La resurrección de Simone Biles
La gimnasta vuelve a ser la estrella del equipo y de los Juegos. Ha vuelto y cerrará su periplo deportivo cuando ella lo decida
A estas alturas se ha dicho todo de Simone Biles. Que nació en una familia desestructurada, que fue su abuelo el que, con su segunda mujer, adoptó a Simone y su hermana Adria, que creció feliz y deportiva haciendo gimnasia desde los seis años. Se incorporó al equipo nacional muy pronto dado su talento gimnástico y empezó a destacar en competiciones “menores” hasta llegar a la edad suficiente como para formar parte del equipo senior de EEUU. La seleccionadora de entonces, Martha Karoly (esposa de Bela Karoly, entren...
A estas alturas se ha dicho todo de Simone Biles. Que nació en una familia desestructurada, que fue su abuelo el que, con su segunda mujer, adoptó a Simone y su hermana Adria, que creció feliz y deportiva haciendo gimnasia desde los seis años. Se incorporó al equipo nacional muy pronto dado su talento gimnástico y empezó a destacar en competiciones “menores” hasta llegar a la edad suficiente como para formar parte del equipo senior de EEUU. La seleccionadora de entonces, Martha Karoly (esposa de Bela Karoly, entrenador y descubridor de Nadia Comaneci y Mary Lou Retton) la incorporó al equipo nacional para los mundiales de 2014 en Amberes y con dieciséis años se proclamó campeona del mundo, título que ha conseguido seis veces. Cuenta treinta medallas ganadas en mundiales, de las cuales veintitrés son de oro, superando de lejos al segundo gimnasta con más medallas, Vitaly Sherbo, campeón olímpico en Barcelona 92. Fue en nueve ocasiones, campeona de Estados Unidos. Y llegó a París con siete medallas olímpicas, empatada con Shannon Miller.
Todo esto son números y estadísticas, pero lo sobresaliente de Simone es su trayectoria humana. Conseguir el éxito deportivo significa que reúnes condiciones físicas y mentales para someterte a un nivel de estrés por encima de la media y a un rendimiento gimnástico superior al de los demás. Y Biles reúne todo eso.
Superados los Juegos de Río 2016, con cuatro oros y una plata en su equipaje, Simone decidió tomarse un respiro deportivo y bajar el ritmo de competición. Mientras tanto, en la Federación Estadounidense de Gimnasia saltó el escándalo: un grupo de gimnastas denunció los abusos que durante años habían sufrido por parte del médico de la selección, Larry Nassar; se supo que habían denunciado y que, tanto entrenadores, el matrimonio Karoly, como los dirigentes federativos, habían obviado, cuando no silenciado, esos abusos. Empezaron por denunciar dos gimnastas y terminaron por sumarse a la causa más de 260.
El escándalo estaba servido. Durante las vistas judiciales se pudo aclarar que la Federación estaba al tanto de ese comportamiento desde, al menos, 2015. Y que no hizo nada por atajarlo. Como tampoco hizo nada para frenar el tratamiento abusivo que los Karoly daban a las gimnastas en su centro de entrenamiento, convertido en el gimnasio del equipo nacional.
En 2018, Nassar fue condenado y la suma de años que le impusieron le va a mantener en la cárcel de por vida. La Federación perdió muchos patrocinadores por hacer la vista gorda ante este comportamiento de Nassar y los Karoly; el equipo de entrenadores que sabía lo que ocurría y no hizo nada fue despedido. La Federación empezó a renovarse con técnicos moralmente implicados en un deporte limpio de abusos sexuales y comportamientos inadecuados.
Y las valientes gimnastas que denunciaron los hechos fueron indemnizadas. Con toda esa mochila, Simone Biles se presentó en los Juegos de Tokio, retrasados un año por la pandemia de covid y disputados en circunstancias excepcionales: sin público, sin familiares de apoyo. Los deportistas solos.
La capacidad técnica y gimnástica estaba plenamente demostrada. Una gimnasta no tiene cinco elementos en el código de puntuación que lleven su nombre si no es por su extrema dificultad. Y en el de gimnasia artística femenina encontramos cuatro Biles: dos en salto y dos en suelo, uno de estos últimos (doble agrupado atrás con doble pirueta) también lo ha utilizado como salida de la barra de equilibrios. Su dificultad es tal, que el comité técnico de artística femenina le pidió que no lo repitiera tal cual, que lo “simplificara”. Para evitar disgustos. Y Biles lo hace con doble agrupado y una pirueta en vez de dos. Una dificultad que muchos gimnastas de categoría masculina no se atreven a hacer.
Y Biles reventó. Era la gran favorita para cosechar varias medallas de oro y en la final de equipos no pudo más. En la rotación de salto simplificó la pirueta. ¿Qué está pasando aquí?, pensamos. Inmediatamente, vimos a Simone hablar con sus entrenadores, vimos que se vestía y se sentaba a esperar. Y no volvió a competir hasta la final de barra de equilibrios.
Los gimnastas se caracterizan por tener un control aeroespacial de su propio cuerpo en el momento de las piruetas y saltos. Saben perfectamente cual es la posición de su cuerpo en el aire y dónde está el techo y el suelo, están ubicadas. Y Simone perdió esa capacidad. Es lo que se denomina “twisties”: sin el control del cuerpo tu equilibrio se resiente y llegan las caídas y lesiones.
Biles se dio cuenta, inmediatamente, de que la conexión mente-cuerpo no funcionaba y se retiró. Hubo mucha gente que no lo entendió. Ella, su familia, el mundo de la gimnasia, sí. E hizo muy bien: puso por encima de la gloria olímpica su salud física y mental.
A la vuelta de Tokio se tomó un respiro para recuperarse y hasta 2023 no volvió a la gimnasia. Hoy vuelve a ser la estrella del equipo y de los Juegos.
El equipo ya ha conseguido ser oro, ella se ha clasificado para la final individual y para tres finales por aparatos. Puede llevarse de París cinco medallas olímpicas más que sumará a las siete con las que ya contaba.
Ha conseguido un nuevo elemento con su nombre en el código y de nuevo ha sido el centro de los Juegos. Simone Biles ha vuelto y cerrará su periplo deportivo cuando ella lo decida. A estas alturas ya nadie la cuestiona. Es, sin duda, la más grande de todos los tiempos.
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