Kevin de Bruyne, entre la frustración y el miedo ante el día decisivo de Bélgica contra Croacia
El centrocampista, crítico con el juego de su selección afronta el partido sabiendo que solo una victoria contra Modric los clasifica para octavos
Cuando en el primer partido Batshuayi le marcó a Canadá y Bélgica por fin se adelantó, Kevin de Bruyne no se fue a celebrarlo. Se giró en dirección contraria y se dirigió a discutir con Roberto Martínez, el seleccionador, lo que veía que no funcionaba. Alderweireld se acercó un instante a abrazarlo y De Bruyne lo espantó con un gesto. Necesitaba hablar con el técnico. Le frustraba ver que no encontraban el modo de superar la presión en el centro de los canadien...
Cuando en el primer partido Batshuayi le marcó a Canadá y Bélgica por fin se adelantó, Kevin de Bruyne no se fue a celebrarlo. Se giró en dirección contraria y se dirigió a discutir con Roberto Martínez, el seleccionador, lo que veía que no funcionaba. Alderweireld se acercó un instante a abrazarlo y De Bruyne lo espantó con un gesto. Necesitaba hablar con el técnico. Le frustraba ver que no encontraban el modo de superar la presión en el centro de los canadienses, y el equipo no hacía lo que él creía necesario.
El juego de Bélgica no mejoró contra Marruecos. Perdieron 0-2, por lo que el partido de esta tarde contra Croacia (16.00, Gol Mundial) se ha convertido en una eliminatoria. Si Bélgica no gana, la tercera clasificada del pasado Mundial se quedará fuera. Si Croacia pierde, la segunda en Rusia solo seguirá si Marruecos también cae contra Canadá.
La situación límite y el pobre nivel de juego de los belgas reconocido por su seleccionador ha provocado tensiones internas y también a sus alrededores. Uno de los focos ha sido la tremenda autoexigencia de De Bruyne, que cuando fue escogido mejor jugador contra Canadá mostró su extrañeza casi con disgusto: “No sé por qué conseguí el trofeo. No jugué un buen partido. Quizá ha sido por el nombre”. También criticó el funcionamiento del equipo, con detalladas explicaciones tácticas sobre los lugares en los que los centrocampistas habían ido a recibir la pelota y dónde creía que habrían podido abrir espacios.
El sentido crítico del futbolista del City no es nuevo. Hay una historia célebre de cuando jugaba en el Genk, con 20 años. En el descanso de un partido hizo unas declaraciones criticando a sus compañeros: “Me avergüenzan. Diría que los que no tengan ganas de jugar que se vayan”. A los 31 es más diplomático, pero también más incisivo. Lleva seis años viviendo bajo la obsesión táctica de Guardiola, y con la selección se ha sacado el nivel A de entrenador, en un programa de formación de jugadores impulsado por Roberto Martínez. Para negociar su última renovación, no llevó a un agente, sino un informe de un analista de datos que demostraba lo que aportaba al City.
En Bélgica creen que los defectos tácticos se derivan de un bloqueo mental, al que Castagne fue este miércoles el último en referirse: “Estábamos jugando para no perder. Teníamos miedo a perder. Es algo que hemos entendido ahora. Necesitamos jugar sin pensar qué va a pasar si perdemos y pensar en qué pasa si ganamos”. Contó que la reunión que mantuvieron el lunes con el técnico tuvo un efecto catártico: “Fue importante sacarnos algunas cosas de dentro, contarnos qué sentíamos, compartir ideas. Lo vimos después en el entrenamiento, que estuvo mejor”.
Parece que el viento ha cambiado en el campamento belga, donde Hazard dice que De Bruyne aún cree en ellos: “Si no, no estaría aquí”.
La importancia del jugador del City es capital en Bélgica, como dijo este miércoles Kovacic, rival esta noche contra Croacia: “Ha estado entre los tres mejores centrocampistas de la Premier durante años, si no el mejor. Incluso si no está bien, te puede sorprender con sus movimientos”. Pero le frustra no estar a la altura de sus capacidades y que el equipo no pueda ejecutar lo que su lectura del partido le sugiere.
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