Los pequeños ‘mbappés’ aprenden lo que es la gloria y la decepción

Francia, orgullosa de sus jugadores, se resigna ante la derrota tras un Mundial que refleja su potencia futbolística y su influencia política

Aficionados franceses en París, durante la final del Mundial. Foto: LEWIS JOLY (AP) | Vídeo: EPV
Bondy -

Hay algo profundo que conecta a este puñado de chavales que se abrazaban y saltaban como locos a cada gol francés en un vetusto pabellón deportivo del extrarradio parisino, y las multimillonarias superestrellas de Francia que cayeron con honor ante Argentina en la final de Qatar. Algo íntimo conecta a estos hijos o nietos de la inmigración magrebí y africana, habitantes de la banlieue pobre y multicultural, franceses que se han acostumbrado a que se les haga sentir que son extraños en su tierra, con Kylian Mbappé y su banda.

Era evidente este domingo por la tarde en el Palacio de...

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Hay algo profundo que conecta a este puñado de chavales que se abrazaban y saltaban como locos a cada gol francés en un vetusto pabellón deportivo del extrarradio parisino, y las multimillonarias superestrellas de Francia que cayeron con honor ante Argentina en la final de Qatar. Algo íntimo conecta a estos hijos o nietos de la inmigración magrebí y africana, habitantes de la banlieue pobre y multicultural, franceses que se han acostumbrado a que se les haga sentir que son extraños en su tierra, con Kylian Mbappé y su banda.

Era evidente este domingo por la tarde en el Palacio de Deportes de Bondy, el municipio de 52.000 habitantes al norte de París donde creció Mbappé y otros jugadores que saben lo que es crecer en estos barrios y ciudades. Entre canastas de baloncesto y dos rings de boxeo, y con un proyector que fallaba en los momentos más decisivos, los vecinos de la ciudad siguieron esta final frenética de la resignación a la esperanza, de la esperanza a la euforia, de la euforia al histerismo y de ahí a la decepción.

En el público, un grupo de adolescentes, entre 12 y 15, algunos han jugado en la AS Bondy, el primer club de Mbappé, otros juegan aún. ¿Queréis ser futbolistas? “Sí, por el dinero”, se ríe uno. Cuando la Albiceleste ya había sentenciado en los penaltis, el alcalde, Stephen Hervé, comentó: “Nuestro Kylian Mbappé lo ha dado todo. Es un gran orgullo para todos en Bondy. Los jóvenes sienten un fuerte apego por él, vibran con cada ataque suyo, con cada gol, usted lo ha visto esta tarde.”

Entre tanto, más de dos horas de montaña rusa. Argentina arrollaba con tanta claridad en la primera parte que muchos se lo tomaban a cachondeo. Hasta se escuchó algún “¡Messi! ¡Messi!.” Entrada la segunda parte, hubo quien se marchó. Los goles del vecino Mbappé desataron la locura. Los muchachos saltaban y bailaban, lanzaban las sillas por el sueño. No volvieron a sentarse. Gritaban allez les bleus o ‘quien no salte no es francés’.

La alegría se mezclaba con la confusión. Fallaba la pantalla. En la prórroga la retransmisión se cortó en el penalti del tercer gol de Mbappé y en el último penalti de Argentina. Por estos motivos técnicos, la derrota pasó casi desapercibida, como si hubiese terminado la película y el público se marchase, sin más. Francia había perdido y no era ningún drama.

Un mural con la figura de Mbappé en Bondy, la localidad donde creció el 10 de Francia.Marc Bassets

Porque Francia puede considerarse vencedora en este Mundial. Ha confirmado su categoría de potencia futbolística. Y ha vencido políticamente, aunque el presidente Emmanuel Macron, presente en la final, afirme que “no hay que mezclar el fútbol con la política”. Hay sospechas de que esta final no habría existido sin una reunión muy política, y quizá corrupta, en el palacio del Elíseo en noviembre de 2010. Según sospecha la Fiscalía francesa, allí pudo fraguarse un pacto que acabó dando a Qatar el Mundial.

Aunque la selección no es un reflejo preciso de la sociología de Francia, sí lo es de una Francia que raramente aparece en los pasillos y salones de poder, y da una imagen fidedigna de lugares como Bondy, de sus campos de fútbol municipales, donde empezó Mbappé, hijo de un camerunés y de una argelina. En el Palacio de Deportes, este domingo, había muchos mbappés. Como los hermanos Ismail e Ibrahim, 6 y 9 años, ambos vestidos con el uniforme del equipo en el que juegan, la AS Bondy. “Mi preferido es Giroud”, dijo Ismail. “Es fuerte”. “A mí me gusta Mbappé”, decía Ibrahim. “Su velocidad, cómo golpea el balón”.

Quién sabe si ahí estaban los futuros mbappés, aprendiendo que de la gloria a la decepción hay un milímetro. Hay un edificio en el centro de Bondy con uno de los muros cubiertos por un mural. Un Mbappé niño sueña con el Mbappé adulto. “Ama tu sueño”, se lee en el mural, “y él te amará a tí”.

Un derrotado Mbappé, en el banquillo de Francia tras perder la final frente a Francia. Manu Fernandez (AP)


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