El judo casero de Ariane Toro y Ai Tsunoda

Las dos jóvenes, aspirantes a medalla olímpica, alcanzan la élite entrenadas por sus padres, una fórmula que no suele resultar muy exitosa

Ai Tsunoda y Ariane Toro, en el pabellón de Benidorm.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

“Mi madre es como una matemática. Pum, pum, pum. Y mi padre es como un artista”, describe sobre la marcha la judoca Ai Tsunoda con su clásica cabeza rapada, nacida en Lleida hace 22 años, de padre japonés y madre francesa. Toda una mezcla. Sus padres son sus entrenadores, los que la visitan de forma habitual en Tokio, adonde se marchó hace un año y medio a estudiar (y no solo practicar) Artes Marciales.

No es tan extraño en el mundo del tatami compartir las dos facetas, familia y dirección técnica. Lo menos habitual es que esta fórmula sea exitosa. Sin embargo, en el equipo español en P...

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“Mi madre es como una matemática. Pum, pum, pum. Y mi padre es como un artista”, describe sobre la marcha la judoca Ai Tsunoda con su clásica cabeza rapada, nacida en Lleida hace 22 años, de padre japonés y madre francesa. Toda una mezcla. Sus padres son sus entrenadores, los que la visitan de forma habitual en Tokio, adonde se marchó hace un año y medio a estudiar (y no solo practicar) Artes Marciales.

No es tan extraño en el mundo del tatami compartir las dos facetas, familia y dirección técnica. Lo menos habitual es que esta fórmula sea exitosa. Sin embargo, en el equipo español en París, formado por nueve judocas, a falta de un caso de provecho (Ai Tsunoda), dos. Para la cita también se ha clasificado Ariane Toro (Bilbao, 21 años), hija y discípula de Yolanda Soler, bronce en Atlanta 96, y José Toro, que compitió también en esos Juegos. “Nunca he pensado mucho en esta doble vertiente. Para mí es algo normal y me gusta”, comenta esta chica risueña que llega a Francia como un tiro. Las dos, Ari (-52 kilos) y Ai (-70), dos pipiolas, no sorprenderían a nadie si alcanzan el podio en el Campo de Marte de París con su judo casero. La primera compite el domingo 28 y la segunda, el miércoles 31 (ambas a partir de las 10.00).

Ariane Toro tiene la medalla de su madre casi a golpe de vista, encima de la mesa de noche de sus padres, en su casa de Pamplona. “Antes la miraba más. Creo que ya estoy pensando en la mía, pero siempre le digo que me da envidia”, confiesa esta judoca, que entró en los Juegos pegando un estirón tremendo este 2024, con metales en tres Grand Slam consecutivos y un bronce en el Europeo. Necesitó también que su competidora nacional (Estrella López Sheriff) se cayera de los puestos de clasificación. Ahora es la 32ª y Toro, la 11ª.

Ariane Toro, entrenando en Benidorm.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

“A mi madre le pasó algo parecido para Barcelona 92. Le dijeron que tenía que sacar medalla en un gran campeonato. Lo hizo y le volvieron a decir que tenía que sacar también en el Europeo. Era como si estuvieran apostando por la otra aspirante. Pero la logró y fue”, detalla Ari, que toma apuntes de los pocos vídeos que le han llegado de sus padres. “En uno, mi madre hace una técnica, un ouchi gari, que lo he metido en los entrenamientos porque es un recurso muy bueno para alguna rival”, apunta pensando en una judoca en particular. ¿Quién? No lo dice, se lo guarda con sonrisa de pilla. “Lo hice y ya me salió en el Grand Slam de París”, puntualiza sobre la competición del pasado febrero que supuso su punto de inflexión, la que le hizo salir disparada y creérselo de verdad.

“Mi padre me aporta mucho kumikata, agarre para las rivales. Y mi madre, más táctica. Desde pequeñita, he tirado mucho de dos técnicas suyas: seoi y kouchi-makikomi”, concreta esta estudiante de ADE y Derecho, que a mitad de curso se tuvo que ir de la Universidad Pública de Navarra a la de Distancia porque no le ayudaban a compatibilizar los estudios con el deporte. Entre sus planes de futuro, además, está presentarse a oposiciones de bombera. “Mi padre siempre nos ha dicho que opositemos, que se vive muy bien. Y tiene razón”, cuenta. Aunque, de momento, París y más judo.

Ai Tsunoda, con su madre en la concentración del equipo olímpico en Benidorm, hace tres semanas.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

En casa de Ai, un nombre que eligió su abuelo paterno y que significa amor en japonés, siempre se han comunicado en francés, aunque la herencia nipona se hace evidente cuando saluda y se despide inclinando la cabeza en señal de respeto. El judo y ella son dos elementos tan indisolubles que ahora también lo estudia en la Universidad de Tokai, en Tokio. Allí tiene un par de profesores, pero sus padres, gracias a la ayuda del Consejo Superior de Deportes, van a menudo.

La madre (Céline), la matemática, se encarga del trabajo cotidiano y la acompaña a las competiciones. Y el padre (Go), el artista, es su “profesor”, responsable de “los pequeños detalles”. “Todo lo técnico me lo enseña él”, matiza Ai, séptima en el ranking olímpico. “Ellos intentan ir cada mes y yo también vengo bastante”, señala.

“Han sido siempre mis entrenadores. Empecé con mi padre porque mi madre fue camionera cinco años por España. Se iba el domingo y volvía el viernes. Y luego ya estuve con ella porque mi padre comenzó a trabajar como seleccionador, de Gran Bretaña, después de Portugal y ahora de Rusia”, explica Ai, que es la cuarta generación de judocas en la familia, junto a su hermano Yu. Su abuelo paterno también le da consejos.

“Ahora en Tokio tengo más tiempo para mí, para pensar y ver mis debilidades. Me está cambiando”, se sincera sobre una experiencia que está moviendo más sus pilares personales que los del judo. El mejor resultado sénior (en júnior fue campeona del mundo en 2021 y 2022) lo obtuvo antes de hacer las maletas, al ganar en febrero de 2023 el exigente Grand Slam de París (el mismo en el que Ariane Toro despegó un año después); y este 2024 se colgó el bronce europeo. “En París necesito hacer todo bien porque tampoco voy sobrada. Quiero ser incontrolable para las rivales, aunque aún me cuesta”, cierra Ai Tsunoda, exigente consigo misma, pero en la quiniela de aspirantes a medalla si mezcla bien las matemáticas con el arte. Es su receta casera sobre el tatami gracias a una alianza familiar, como la de Ariane Toro, que no suele resultar tan exitosa en la élite del judo.

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