Rafa Nadal acepta el reto, habrá un último baile con Djokovic
El balear supera en la primera ronda del cuadro individual al húngaro Fucsovics por 6-1, 4-6 y 6-4
Sol y luz en París, pista central de Roland Garros, Rafael Nadal aclamado, victorioso. Parece que el tiempo se ha detenido, o que es un viaje al pasado. No es mayo en el grande francés, sino julio olímpico, pero el puño del campeón de 22 grandes, 14 en esta arcilla, sigue envuelto de pasión. Así celebra el sufrido triunfo ante el húngaro Marton Fucsovics en la primera ronda del cuadro individual por 6-1, 4-6 y 6-4 para citarse este lunes en la siguiente estación (no antes de las 13.30, TVE, Eurosport y Max) con Novak Djokovic. París tiene su partido soñado.
“Claro que ayuda jugar aquí”, resume Nadal después de la batalla; “pero lo que ayuda es jugar bien, moverme bien, estar con la atención adecuada para no perder la bola de vista. Es algo que, si no juegas todo el tiempo, lo vas perdiendo, el hecho de estar focalizado con la pelota. Me está costando leer hacia dónde me tira el contrario en los últimos tiempos. Ahora intentaré crearle problemas a Djokovic”.
El balear había anticipado las dudas sobre su participación en solitario después de su debut el día anterior junto a Carlos Alcaraz en el dobles, un choque que terminó a las nueve de la noche cuando su estreno individual estaba previsto para el día siguiente al mediodía. Una “barbaridad”, consideró Nadal estas apreturas de horarios. El español se reunió con su equipo para estudiar “las mejores opciones para llevar a casa el mayor número de medallas” y optó por alistarse ante Fucsovics tras probarse en un entrenamiento matinal. Le movía especialmente ese duelo en la segunda ronda contra Novak Djokovic. El serbio, que ha renunciado al dobles para centrarse en alcanzar la última gran cima que le falta, el oro en unos Juegos, le había pedido “un último baile” después de 18 años viéndose las caras en las pistas. Nadal aceptó, seguramente más movido por el corazón que por la cabeza. Las ganas de jugar todo lo que pueda pesaron más que el kilometraje que acumulan sus piernas y las molestias en el muslo derecho. París valía cualquier esfuerzo para quien ha portado la antorcha olímpica.
Es otra vez una pista central entregada a la leyenda. En cada punto resuena el “¡Vamos, Rafa!”, caiga donde caiga la bola en la red. Nadal mastica cada peloteo con paciencia, a la espera del fallo de Fucsovics más que de un impacto terminal. El húngaro se impacienta y busca terminar el intercambio por la vía rápida una vez que descubre que el balear no está dispuesto a ponerse nervioso ni a arriesgar. Nadal conserva el saque y le arrebata el servicio a su oponente. Desde el fondo de la pista encadena un latigazo tras otro. Parece que se deja el alma en cada golpe. Si esta es su última aventura en Roland Garros será una gran aventura.
Nadal es un martillo en ese arranque, un 3-0 en un pestañeo. Sus bolas pesan una tonelada para Fucsovics. Cuando ancla sus zapatillas en la arena, el español descarga con la rabia de antaño. Fucsovics encuentra un resquicio en hacerle correr a base de dejadas. Ahí sufre el hombre de rojo porque la carrocería no es la de antes. Aún así se anima con algún ataque a posiciones avanzadas, aunque es desde su guarida detrás de la línea de fondo donde construye su ventaja. El húngaro no encuentra manera de meterle mano en ese primer set a un Nadal de otra época, afilado e incisivo. Roland Garros, en efecto, rejuvenece al español, que abrocha la primera manga por 6-1 en 32 minutos.
La pausa regenera a Fucsovics. Su bola gana metros de profundidad y los peloteos se alargan. Ahora es Nadal quien padece a la carrera y falla, y cede por primera vez en el partido su saque. El enemigo ha despertado y está más fresco de piernas. Ya no se acelera sino que acepta el careo. El tiempo va en contra de Nadal porque su depósito de gasolina anda más justo. Cuando el intercambio va comiendo segundos, es él quien dobla el brazo, y renquea cuando toca esprintar hacia delante. La grada no deja de animar al campeón sufriente cuando salva un 15-40 en contra al servicio, o cuando se ajusta el vendaje del muslo. La hora de la verdad para el húngaro llega con 5-3 y servicio. Enfrente hay 14 copas de los mosqueteros y toda la Chatrier. Fucsovics tiembla en ese instante, pero ya no desperdicia cuando dispone de tres bolas de rotura al resto. A la tercera se apunta el set, 6-4.
Fucsovics se cambia la camiseta, del verde fosforito al blanco. Cada juego es ya un sufrimiento, ninguno vuela sobre el rival. Los puntos se deciden en el alambre y los juegos se decantan después de varias igualadas. Nadal estira el brazo para conectar algún golpe ganador que le conceda algo de respiro. Nadie como él cuando se trata de resistir. Ya no es el tenista arrollador del primer set, pero continúa siendo el mismo competidor único. Así rompe el servicio del húngaro para arañar esa pequeña renta y defenderla luego con uñas y dientes. Nadal acepta el desafío, habrá un último baile con Djokovic en Roland Garros.
Triunfo de Bucsa, derrota de Sorribes
Antes de que Nadal interviniera lo hicieron las dos representantes femeninas, con suerte dispar. La cántabra Cristina Bucsa, de 26 años, se impuso a la croata Petra Martic por 6-4 y 6-3, de modo que se enfrentará en la siguiente a la canadiense Leylah Fernandez, superior a Karolina Muchova (6-1, 4-6 y 6-2). La tenista de Torrelavega debuta en unos Juegos.
Para Sorribes, en cambio, eran los segundos tras la experiencia de Tokio. Entonces dejó un magnífico sabor de boca, al apear a la entonces número uno, Ashleigh Barty, pero en esta ocasión no logró superar el escollo del debut. La checa Barbora Krejcikova, reciente campeona en Wimbledon, venció por 4-6, 6-0 y 7-6(2).
También se despidieron Jaume Munar (doble 6-2 con Alexander Zverev) y Pedro Martínez (6-4, 4-6 y 6-4 para Andrea Vavassori). Este lunes, además del Nadal-Djokovic, Carlos Alcaraz se cruzará (19.00) con el neerlandés Tallon Griekspoor.
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