Cuando los Reyes conocieron a Natalia Muñoz

La ‘skater’ española, de 15 años, charla un rato con Felipe y Letizia en la recepción al equipo olímpico español en la embajada en París

Felipe VI conversa con Natalia Muñoz, de 15 años, representante española en skateboarding.Albert Garcia

A Natalia Muñoz, un pispajo, que, aunque es de Jerez y Camarón es de San Fernando, cuando es flamenca es del niño de la isla, le tiemblan un poco las piernas cuando el Rey, tan imponente, pasa delante, y su pie se hunde en la espesa alfombra del palacete, y, en un podio colocado estratégicamente ante un espejo gigante en el que se refleja un busto marmóreo de su bisabuelo, Alfonso XIII, ante un micrófono empieza a hablar de los valores olímpicos y de lo grande que son España y sus deportistas olímpicos. Natalia, de 15 años y más de Instagram, 10.000 seguidores de su comunidad, que de TikTok, es una de ellos, una de las olímpicas españolas más jóvenes, debutante en skateboard, y en Concorde, bajo el monolito, el lunes exhibirá su talento en la modalidad de street.

Felipe y Letizia, los reyes de España, y él luce orgulloso en su americana el círculo rojo de la Legión de Honor, una condecoración francesa, explica, hacen gala de su afición olímpica. “Estos Juegos, nos repartiremos toda la familia intentando estar en todas las competiciones en las que haya españoles”, dice. “La reina, la princesa, la infanta, la reina Sofía... aunque no sé si seremos capaces de estar en todas las partes”. Sabe que la España de fútbol femenino ha ganado en Nantes y que las Guerreras han perdido con Brasil, pero aún no conoce a Natalia Muñoz. Alejandro Blanco, el presidente del COE, está rápidamente al quite y se la presenta, y con ella, la Reina y él, se ponen rápidamente al día. Hablan con ella un buen rato, le desean suerte en la competición, y ella, que también tiembla pensando en recorrer el Sena en barcaza durante el desfile inaugural, le puede contar que le gustaría también estar en Chiclana, en la playa pero que no cambiaría nada por sus momentos olímpicos.

Cuando lo cuenta, minutos después, no para de recibir mensajes en su móvil, tan rápidas vuelan las imágenes. Ella, tan menuda, está subida en la tarima desde la que habló el rey; él, después de compadrear con el ciclista Oier Lazkano, David Barrufet y otros jugadores de balonmano, de su talla y peso, se queda en un nivel más bajo. “He hecho cuarto de la ESO. Empecé en el patio de mi casa”, explica. “No se trata de competir con nadie, sino de una misma intentar hacer cada vez más cosas con la tabla.”. Deja de hablar porque es la estrella de la recepción, y la ministra de Educación y Deporte, Pilar Alegría, también quiere charlar con ella. “Hasta hace nada hemos estado todo el equipo concentrado en California, entre Los Ángeles y San Diego, donde hay un nivel tremendo”, explica, en sustitución de ella, su entrenador, Alain Goikoetxea, quien, de todas maneras, cree que la mejor española ante el obelisco será otra adolescente de talento único, la vasca Naia Laso, de 15 años. “Ella sigue en California. Es especial”.

Los Reyes, los viejos que recuerdan que en esa sala de la Embajada en la exclusivísima y calurosísima avenida de George V, que nace en los Campos Elíseos entre megastores de Louis Vuitton, era a la que todos los veintitantos de julio entre 1991 y 1995 acudía Miguel Indurain con el maillot amarillo del Tour, olvidan sus memorias del pasado, regresan al presente, al futuro. “Que estos solo sean tus primeros Juegos”, le augura Felipe VI a Natalia Muñoz, que siente que más presión no volverá a sentir en la competición. “Soy tranquila”, dice la que se serna con la voz de Camarón. “No me voy a agobiar”.

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