El Getafe tuvo que aplaudir a su afición

En siete minutos el coraje de los jugadores del Getafe y el ánimo de la afición rompieron la inercia de un marcador que favorecía los intereses del Granada para situar al cuadro de José Antonio Segura en rotunda franquía. La primera prueba de la reválida que el Getafe debía pasar en Las Margaritas la superó con una puntuación de notable.Notable porque los deseos de triunfo, de supervivencia en la división, fueron más fuertes que la idea de construir un fútbol lucido. Y Segura, que dispuso en el campo al mejor once del momento, comprobó cómo Escalante hacía agua en la línea de medios cómo Alfo...

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En siete minutos el coraje de los jugadores del Getafe y el ánimo de la afición rompieron la inercia de un marcador que favorecía los intereses del Granada para situar al cuadro de José Antonio Segura en rotunda franquía. La primera prueba de la reválida que el Getafe debía pasar en Las Margaritas la superó con una puntuación de notable.Notable porque los deseos de triunfo, de supervivencia en la división, fueron más fuertes que la idea de construir un fútbol lucido. Y Segura, que dispuso en el campo al mejor once del momento, comprobó cómo Escalante hacía agua en la línea de medios cómo Alfonso jugaba a rachas, cómo Munguía se desesperaba ante la presencia de Calera y, sobre todo, cómo Chiqui se veía superado en las incursiones que Benítez y Santi protagonizaron por su demarcación.

Héctor Núñez planteó el encuentro a base de dos líberos, marcajes férreos a los hombres punta y un centro del campo superpoblado. El sistema surtió efectos. Edison y Ederra se encargaban de Salazar, Falito del escurridizo Javi y Angulo viajaba por todas las zonas del campo con Zambrano. El triunfo, sin embargo, consistía en anular a Escalante y tener en la zona ancha del terreno de juego a un hombre libre de presiones rivales: Fernández. En la delantera, Lorenzo luchaba con Cruz y Salmerón en una pelea desigual y Santi, por contra, arrendaba una parcela con ningún sentido de la ambición. En las ocasiones que intentó desasirse del marcaje de Chiqui, el rojiblanco lo consiguió. Pero esto no espoleó mucho su interés por pisar el área de Cervantes. Lis, sin embargo, encontraba a su paso la muralla vasca del Getafe: Amunárriz.

El Getafe necesitó un gol en contra para forzar la máquina granadina. Hasta entonces, la contienda marchaba igualada y los guardametas, más que a los delanteros, temían que un balón rebotase ante sus manos de forma irregular y se introdujese en su marco.

Con el 0-1, la presencia de la afición en las gradas se hizo protagonista del encuentro. Salazar, atento a cualquier balón, aprovechó un incomprensible fallo de la zaga para igualar el partido. Haciendo gala de una sangre fría poco común, logró batir por segunda vez a Izcoa. Escalante, en la primera y única excursión que hizo hasta el área pequeña granadina, acabó con las esperanzas andaluzas.

Al final del encuentro fue la apoteosis de la afición. Los jugadores, gentiles para con ella la aplaudieron gol tras gol.

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