El mayúsculo desafío de Italia, o cómo triunfar sin la magnitud de Sinner
El equipo de Volandri echa en falta a su estrella, pero encadena su tercera final (2-0 a Bélgica) encomendado a los escuderos, como España sin Alcaraz: “Somos fuertes”
Definitivamente, esta es la noche de Flavio Cobolli, uno de esos jóvenes tenistas que llegaron con hambre y están dispuestos a demostrarlo: abran paso, que aquí estamos nosotros. Sinner sí, pero la historia no se acaba ahí. En auge desde hace tiempo, Italia siembra, perfila y cosecha. Maquinaria a tope: ganar, ganar y ganar. ¿Circunstancial? ¿El implacable Jannik como principio y...
Definitivamente, esta es la noche de Flavio Cobolli, uno de esos jóvenes tenistas que llegaron con hambre y están dispuestos a demostrarlo: abran paso, que aquí estamos nosotros. Sinner sí, pero la historia no se acaba ahí. En auge desde hace tiempo, Italia siembra, perfila y cosecha. Maquinaria a tope: ganar, ganar y ganar. ¿Circunstancial? ¿El implacable Jannik como principio y fin? ¿Acaso una buena racha o una secuencia pasajera? De eso nada. Ahí hay plan y ahí hay talento, el que demuestra este chico que se rompe la camiseta después de salvar hasta siete pelotas de partido y conduce a su país hacia la final de Bolonia, la tercera seguida en la Copa Davis. Hoy, héroe. Desconsolado, el belga Zizou Bergs maldice: 6-3, 6-7 (5) y 7-6 (15) en 3h 06m.
Tan difícil hacerlo y tan sencillo decirlo, lo explica el capitán Filippo Volandri, más que satisfecho después de que los suyos hayan superado a Bélgica de camino al episodio definitivo del domingo (15.00, Movistar+). De nuevo Italia, la finalista de nunca acabar. “Le pedí a Flavio [Cobolli, autor del punto decisivo] que lo quisiera un poco más que el rival. Y estoy muy orgulloso: de él, de Matteo [Berrettini, firmante del primer punto, contra Raphael Collignon con un 6-3 y 6-4 en 1h 30m], de todos... La afición ha estado ha estado increíble, más de 10.000 personas apoyándonos ahí dentro. Pero ahora, es momento de recuperarnos porque no hay mucho margen. No estamos pensando en ganar la tercera Davis seguida, sino la Davis de 2025”.
Dicho esto, tarea nada fácil. Buena base, oficio, los castañazos siempre bienvenidos de Berrettini y el arrope del público. Sin embargo, lo ve Sinner desde su casa. Porque así lo quiso. Una vez logrado el objetivo, tachar la Davis de la cartilla de méritos, el número dos del mundo anunció que esta vez no participaría. Palos para él. La historia se le echó encima: Adriano Panatta, Nicola Pietrangeli… “Es una gran bofetada al deporte italiano. No entiendo cuando dice que ha sido una elección difícil, estamos hablado de jugar al tenis, no de ir la guerra. Al final, se trata de lo máximo, de ponerse la azzurra”, decía este último, después del recado del primero: “Yo, en su lugar, hubiera jugado”.
Elegante encajador, Sinner respondía que acepta todas las críticas, pero que había tomado “la decisión correcta” porque, al fin y al cabo, debe mirar por sí mismo y por su cuerpo, por ese mano a mano sensacional con Carlos Alcaraz y por ese 2026 que va adivinándose a media distancia. Excelente pegador y tipo listo él, astuto en la estrategia. Joven, 24, pero ya buen conocedor de por dónde deben ir el argumentario: “Es un equipo increíble incluso sin mí, y no me gusta que nadie lo diga. Las posibilidades de ganar son altas. Estoy orgulloso de ser italiano y de haber nacido aquí, y no en Austria ni en ningún otro sitio. Este país se merece mucho más, incluso más de lo que yo estoy haciendo”.
Bingo de Berrettini
De alguna manera, Sinner siempre ha sido sospechoso entre los suyos, a pesar de que hoy sea uno de los símbolos patrios en el deporte. Sus rasgos, la piel láctea, su cabellera rojiza y las pecas. Se le cuestiona el acento, o por qué emplea el alemán. Ni más ni menos que el origen. “Algunos dicen que Alto Adige [la zona montañosa donde nació, linando con Austria] es diferente... Pero Sicilia también lo es. Totalmente. Y esa es nuestra suerte, nuestra fortaleza está en esas diferencias”, subrayaba hace no mucho, antes de que se coronara otra vez en la Copa de Maestros. Para entonces ya se había descartado y luego lo hizo Lorenzo Musetti, de modo que Italia iba a tener que tirar de esa línea alternativa que, en realidad, sigue funcionándole: Cobolli, Lorenzo Sonego, Berretini y el combo Vavassori/Bolelli.
De momento, no le ha ido nada mal. Tumbó a Austria (2-0) e igualmente a Bélgica (2-0), que había fulminado a Australia en la fase clasificatoria y a su llegada a Bolonia sorprendió también a Francia. “Estamos fuertes, tenemos un buen presentimiento. Nos empujamos los unos a los otros y nos ayudamos. Se trata de eso”, proclama Volandri. Solo así podía haber resistido Cobolli a Bergs, quien le tuvo contra las cuerdas. “Ya no contaba los puntos de partido, hasta le pregunté al equipo cuál era el resultado del tie-break porque no lo sabía. Creo que he tenido una gran actitud todo el rato. He creído en mí durante tres horas”, apreció. Antes había cumplido Berrettini. Bingo para él: dos de dos en esta Davis, sin ceder un solo set. Diez triunfos consecutivos.
Dice el gigantón que su tenis sigue estando “ahí”, que “siempre lo ha estado”, y que ahora se trata de que le respeten las lesiones que tanto daño le han hecho y de que mantenga la consistencia. Activo de lujo él para esta superlativa Italia que, salvando las distancias, guarda el paralelismo circunstancial con España: ambas sin sus líderes, sin los dos gigantes, pero bien avenidas hasta aquí gracias a la contribución de unos escuderos que saben remar y también competir. Ferrer se ha acostumbrado (qué remedio) a vivir sin Alcaraz, de la misma forma que Volandri intuía por dónde podía ir la decisión final de Sinner. Año duro, exigente desde todos los perfiles. Aunque duela, quizá tocaba.
Optimista el preparador. “Jannik tiene razón, incluso sin él somos fuertes. Matteo es líder, pero no solo sobre la pista”, concede a La Gazzetta dello Sport, esperanzado en la calidad de los que están y con un añadido que no es menor: cuatro de sus cinco hombres ya conocen la ruta para triunfar y lo placentero de conseguirlo. Dos veces alzaron la Ensaladera sus doblistas, una Berrettini y otra Sonego. Además, hay un aliciente extra, puesto que en 2023 y 2024 lo festejaron en Málaga, y ahora es diferente, especial. En casa, en Bolonia. “Todavía tenemos una final por delante”. Y se prepara Italia, el primer equipo que encadena tres finales desde que lo hiciera Australia entre 1999 y 2001. Los oceánicos ganaron una de tres. Los locales aspiran a la tercera seguida.