El sistema mayoritario, según el cual, resulta elegido el candidato o lista de candidatos que haya obtenido la mayoría de votos en el distrito de que se trate; y la representanción proporcional, en cuya virtud cada partido obtiene en cada circunscripción un número de escaños proporcional al número de votos emitidos en favor de sus candidatos.El problema, sin embargo, es bastante más complejo. Como racionalización a posteriori de la experiencia, la configuración o selección de un modelo electoral concreto puede perseguir uno de estos tres objetivos principales: 1) Lograr una decisión en lo que afecta a la designación de los gobernantes o, lo que es lo mismo, decidir quién debe prevalecer entre varios candidatos posibles; 2) reproducir en los órganos legislativos y representativos del Estado, con la mayor fidelidad posible, las diversas corrientes de opinión que actúan en la colectividad, y 3) garantizar el funcionamiento flexible y eficaz del Parlamento, al tiempo que se asegura la representación de las minorías.

De alguna manera estos tres objetivos están implícitos en toda ley electoral pero según que en el espíritu del legislador predomine, consciente o inconscientemente, uno u otro, se adoptará el método de las mayorías, la representación proporcional o fórmulas más o menos mixtas o con correctivos destinados a evitar o paliar los inconvenientes de los modelos puros.

Pero no acaba aquí el problema. Como es natural, también pesan de manera fundamental en el momento de optar, consideraciones de índole política más inmediatas.

Ello es particularmente cierto en los últimos tiempos, en que, como consecuencia de los progresos realizados por la sociología electoral y por sus técnicas de aplicación, se ha llegado a conocer, con carácter tendencial al menos, la influencia del sistema electoral en el propio régimen político, así como en el número, representación y estructura de los distintos partidos. De este modo la defensa de una u otra fórmula electoral se hace también en función de intereses frecuente mente partidistas y de linaje político que se desea favorecer o proteger.

Desde una perspectiva histórica, la opción entre el modelo mayoritario y la representación proporcional originó en Europa desde finales del siglo XIX sustanciosas polémicas, aún inacabadas. Gran Bretaña, con su gran influencia en la época, puso de moda el sistema de mayorías que hoy conservan los países democráticos del círculo anglosajón: Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y Australia. Progresivamente, la representación proporcional se fue imponiendo, sin embargo, en el ámbito europeo: Bélgica y Suecia lo adoptan entre 1900 y 1914 y después de la primera guerra mundial se introduce por la fuerza del espíritu democrático de la época en Holanda, Dinamarca, Suiza, Noruega, la Alemania de Weimar y la Italia prefascista. Al finalizar la segunda gran guerra e incluso con anterioridad, durante la década de los treinta, se aIzaron severas críticas contra la representación propocional a la que se imputó el haber facilitado en la preguerra el auge de los movimientos fascistas en Italia, Alemania y Bélgica y de la que se temía que favoreciese a los partidos comunistas en la posguerra. De ahí una ligera regresión de la representa ción proporcional en beneficio de sistemas mixtos o del modelo mayoritario. Alemania, Japón y también Francia, en 1951, establecen modelos mixtos. Francia, al proclamarse la Quinta República en 1958, volverá a su método tradicional, el mayoritario a dos vueltas, que estuvo vigente durante la Tercera República.

Mañana: El escrutinio mayoritario.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En