Irene Paredes: “La exigencia me hace disfrutar”
La central de la selección española reflexiona sobre su trayectoria, su pasada renuncia a ser convocada con el combinado y su estilo de juego
Ataviada con el chándal de España y una coleta que todavía hace más alto ese perfil nórdico del que puede presumir, rubia, alta y ojos azules, la central Irene Paredes (Legazpi, Gipuzkoa; 32 años) habla como juega, sin rehuir las responsabilidades. Han sido días complicados porque perdió a su padre hace poco, pero le reconforta saber que está en el Mundial y que el domingo llegó su pareja —Lucía Ybarra, exjugadora e internacional de hockey hierba— junto con su hijo Mateo, que todavía no ha cumplido los dos años. Después de un entrenamiento vespertino, pausada y reflexiva, atiende a EL PAÍS en...
Ataviada con el chándal de España y una coleta que todavía hace más alto ese perfil nórdico del que puede presumir, rubia, alta y ojos azules, la central Irene Paredes (Legazpi, Gipuzkoa; 32 años) habla como juega, sin rehuir las responsabilidades. Han sido días complicados porque perdió a su padre hace poco, pero le reconforta saber que está en el Mundial y que el domingo llegó su pareja —Lucía Ybarra, exjugadora e internacional de hockey hierba— junto con su hijo Mateo, que todavía no ha cumplido los dos años. Después de un entrenamiento vespertino, pausada y reflexiva, atiende a EL PAÍS en una sala de la Universidad de Massey, en Palmerston North, campo base de la selección en Nueva Zelanda. Tras vencer a Costa Rica (3-0), mañana toca viajar a Auckland para batirse con Zambia (miércoles, 9.30, La 2 y RTVE Play), duelo que puede significar el billete para la siguiente ronda.
Pregunta. ¿Cansa más, perseguir a Mateo o las dobles sesiones de entrenamiento de estos días?
Respuesta. Ninguna de las dos cosas porque cuando haces algo que te gusta… No me cuesta, no. Claro que al final del día se agradece dormir unas horas, pero no es ningún sufrimiento. Además, tenía muchas ganas de que viniera junto con Lucía porque aunque cuadrábamos bien las horas para hacer las videollamadas, ahora estamos que ni tan mal.
P. En la selección sí que han pasado un año complicado, desde la renuncia de 15 jugadoras a ser convocables para regresar ahora para la disputa del Mundial...
R. Ha sido un curso complicado. Pero aquí estamos las que queremos estar y las que tenemos un fin. Las cosas no se olvidan, pero hay que dejarlas de lado sabiendo que tenemos un objetivo común y que vamos a por ello.
P. Usted también se apartó unos meses del equipo, aunque no firmó el mail para expresar su disconformidad y renuncia.
R. No fue una decisión mía. Yo era la capitana. Había ciertas cosas que no estaban bien y teníamos que hacerlas saber. Por eso hablamos con Vilda [Jorge, el seleccionador] y con la federación para darles un mensaje común. Lo hice yo, junto con las capitanas, porque representaba al grupo. Luego salieron cosas en la prensa, muchas que no fueron verdad, pero se fue de madre.
P. ¿Se sintió responsable por cómo sucedieron las cosas?
R. Yo hice de capitana, de interlocutora entre el grupo y la federación. Ahí acabó mi función. He tenido mis ideas, mis pensamientos y posturas, pero no me he manifestado porque quiero que la selección mejore y gane títulos.
P. ¿Por qué no siguió?
R. Tuve conversaciones con el técnico y al no estar bien, influyó en mi rendimiento. Al principio fue acertado y me vino bien porque pude prepararme mejor para hacer una buena temporada. Después, Vilda consideró que debía estar con España y aquí estoy.
P. ¿Le duele en el orgullo no llevar ahora el brazalete como hace hace unos meses?
R. No me preocupa en absoluto. Cuando me lo han pedido, lo hago a full, al cien por cien. Estos meses ha funcionado otra cosa y no pasa nada, no voy a cambiar. Sigo siendo la misma dentro y fuera del campo. Mis actos por llevar el brazalete nunca han cambiado.
