Alcaraz se desata contra Kecmanovic
El murciano ofrece un recital contra el serbio (6-4, 6-4 y 6-0, en 1h 49m) y chocará en los cuartos del miércoles con Zverev, superior a Norrie (7-5, 3-6, 6-3, 4-6 y 7-6(3)
Unos pocos pelotazos sirven de termómetro. Manos a la obra, en combustión desde el primer intercambio, el drive de Carlos Alcaraz se transforma en un tornado. “Tiene la mirada del tiburón”, dice en la tribuna uno de los periodistas que le siguen los pasos al murciano. El día anterior, el entrenamiento ya había insinuado por dónde podían ir los tiros, porque cuando esa derecha adquiere calor no hay quien la pare y a su hermano Alvarito, saco de golpes, se le doblaba el brazo ante más de una embestida. Imposible replicar. Lo intenta Miomir Kecmanovic en este lunes frío de Melbourne...
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Unos pocos pelotazos sirven de termómetro. Manos a la obra, en combustión desde el primer intercambio, el drive de Carlos Alcaraz se transforma en un tornado. “Tiene la mirada del tiburón”, dice en la tribuna uno de los periodistas que le siguen los pasos al murciano. El día anterior, el entrenamiento ya había insinuado por dónde podían ir los tiros, porque cuando esa derecha adquiere calor no hay quien la pare y a su hermano Alvarito, saco de golpes, se le doblaba el brazo ante más de una embestida. Imposible replicar. Lo intenta Miomir Kecmanovic en este lunes frío de Melbourne, donde el verano se fue a otra parte y abundan las rebecas a media tarde, la señora da saltitos para no helarse, el señor se frota las extremidades y huele a pollo frito en la grada. Alguno que otro se irá con un buen resfriado, pero, pensará, tal vez haya merecido la pena: el tenis del número dos aporta calor a los cuerpos. 6-4, 6-4 y 6-0, en 1h 49m. La gente se divierte y Alcaraz, que compite pero también juega para la galería, imposible frenar ese instinto, ya enfila los cuartos. En ello se encontrará el miércoles con el alemán Alexander Zverev, superior a Cameron Norrie (7-5, 3-6, 6-3, 4-6 y 7-6(3), en 4h 05m). Y lo hará desatado.
A cada trallazo del español reacciona el público con murmullo y risa floja, con incredulidad, pensando que seguramente nunca hayan visto —y mira que se ha visto y se ve tenis en Australia— una velocidad de bola tan elevada, tan bestia, tan arrolladora. ¿Del Potro tal vez? ¿El chileno Fernando González? ¿La de ese Nick Kyrgios que impresionaba cuando le apetecía e imprimía esa aceleración? Quizá, tal vez. Ahí estará el tema. Pero en esa liga del vértigo se mueve Alcaraz, al que lo de Carlitos, dentro de la pista al menos, se le ha quedado ya muy corto. Carlos, con todas las letras. La edad es una cosa; los hechos, otra. Sacude a la pelota sin compasión, castigando, disfrutando, aplicando toda la mecánica: bíceps y deltoides inflamados, estruja la empuñadura y se le dibuja de arriba abajo una vena de culturista a punto de estallar. Lo necesita, porque enfrente tiene un buen muro. Kecmanovic, tipo de duro de pelar, vende cara la derrota y no se agrieta. No es el serbio (24 años, 60º del mundo) presa fácil y exige trabajo del bueno, además de mucho arte. Celebra los puntos Alcaraz con rabia, apretando duro el puño. Ahí hay hambre, mucha hambre.
Enchufadísimo, combina los latigazos con esos toques tan delicados, tan precisos, tan perfectos; del hachazo a la caricia en un segundo. Entonces, los presentes se preguntan qué demonios pasará más adelante, cómo será ese jugador, hasta dónde llegarán (una vez se quite del medio Novak Djokovic, claro) tanto talento, tanta creatividad y esa especie de todo que está construyéndose: físico, técnica, imaginación. Porque no es lo de hoy, sino lo que puede ser mañana. Pero la historia invita a fantasear, desde luego. De momento, en cualquier caso, Australia. Que no es poco. Recuérdese: solo Nadal ha hollado la cima del grande australiano, de las lejanas antípodas, aquel paraíso prohibido para los españoles hasta 2009. Así que un gigantesco mundo por delante. Pies de plomo, pero extraordinarias sensaciones en esta última puesta en escena que se cierra en forma de advertencia. Como los grandes jugadores, Alcaraz tiene a sus 20 años la gran virtud de saber cambiar de marcha cuando lo exige el timing de los torneos.
Tras apear a Gasquet y Sonego a ritmo intermedio, y de meter una marcha más en los 66 minutos que peloteó contra Shang, dispara las prestaciones y se gusta, juguetea, dibuja globos y, sobre todo, escupe fuego; son 43 golpes ganadores, por los 14 del rival, que se desempeña a partir de otra especialidad; con 17 errores no forzados cierra el balcánico, solo dos en el primer parcial. El hormigón finalmente cede. Superada la fase de adaptación lógica al torneo y conociendo mejor las proporciones y la sensación de una pista que hasta ahora era extraña para él, Alcaraz se expresa contra Kecmanovic y avanza.
“Ha funcionado todo, creo yo. He hecho casi todo perfecto. En Miami 2022 [único precedente, a su favor] el partido fue muy ajustado, de un nivel muy alto. Y creo que hoy también ha sido muy bueno. Le he empujado al límite en cada bola, en cada punto. En cada bola le he movido de lado a lado”, describe el de El Palmar, quien, cuenta, la noche previa fue fiel a la tradición y cenó sushi. “Me encanta, y es lo correcto”, dice antes del guiño a la grada: “Me siento mejor y mejor cada día, cada partido que juego en la Rod Laver. Es un placer jugar aquí, en esta pista tan bonita. La gente en Australia es genial y estoy feliz por jugar delante de todos vosotros, me siento como en casa. Creo que si juego a este nivel contra Zverev tendré mis oportunidades. Para los aficionados es un gran encuentro. Pondré mi mejor tenis, y a ver qué pasa…”, se despide mientras en la grada de la central se oyen estornudos y no pocos se sorben la nariz, presas del frío húmedo que cala en los huesos. Seguramente, para muchos y muchas el constipado haya merecido la pena.
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