Batalla de kayaks en las aguas bravas del canal

El programa olímpico estrena la modalidad de bajadas en grupo, en las que se producen choques entre piraguas e incluso golpes a los palistas

Maialen Chourraut, segunda por la derecha, en una bajada de kayak cross en el canal olímpico.Albert Garcia

Manu Ochoa se empeñó con seis años en hacer piragüismo, pero su hermano mayor no tenía el nivel para enseñarle y su padre, menos. Sin embargo, el hombre se inventó un método algo rudimentario para darle gusto al hijo. “Cogió una piragua del club, le puso una cuerda, la ató a un poste que usaban los pescadores para amarrar los barcos, me dio 30 metros y a remar”, cuenta este kayakista de 26 años, hoy olímpico en París. Hace una semana, cuando este gallego de Tomiño (P...

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Manu Ochoa se empeñó con seis años en hacer piragüismo, pero su hermano mayor no tenía el nivel para enseñarle y su padre, menos. Sin embargo, el hombre se inventó un método algo rudimentario para darle gusto al hijo. “Cogió una piragua del club, le puso una cuerda, la ató a un poste que usaban los pescadores para amarrar los barcos, me dio 30 metros y a remar”, cuenta este kayakista de 26 años, hoy olímpico en París. Hace una semana, cuando este gallego de Tomiño (Pontevedra) recordaba la anécdota, Maialen Chourraut, a su lado, no podía evitar la risa ni la sorpresa por estos inicios tan primitivos.

Dos décadas después, Manu Ochoa es el integrante más especializado del equipo español en la nueva modalidad olímpica, el kayak cross, que termina este lunes con el reparto de medallas. Una disciplina que rompe las normas de las clásicas bajadas de slalom en aguas bravas, las que ha visto siempre el público medio, y que se enmarca en la tendencia general por intentar atraer a un aficionado más joven con modalidades más espectaculares. El gallego y Chourraut son los dos españoles clasificados para las rondas finales (a partir de las 15.30 los cuartos femeninos y a las 15.52 los masculinos). Miquel Travé y Miren Lazkano no superaron las series y quedaron eliminados.

Salvo la cronometrada individual de inicio, los kayakistas no atraviesan el canal de uno en uno sorteando puertas que no pueden tocar, sino que lo hacen en grupos de tres o cuatro, contactando con los obstáculos y chocando las embarcaciones entre sí. Incluso, los participantes pueden llegar a recibir golpes de las piraguas. Toda esa aparatosidad lo convierte en uno de los elementos más jugosos para captar nuevos clientes.

Dos palistas, en una serie de kayak cross, el pasado viernes.Albert Garcia

“Los contactos en los cuerpos de los participantes existen, aunque no se dan tan continuamente”, matiza Ochoa. Y unos árbitros se ocupan de que nadie se pase de la raya (según su interpretación). “Existe un tipo de tarjeta roja por conductas que pueden suponer un peligro: contacto punta [de la embarcación]-cabeza, punta-cuerpo con mucha agresividad, apartarle una puerta a un rival para que se la salte… Tú puedes recibir el golpe de un kayak si no es muy agresivo y se ve que no es intencionado”, detalla el gallego, que dice que, en todo caso, “los palazos”, cuando se dan, se los llevan los de dentro. Para aliviar posibles daños, los cantos de las palas deben tener un grosor mínimo de cinco milímetros para evitar cortes si golpean en los rivales.

Maialen Chourraut, que siguió en activo tras Tokio 2020 por el reto personal que le suponía esta prueba, dijo que antes de la cita japonesa la evitó por el posible riesgo de lesión. Estos días, en el canal de Vaires-sur-Marne, al este de París, todavía se señalaba un golpe que recibió en el cuello.

La naturaleza de la disciplina también cambia la forma de afrontar una bajada. “A diferencia del slalom tradicional”, explica Ochoa, “donde imperan unos componentes físicos y técnicos, aquí aparece la táctica. Dependes de cómo actúa el resto, qué decisiones tomas, si defiendes, atacas, te escapas… Hay muchas variantes”, desarrolla el gallego, que lleva practicando el kayak cross desde que entró en el programa internacional, en 2018, y que el último medio año ha invertido la mayor parte del tiempo en él con vistas a los Juegos.

Un momento de un descenso de kayak croos femenino.Albert Garcia

“Aquí puedes tocar las puertas [en slalom reciben una penalización de dos segundos], pero si te las saltas, es falta [en slalom son 50 segundos y la derrota efectiva]. Y cuanto antes la cometas, peor. También hay una barra hinchable que atraviesa el canal y en algún momento del paso por ese churro tu piragua debe estar completamente volcada”, apunta sobre otra de las escenas que añaden más color a la prueba. Son embarcaciones que pesan el doble que las de slalom (18 kilos), miden 2,6 metros frente a los 3,5 de las otras, y son de plástico, y no de carbono.

Embarcaciones más pesadas y más cortas

La competición arrancó con descensos individuales que sirven para elegir la rampa de salida. “Suele haber una calle que es ligeramente más rápida y te da algo de ventaja. Aquí parece que es la de la derecha”, indica Ochoa. Y ya a partir de la segunda jornada de competición empezaron las bajadas en grupo. “Salimos cuatro y los dos primeros, si no tienen faltas, pasan a la siguiente ronda”, explica el gallego, que vive al lado del canal de bravas de La Seu d’Urgell (Lleida).

Terminadas las bajadas de slalom, un ejercicio de fuerza y destreza en solitario en el que los palistas bailan sobre corrientes, rulos y remolinos para sortear las puertas, es el turno de las carreras bárbaras en grupo de kayak.

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