P. Usted sí que tuvo que cambiar, por su salud, cuando fue del Athletic al PSG hace unos cursos.
R. Fue un cambio muy heavy por cultura, por idioma, por irme sola… Ahora veo que solo es una hora y pico de vuelo, pero me costó. Llevaba cinco años en el Athletic y no estaba acostumbrada a ese estilo de juego mucho más directo, físico, con un equipo que podía ganar la Champions [ese año perdieron al final]. Mi ambición pasaba por mejorar. Pero me obsesioné un poco porque fui a París por y para el fútbol. Antes estudiaba, jugaba al fútbol y tenía el día ocupado. Allí era 24/7 fútbol. Y si las cosas no van perfectas, la cabeza no para de dar vueltas. Tuve que aprender a gestionar que hay momentos para todo, aprender a desconectar. Mi psicóloga fue mi mujer, que es pedagoga, tiene muchos recursos y ha sido deportista de alto rendimiento… Me ayudó muchísimo. Después, di un salto de forma física y añadí la capacidad de adaptarme, lo que siempre suma.
P. ¿Por lo que le fue más fácil adaptarse al Barça?
R. Eso me decía la gente, pero no fue sencillo porque era otro estilo, aunque sí que lo conocía un poco porque es parecido a cómo se juega con la selección.
P. ¿Le gusta o le incomodan las exigencias del Barça y la selección para la defensa, obligadas a presionar alto y sacar la pelota jugada desde atrás?
R. A mí la exigencia me hace disfrutar. Quiero sacar el balón limpio y tratar de jugar en el campo contrario. Pero es verdad que nos exponemos mucho con nuestro modelo de juego. En ocasiones miro hacia atrás y tenemos que correr 50 metros para evitar un uno contra uno. Pero eso son retos y eso, de nuevo, me gusta.
P. También le gustará marcar, pues es una de las defensas con más gol en las jugadas a balón parado...
R. Ir al ataque en los saques de esquina o faltas laterales en ocasiones es agradable, es una sensación muy buena. Además, tengo claro que remato bastante. ¿Y a quién no le gusta marcar? Pero si salvo un gol en una situación límite, también tiene mucho valor.
P. ¿Ese imán para el remate se tiene o se entrena?
R. Está claro que mi envergadura ayuda a tocar más balones. Pero son horas, son entrenamientos y también intuición.
P. ¿Y qué le dice su intuición sobre el duelo ante Zambia?
R. Es un equipo muy potente en lo físico, que ante Japón no se le vio, pero viene de ganar a Suiza y Alemania. En transiciones son muy buenas y deberemos estar atentas en nuestras pérdidas para que no nos hagan correr hacia atrás, que en eso ellas son más fuertes. Tenemos que jugar a lo que sabemos, como en el primer partido, y no pensar en más allá porque así nos irá bien seguro.
La selección de Zambia, un guirigay con botas
Atropellada en el primer envite por Japón (0-5), Zambia mostró una versión muy rebajada de lo que se le presuponía. “Fue mérito de las japonesas, que no les dejaron hacer ninguna contra”, resuelven Ivana y Athenea del Castillo desde Palmerston. Pero también fueron un coladero en defensa, un equipo apático que podría explicarse por los entuertos que le rodean desde que llegaron a Nueva Zelanda.
Aunque es el primer equipo de una nación africana sin salida al mar en clasificarse para una Copa del Mundo, masculina o femenina, Zambia no sonríe. Son todo barullos. El técnico, Bruce Mwape, según desveló The Guardian, está siendo investigado tras unas denuncias de conductas sexuales inapropiadas a varias de sus jugadoras. Hay más; las jugadoras protestan con micro en mano o incluso negándose a entrenarse por los impagos de la federación, ya que no han recibido las primas de los pasados Juegos de Tokio. Así, la portera Hazel Nali reconoció que se inventó una rotura del ligamento cruzado para abandonar la concentración, como también lo hizo Grace Chanda, aunque desde el cuerpo técnico anunciaron que era por lesión. Sin Nali y expulsada Musonda ante Japón, Sakala, la tercera portera, jugará ante España.