El puño de Swiatek aguarda a Paolini, la última sorpresa

La italiana, de 1,63 de estatura, se hace notar a los 28 años y tras vencer a Andreeva (6-3 y 6-1), retará en la final del sábado a la tricampeona polaca (6-2 y 6-4 a Gauff)

Jasmine Paolini, durante el partido contra Andreeva en la Philippe Chatrier.Yves Herman (REUTERS)

Transmiten los hechos que el circuito femenino va configurando poco a poco un nuevo estatus, suavizando los vaivenes de los últimos años y proponiendo un nuevo paisaje más estable en el que el tridente formado por Iga Swiatek, Aryna Sabalenka y Coco Gauff ejerce con fuerza y se diferencia semana a semana. Mandan ellas, especialmente las dos primeras, y el resto a rebufo, arañando lo que se puede; quizá Rybakina, tal vez Jabeur, de vez en cuando Pegula, Sakkari, Collins o Vondrousova. Hay picoteo, pero la polaca (23 años), la bielorrusa (26) y la estadounidense (20) van abriendo trecho y desmar...

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Transmiten los hechos que el circuito femenino va configurando poco a poco un nuevo estatus, suavizando los vaivenes de los últimos años y proponiendo un nuevo paisaje más estable en el que el tridente formado por Iga Swiatek, Aryna Sabalenka y Coco Gauff ejerce con fuerza y se diferencia semana a semana. Mandan ellas, especialmente las dos primeras, y el resto a rebufo, arañando lo que se puede; quizá Rybakina, tal vez Jabeur, de vez en cuando Pegula, Sakkari, Collins o Vondrousova. Hay picoteo, pero la polaca (23 años), la bielorrusa (26) y la estadounidense (20) van abriendo trecho y desmarcándose, sobre todo en el terreno de los grandes. De un año aquí, la nómina de campeonas: Swiatek (París), Vondrousova (Wimbledon), Gauff (US Open) y Sabalenka (Open de Australia).

Ocurre, sin embargo, que pese al poder emergente y la nueva fisonomía del podio siguen sucediéndose los acontecimientos extraordinarios, este último en Roland Garros. Pocos, a excepción de aquellos y aquellas que profundicen en el seguimiento, habrán oído hablar de Jasmine Paolini, una tenista que a sus 28 años ha ido completando un meritorio trazado en la sombra hasta acechar el top-10, espacio que ahora descubre. Su ficha refleja un par de títulos —uno muy discreto en Portoroz y otro de mucho más relieve en Dubái, este año— y su recorrido expresaba hasta ahora una insignificante trayectoria sobre tierra batida. Nunca había superado la segunda ronda en el Bois de Boulogne ni había ganado seis partidos seguidos en arcilla. Sin embargo, ahí está.

“Soñar es lo más importante”, dice después de haber abatido en 73 minutos (6-3 y 6-1) a la jovencísima Mirra Andreeva (17) y de haber accedido por primera vez a la final de un major, siguiendo los pasos de sus compatriotas Francesca Schiavone (campeona en 2010 y finalista en 2011) y su compañera de dobles, Sara Errani (subcampeona en 2012). “Soñar es lo más importante en el deporte y en la vida, y yo había soñado con este momento, que me ha llegado más tarde que a otras chicas”, prosigue la jugadora, nacida en Castelnuovo di Garfagnana, región de la Toscana. Y así es. Se trata de una aparición tardía, al compás del excelente momento que vive el tenis de Italia.

Brilla en lo más alto Jannik Sinner entre los chicos, y saca pecho su país por el vuelo adquirido últimamente; proliferan entre los olivos, la pasta, toda la historia y los monumentos los jóvenes talentos de nuevo cuño (Musetti, Arnaldi, Sonego, Cobolli…), y se reivindican ellas a base de competitividad —final en la última Billie Jean King Cup— y el orgullo de las Cocciaretto (23), Bronzetti (25), Trevisan (30) e incluso la veterana Errani (37). Ahora bien, nadie contaba con Paolini, ahora séptima del mundo y desafiante también por el formato; su 1,63 de estatura —según la WTA; 1,60 se le ha escapado a ella alguna vez— supone una anomalía en una modernidad en el que las profesionales tienden más al 1,80 que otra cosa. La era de las torres.

“Claro que me gustaría ser más alta, pero me acepto tal y como soy”, dice ella, mientras Swiatek aguarda en el desenlace del sábado (15.00), afilando la guadaña. Inabordable, la número uno se ha desecho previamente de Gauff (6-2 y 6-4, en 1h 37m) y luce inmensa, en su tercera final consecutiva en París, la cuarta desde que se asomase por el torneo en 2019 con la firme intención de apropiarse de él, como lo hizo su idolatrado Rafael Nadal. Sigue la estela dejada por nombres tan ilustres como los Evert, Navratilova, Graf, Seles, Arantxa, Henin o Sharapova, quienes también lograron disputar tres finales sucesivas. Todo parece conducir de nuevo hacia ella, pero ahí están Paolini y su sonrisa.

“Está en su mejor momento, pero no he visto sus partidos, así que no puedo decir mucho. Me centraré en mí misma”, expone la polaca, tricampeona y muy convencida. No cabe duda.

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