Djokovic, 20 años de espera y, por fin, una final olímpica

El serbio se impone a Musetti con tensión (6-4 y 6-2) y se reencontrará con Alcaraz después del reciente y desnivelado desenlace de Wimbledon, favorable al español

Djokovic celebra su victoria contra Musetti, en la Philippe Chatrier de París.Manu Fernandez (AP)

Ya de noche, el fotograma que sucede al triunfo de Novak Djokovic contra el italiano Lorenzo Musetti (6-4 y 6-2, en 1h 51m) es propio de una final, cuando el vencedor suele desplomarse sobre la arena para festejar el triunfo en comunión con la arcilla. Tantas y tantas veces lo hecho sobre la Chatrier su dueño, Rafael Nadal, o el mismo Carlos Alcaraz se rebozó hace solo menos de dos meses, cuando probó por primera vez las mieles de París. Pero no, Nole no ha ganado nada. Tan cerca y tan lejos está el serbio. Ese hombre de 37 años que se expande por el suelo y que pelea con la misma hambre de los inicios tiene un viejo sueño, negado sistemáticamente y situado ahora a un solo paso. Al otro lado de la red estará el domingo (hacia las 14.00, La 1 y Eurosport) el murciano, desafío colosal para el campeón de los campeones, al que solo le falta el oro para redondear un palmarés inigualable.

Solo un tenista fue capaz de cerrar el gran círculo. El estadounidense Andre Agassi conquistó los cuatro majors, se coronó maestro, alzó la Ensaladera de la Copa Davis y se elevó a los altares olímpicos. Lo tiene ahora a tiro el de Belgrado, pero entre él y la pseudo perfección hay un obstáculo más que considerable: Alcaraz, el chico de 21 años que viene sacudiéndole la moral en los últimos tiempos y que le privó de los dos últimos títulos de Wimbledon; equilibrado el episodio del año pasado en Londres, no así el del pasado 14 de julio, cuando el español le zarandeó de principio a fin en La Catedral. Pero hoy, dice el balcánico, la historia puede ser diferente. Distinto marco, distintas circunstancias y una cuestión de fondo todavía más poderosa para él, porque alberga una obsesión desenfrenada por lograr el laurel olímpico y diferenciarse definitivamente, en representación de su país. Serbia, razón mayor para Djokovic.

“Jugar contra Carlos en estos momentos es, posiblemente, el mayor desafío que uno pueda afrontar hoy día; y además en esta pista, donde ganó Roland Garros hace menos de dos meses”, explica, deslizando un matiz: “Aquí solo nos hemos enfrentado una vez, el año pasado en las semifinales de Roland Garros”. Y entonces, el de El Palmar, impresionado, colapsó. Ahora, la historia es muy diferente. Alcaraz ha ascendido varios peldaños y marca el ritmo, sin vértigos cuando se mide con el tótem. Todo lo contrario. “Siento que esta semana estoy moviéndome mucho mejor de lo que lo hice en Wimbledon, me estoy encontrando mucho mejor. De alguna manera, en esta final no tengo nada que perder, porque la medalla ya está asegurada, pero aun así quiero ir a por ello”, agrega después de resolver el encrespado duelo con Musetti, pero no por ninguna salida de tono del joven italiano. Su objetivo está en lo alto de la silla.

Muy tenso ante la posibilidad de sufrir un resbalón que pueda privarle del tesoro olímpico, Djokovic escupe mil demonios contra el juez Jaume Campistol, que la ha sancionado en dos ocasiones por la demora con el servicio —lo que le cuesta un primer saque— y una tercera por las palabras indescifrables que le ha dedicado desde el banquillo. En cualquier caso, el campeón de 24 grandes ha logrado enderezar el rumbo y aterriza ante Alcaraz, en un desenlace ideal. Lo ha conseguido Nole tras un esfuerzo monumental, después de haber pasado por el quirófano el 5 de junio y de haber alcanzado la final de Londres. “He estado esperando esto durante casi 20 años. He jugado cuatro Juegos Olímpicos, este son mis quintos y nunca he pasado de semifinales [en Pekín 2008, donde logró el bronce, Londres 2012 y Tokio 2020), así que no quería que volviera a pasar”, admite, barruntando ya qué estrategia empleará y cuál es la mejor vía para contener al murciano, un tenista desatado.

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