Attaoui, Llopis: la confirmación en París de dos grandes talentos

Más allá de las cuatro medallas olímpicas, el atletismo español regresa de los Juegos con la esperanza en el brillante porvenir de varios atletas

El atleta español Mohamed Attaoui durante los Juegos Olímpicos de París 2024.SASHENKA GUTIERREZ (EFE)

Emmanuel Wanyonyi es un hombre de pocas palabras y voz muy baja, al menos en inglés, y, cuando se le pregunta por su vida, dice que es una historia muy larga y muy rápida y la resume en cuatro frases: quinto de 12 hermanos, sin padre conocido, familia muy pobre en un pueblo de la Kenia remota; abandono escolar a los 10 años, street boy (niño de la calle), regreso a la escuela donde demuestra talento corriendo, entrenador italiano (Claudio Berardelli) que le acoge en Kapsabet; campeón del mundo júnior a los 16 años, campeón olímpico de 800m a los 20 recién cumplidos. Se cayó en las semif...

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Emmanuel Wanyonyi es un hombre de pocas palabras y voz muy baja, al menos en inglés, y, cuando se le pregunta por su vida, dice que es una historia muy larga y muy rápida y la resume en cuatro frases: quinto de 12 hermanos, sin padre conocido, familia muy pobre en un pueblo de la Kenia remota; abandono escolar a los 10 años, street boy (niño de la calle), regreso a la escuela donde demuestra talento corriendo, entrenador italiano (Claudio Berardelli) que le acoge en Kapsabet; campeón del mundo júnior a los 16 años, campeón olímpico de 800m a los 20 recién cumplidos. Se cayó en las semifinales de los trials kenianos y fue recalificado para la final, en la que, para no volver a tropezar decidió ser un front runner como el ídolo David Rudisha. Corriendo en cabeza todo el tiempo, gano y logró, en los 1.800m de altitud de Nairobi, una marca de 1m 41,70s. Dijo, qué bien, esté será mi estilo en París, y así evitaré lo que me pasó en el Mundial de Budapest, donde el grandote de Marco Arop se me puso delante y fue imposible adelantarlo. En la final de París, Marco Arop siempre fue detrás, y detrás llegó, a una centésima, como también fue detrás, en un grupo que apretaba, Moha Attaoui, de 22 años, que, terminando quinto, se confirmó como la gran promesa del atletismo español.

“El español es un atleta muy duro. Tiene talento. Él, como los demás, me ayudaron a correr muy rápido los últimos 300 metros en la final”, dice el campeón keniano en una entrevista en el hospitality de Adidas, su marca. Kenia había ganado los 800m desde Londres 2012, es la prueba de su orgullo, y a Wanyonyi, cuando partió hacia París, todos, incluido Rudisha, le dijeron: no puedes fallar. Wanyonyi se impuso en la final más rápida de la historia con un tiempo de 1m 41,19s, la tercera mejor marca mundial de la historia, a solo 28 centésimas del récord mundial de Rudisha. “Creo que el récord mundial es posible para mí. Puedo batirlo, quizás en el futuro. Ahora no. No estoy preparado por ahora, pero llegará”.

Mucho menos presionado por la patria y por la necesidad económica, a las que tan bien supo responder Wanyonyi, y en su tercer 800m en cuatro días, Attaoui corrió por segunda vez en cuatro semanas por debajo de 1m 42,50s: 1m 42,08s, a cuatro centésimas de su récord de España, una marca que le sitúa el undécimo de la historia, con la crème de la crème los que han transformado el 800m en la distancia de moda en el atletismo mundial. Disputará con ellos algunas de las Diamond League que quedan (cinco, a partir del 22 de agosto en Lausana hasta la final en Bruselas, 13 y 14 de septiembre), y en alguna puede que hasta se bata el récord del mundo. Un mediofondista español en ese nivel no se veía desde los tiempos de González, Abascal o Cacho. En ellas, como en la pista lavanda del Stade de France extático, estará Wanyonyi, con todos los focos.

Esa es una prueba de su talento, del lugar de privilegio que ocupa el chaval de Torrelavega, que se entrena en Saint Moritz con el grupo de OAC, elite internacional, a las órdenes del alemán de Leipzig Thomas Dreissigacker.

Más allá de las cuatro medalla que igualan el récord de Barcelona 92 mágica, en París la soriana Marta Pérez, de 31 años, alcanzó el premio a su trabajo (un récord de España de 1.500m de nivel homologable a la élite mundial, 3m 57,75s), la segoviana Águeda Marqués, de 25, en la misma distancia llegó a disputar una final imposible, y el atletismo español confirmó la solidez y el brillo legendarios de su marcha, María Pérez y Álvaro Martín, el nivel de estrella mundial de Jordan Díaz en el Olimpo, y el brillante porvenir de Attaoui, uno que puede hablar de tú a tú a los mejores, y también de Enrique Llopis, de 24 años, que en su progresión magnífica guiada en Gandía por su forjador, Toni Puig, quedó cuarto en la final de los 110m vallas, y se fue descontento. Podía haber conseguido una medalla magnífica, de no haber sido por una mala salida. Un paso más en un aprendizaje que, como el de Attaoui o el de Marqués, quizás alcance su esplendor en Los Ángeles 28, dentro de nada, y lo celebrarán en la playa.

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