España es una máquina: arrasa a Zambia y se clasifica para octavos del Mundial
La selección de Vilda, agitada por Alexia y definida por Jenni Hermoso, desnaturaliza a la rival africana y se jugará el liderato del grupo con Japón
España sabe a lo que juega. Como si del engranaje de un reloj se tratara, no hay pieza que no encaje o tuerca que chirríe, siempre bajo el ritmo que marca la manecilla Alexia, agitadora natural. Fútbol de salón, juego al abordaje, quilates en las botas y un triunfo de bombín sobre Zambia que le da el salvoconducto para octavos a falta de dirimir el liderato del grupo contra Japón, que también cuenta sus duelos por victorias, pero suma un gol menos, po...
España sabe a lo que juega. Como si del engranaje de un reloj se tratara, no hay pieza que no encaje o tuerca que chirríe, siempre bajo el ritmo que marca la manecilla Alexia, agitadora natural. Fútbol de salón, juego al abordaje, quilates en las botas y un triunfo de bombín sobre Zambia que le da el salvoconducto para octavos a falta de dirimir el liderato del grupo contra Japón, que también cuenta sus duelos por victorias, pero suma un gol menos, por lo que el empate le valdría a La Roja.
Entre las imponentes colinas de Auckland, envueltas en un verde infinito y salpicadas por coquetas casas coloniales, una solemne estatua de David Gallagher recibe a los aficionados que se acercan al estadio Eden Park. Figura irlandesa considerada como el padre de los All Blacks, jugador y después entrenador que dirigió la primera gira por Europa del afamado equipo neozelandés de rugby, Gallagher simboliza el deporte rey por excelencia en el país. Pero en el estadio, por una vez, cambió el balón ovalado por el esférico, encuentro en el que España explicó una vez más que la pelota es suya y, de paso, la victoria también.
Zambia llegó al estadio cantando y bailando, como si se sacudiese de encima los problemas que afligen al grupo, entre acusaciones al técnico de que se acuesta con la jugadora que desea —así lo destapó The Guardian—, además de varias disidentes de última hora por lesiones fingidas. La jarana de Zambia, en cualquier caso, duró poco. Más o menos hasta que empezó a rodar el balón, incapaz el equipo de hilvanar tres pases seguidos, refugiado en el pelotazo a seguir para que Banda pusiera el turbo y se peleara contra molinos de viento. En una de esas, retó y venció a Ivana en la carrera para sortear a Paredes, aunque su chut, manso y centrado, acabó meciéndose en los guantes de Misa. Y sanseacabó Zambia, más ruido —las gradas enardecían con sus contras— que nueces.
Al contrario que frente a Costa Rica, que situó la defensa en bloque bajo, Zambia adelantaba las líneas para recular a medida que avanzaba España. No se requerían tantos centros ni ensanchar el campo, sino triangulaciones, asociaciones veloces y rupturas, fútbol de entrelíneas y llegadas desde atrás. También, en lo que era una exigencia de Vilda tras el envite inaugural, el disparo desde fuera del área para probar y volverse indescifrable, además de para acabar las jugadas ante un rival que se alimentaba de las transiciones. Tomó nota Tere Abelleira, que después de dos pases diligentes de Alexia y Jenni, engatilló desde el balcón del área para descoser el balón y clavarlo en la escuadra. Era la guinda al fútbol de España, que ya había advertido en dos ocasiones: una de Alexia tras un doble recorte y un zambombazo que desvió la zaga; y otra de Salma, que no pudo poner el lazo a un centro de Alexia.
Estaba en todas partes la doble Balón de Oro, futbolista que acumula rivales con tanta facilidad como las descuenta, quiebros por doquier y la inequívoca sensación de que balón que pasa por sus botas se traduce en peligro. Tras superar su rotura de ligamentos, hacía 431 días que no salía de titular en un partido —final de la Champions de Turín—, una larga espera, un castigo para el espectador. Y, omnipresente, volvió a aparecer para romper desde atrás y recoger el pase de Mariona, también para centrar al segundo palo, donde Jenni, siempre el punto final del juego colectivo, puso la cabeza y el segundo tanto.
Con el choque encauzado, Vilda hizo en el entreacto tres cambios de una tacada, reposo para Alexia y para las correcaminos Ona y Salma. Momento para Aitana, que si en el primer tiempo no amasó tanto la pelota por la presencia de Alexia —aunque sí generó huecos sin balón y disfrutó de dos ocasiones claras que erró—, en el segundo actuó de palanca para mover el mundo. O para definirlo, pues Sakala paró en dos tiempos su remate de cabeza.
Trató Zambia de replicar, de nuevo con contras hipersónicas. Pero le falló el gancho y acabó por bajar los brazos ante una rival ya un tanto desbravado, sin Aitana pero con una Jenni que por poco no festeja el segundo tanto con un disparo lejano. Ningún contratiempo porque lo celebró poco después al recoger un rechace tras un remate al palo de Guerrero. Jauja que también saboreó Redondo por dos ocasiones, que por algo ha sido la Pichichi de la Liga. El primero llegó después de un pase Navarro a la espalda de la defensa, tras un recorte y pase a la red; y el segundo, a asistencia de Navarro de nuevo, con un golpeo seco ante Sakala.
Así, entre tackles de Paredes, pases interiores de Ivana, ascensiones de Ona y Olga, distribución de Tere, aceleración de Alexia, exteriores de Aitana, recortes de Salma, diagonales de Mariona y remates de Jenni; además del pase de Navarro, el marcaje de Oihane, el criterio de Guerrero y la puntería de Redondo —lástima de la lesión de Athenea—, España aclaró que es un reloj, una máquina.